Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 2 ª: Importancia del descubrimiento de los distintos niveles o modos de realidad.

6. El ser humano integra diversos niveles de realidad

Cuando realizamos un gesto y no vemos todo lo que implica -es decir: los distintos niveles de realidad que integra-, perdemos de vista el sentido del mismo6. Observemos en el texto siguiente de la obra Eurídice, de Jean Anouilh, cómo los protagonistas no captan el verdadero alcance de la caricia amorosa.

Sabemos que en el Mito de Orfeo se le indica a éste que, si quiere retener consigo a su amada Eurídice, debe pasar una noche sin mirarla al rostro. La noche suele entenderse en el mito y la literatura como un período de prueba; la vista es un sentido muy posesivo, viene a ser una especie de tacto a distancia; y el rostro significa el lugar de presencia de toda la persona. Este mito quiere indicarnos que, para crear una relación estable y auténtica con una persona, hay que renunciar a la voluntad de dominarla y adoptar una actitud de respeto y colaboración. Muy ajena a esta forma de pensar, Eurídice le dice a Orfeo, hacia el final de la noche:

- «El día va a levantarse pronto, querido, y podrás mirarme...»

Orfeo: «Sí. Hasta el fondo de tus ojos, de un golpe, como en el agua (...) Y que me quede allí, que me ahogue allí...»

Eurídice: «Sí, querido».

Orfeo: «...¡Es intolerable ser dos!». «Estamos solos. ¿No crees que estamos demasiado solos?»

Eurídice: «Apriétate fuerte contra mí». «No hables más, no pienses más. Deja que tu mano se pasee sobre mí. Déjala que sea feliz sola. Todo volvería a ser tan sencillo si dejaras que tu mano sola me quisiera. Sin decir nada más».

Orfeo: «¿Crees que esto es a lo que llaman felicidad?»

Eurídice: Sí. Tu mano es feliz en este momento. Tu mano no me pide más que estar ahí, dócil y caliente bajo ella. No me pidas nada tú tampoco. Nos amamos, somos jóvenes; vivamos. Acepta ser feliz, por favor...»

Orfeo: «No puedo».

Eurídice: «Acepta, si es que me amas».

Orfeo: «No puedo».

Eurídice: «Pues cállate, al menos»7.

Eurídice interpreta el tacto como una relación puramente sensible. Olvida que es toda la persona la que se hace presente al tocar, acción que, por ser personal, integra (*) diversos niveles -el físico, el fisiológico, el psicológico-emotivo, el espiritual-creativo...-. Al acariciar a otra persona, puede uno quedarse preso en la mera impresión sensible, o atender además a la emoción psíquica que ello produce, o intentar, en nivel superior, crear una relación personal. Por ser capaz el tacto humano de integrar diversos niveles de realidad, al saludar dando la mano no es una mano la que saluda a la otra; es una persona la que entra en relación creadora con otra persona. Si ésta corresponde al saludo, se crea un ámbito de convivencia entre ambas.

Por no verlo así, y quedar confinados en el plano puramente sensible, Eurídice y Orfeo piensan que cada ser humano es un organismo cerrado en sí mismo y no puede superar su soledad. Ello hace imposible fundar una relación auténtica de amor, forma de unidad que no se da en el nivel de realidad biológico, sino en el nivel personal, y por ello convierte los límites corpóreos en lugares de comunicación mutua. Lo expresa dramáticamente Orfeo:

«...Es intolerable ser dos. Dos pieles, dos envoltorios impermeables alrededor de nosotros, cada uno para sí con su oxígeno, con su propia sangre, haga lo que haga, bien solo en su bolsa de piel. Uno se aprieta contra el otro (...) para salir un poco de esta espantosa soledad (...), pero pronto vuelve a encontrarse completamente solo (...)»8.

Es cierto que en el plano biológico los seres humanos estamos aislados. Aunque te quiera con toda el alma, mi corazón no puede bombear tu sangre si sufres una enfermedad cardíaca. Pero el amor auténtico no se da en ese nivel propiamente, sino en el personal. Es fruto de una relación creativa, que convierte los límites corpóreos en lugares de comunicación. Vistos en sí mismos, de manera estática, tales límites -representados por la piel- son barreras que separan. Considerados en el conjunto de la vida personal, en la relación comprometida que una persona establece con otra, son la señal de que somos seres distintos pero vinculados. La piel se convierte en el lugar más expresivo de la comunicación humana, desde el saludo rutinario hasta el beso más íntimo.

Más grave todavía que la concepción de la sensibilidad como un modo de conocimiento cerrado en sí mismo es la convicción de que el ascenso al nivel en el que se da el lenguaje y el pensamiento hace imposible la verdadera unión personal. Por eso le pide Eurídice a Orfeo que no hable y no piense más. Al pensar, distinguimos unas realidades de otras, una persona de otra, y Eurídice da por supuesto que distinguir es escindir. No acierta a ver que la misma inteligencia que capta tal distinción puede conseguir que ésta no degenere en alejamiento. Le basta para ello descubrir que, al actuar de modo creativo, convertimos lo distinto, distante, externo, extraño y ajeno en íntimo, sin dejar de ser distinto. (Lo veremos claramente en la experiencia de la declamación de un poema, que haremos en la Unidad siguiente). Al ignorar esta magnífica posibilidad, Eurídice estima que sólo la unión sensorial carente de toda reflexión puede unir a los hombres en alguna medida, aunque sea precaria y pasajera.

Algo semejante cabe decir del lenguaje. Cuando hablamos con amor, con voluntad de crear vínculos personales, el lenguaje no nos aleja de los otros; nos une entrañablemente en un campo de juego común9.

6 Sobre los niveles o modos de realidad que implican los actos de saludar y escribir, Cf. El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, págs. 145-149.

7 Cf. Eurydice (suivi de Romeo et Jeannette), La Table Ronde, París 1958, págs. 142-144: Eurídice, en Teatro. Piezas Negras, Losada, Buenos Aires 41968, págs. 279-281.

8 Eurydice p. 142; Eurídice, p. 280

9 Sobre el lenguaje y el papel decisivo que juega en la vida humana pueden verse mis obras: Estética de la creatividad, Rialp, Madrid, 3ª ed., 1998; El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, págs. 101-129, 249-321. ( Nueva edición refundida: Inteligencia creativa, BAC, Madrid, 1998); El poder del diálogo y del encuentro, BAC Madrid 1996.


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