El
hombre ensambla en su ser diversos modos de realidad y debe
hacerles justicia en su vida si quiere desarrollarse de modo
equilibrado, armónico, bello y fecundo.
Reducir nuestro ser a alguno de los modos de realidad que implica
es un empobrecimiento que provoca toda suerte de desarreglos
espirituales, psíquicos e incluso físicos.
Frente al afán reduccionista, debemos respetar los distintos
modos de realidad que integran nuestro ser -el material, el
biológico, el psíquico, el espiritual- y enriquecerlos
todo lo posible. La forma de enriquecerlos es ensamblarlos mutuamente
de forma jerárquica*. Las energías instintivas
suponen una base ineludible de nuestro ser, pero sólo
adquieren todo su sentido cuando son orientadas por el espíritu
hacia las grandes metas que estamos llamados a conseguir en
la vida. Esta labor de orientación sólo constituye
una represión cuando exige una renuncia y no ofrece
a cambio un logro mayor.
Si descubrimos toda la gama de posibilidades que encierran los
distintos modos de realidad y las posibilidades nuevas que éstos
adquieren cuando se ensamblan entre sí, ganaremos una
visión nueva, insospechadamente rica, de la realidad,
de la nuestra propia y de la de todos los seres de nuestro entorno.
Nuestra vida se abrirá con ello a un horizonte más
amplio y prometedor en todos los órdenes. La obras literarias
más logradas nos permiten adivinar la riqueza de este
horizonte desde una u otra perspectiva.
 
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