La
añoranza de los planos de realidad y los modos de vida
inferiores a los que son propios de la persona humana impide
a los hombres crear auténticas relaciones de encuentro
y conservar la autonomía que le es propia. Lo
han subrayado enérgicamente los pensadores existenciales:
Gabriel Marcel, Karl Jaspers y Martin Heidegger. Este comenzó
su conferencia sobre «La cosa» con estas enérgicas
preguntas:
«El
apresurado anular las distancias no trae cercanía, pues
la cercanía no consiste en una pequeña medida
de distancia. Pequeña distancia no es ya cercanía.
Gran distancia no es todavía lejanía. ¿Qué
es la cercanía si, no obstante la reducción al
mínimo de las mayores distancias, permanece ausente?
¿Cómo puede ser que con el desplazamiento de las
grandes distancias todo siga lo mismo de lejano y de cercano?
Todo queda asumido en una amorfa indistinción. Pero ¿no
es acaso este aplastamiento en la indistinción más
temible que la escisión de todas las cosas entre sí?»11.
La
expresión «anular las distancias» la entiende
el autor en sentido físico, pero el vocablo «cercanía»
lo utiliza en sentido ambital, lúdico-creador,
como una relación de vecindad espiritual o encuentro.
Por eso añade que una «pequeña distancia
no es ya cercanía» y una «gran distancia no
es todavía lejanía».
Para entender este vibrante texto, debemos oscilar constantemente
del nivel físico al ambital o lúdico, es
decir: al nivel donde se da el juego creador entre personas.
Estar presente a una persona, y, en grado todavía mayor,
encontrarse con ella supera el mero anular las distancias
físicas; implica positivamente crear vínculos,
entreverando el propio ámbito de vida con el suyo y creando
un campo de juego común.
Si dos personas permanecen alejadas, no se van al encuentro
e imposibilitan de raíz la fundación de lazos
de convivencia. Si se acercan demasiado y se empastan la una
con la otra, pierden su identidad personal, su independencia,
su capacidad de dar y de recibir. Se anulan, para dar lugar
a una pasta amorfa, como dos trozos de cera que se fusionan
y quedan empastados «en una amorfa indistinción».
En el nivel físico, la unión de fusión
o empastamiento es perfecta. En el nivel personal, anula toda
posibilidad de unión auténtica. El único
modo de vincularse en una relación de encuentro las personas,
que integran diversos planos de realidad -entre ellos, el sensible
material y el espiritual-, es situarse cerca a cierta distancia,
conjugar la inmediatez con la distancia y generar
una forma de presencia12.
Estas
consideraciones nos permitirán, a lo largo del curso,
comprender a fondo múltiples pasajes de obras literarias.
11
Cf. Vorträge und Aufsätze, Neske, Pfullingen,
1959, p. 163. 12
La vinculación de una forma de inmediatez y una de distancia
da lugar a un modo peculiar de presencia. Al cambiar las formas
de inmediatez y de distancia que entran en relación,
se obtienen modos distintos de presencia. En mi obra El triángulo
hermenéutico (BAC, Madrid 1971, págs. 59-111)
describo 16 modos distintos de presencia, que se obtienen
al conjugar 16 formas diferentes de inmediatez y distancia.
 
|