«Un
seul être vous manque et tout est dépeuplé!»
(¡Un solo ser os falta y todo queda despoblado!»),
exclama el poeta romántico francés Alphonse de
Lamartine en "L'isolement" (Premières Meditations
Poétiques). En el nivel objetivo, este verso
carece de sentido, pues, aunque muera una persona, los pueblos
desbordan de gente. En el nivel ambital-lúdico, esa
observación poética cobra un sentido impresionante.
El ser al que alude Lamartine no puede entenderse como uno cualquiera,
un mero caso del universal «ser humano»; es una persona
en torno a la cual hemos polarizado la vida de modo que llegó
a ser para nosotros «única en el mundo», como
decía el Principito2.
Al faltarnos dicha persona, el universo entero parece quedar
despoblado. Y se despuebla realmente en el aspecto creativo.
Una ciudad populosa sólo está de verdad poblada
para nosotros si podemos crear en ella relaciones de encuentro.
De lo contrario, se convierte en un «desierto», un
desierto «lúdico», es decir: un lugar sin posibilidades
de libre juego creador.
Para
entender y sentir esa fina indicación de Lamartine debemos
movernos en el nivel de los ámbitos.
1
Sobre la conversión del lenguaje prosaico en lenguaje
poético puede verse mi obra El arte de pensar
con rigor y vivir de forma creativa, págs. 111-119.
2
Cf. A. de Saint-Exupéry: El principito, p. 82;
Le petit prince, p. 80.

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