Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 2 ª: Importancia del descubrimiento de los distintos niveles o modos de realidad.

9. Ejercicios para clarificar y asimilar el concepto de ámbito

1º Le pregunto a un niño de unos cuatro años si tiene un pañuelo, y me dice que sí. «¿Dónde lo tienes», agrego. Y él señala el bolsillo. Hago lo mismo respecto a un bolígrafo, y el niño me indica que lo tiene en la carpeta. Hasta aquí todo transcurre de forma normal. El niño no muestra la menor extrañeza ante mis preguntas. Pero seguidamente le pregunto cuántos años tiene. El extiende sus deditos y me dice «cuatro». Entonces, con toda seriedad le pregunto dónde los tiene. De ordinario, el niño se queda mirándome, no responde y esboza una sonrisilla. Esta sonrisa denota que mi pregunta le resultó chistosa. De hecho, es un chiste. El niño no sabe dar razón de ello, pero intuye que algo en mi pregunta no encaja. Y, como la falta de encaje es provocada por un descenso de nivel, le resulta cómico.

En efecto, el pañuelo y el bolígrafo son objetos y están sometidos al espacio. Preguntar dónde se hallan tiene perfecto sentido; se ajusta al modo de ser de tales realidades. En cambio, los años que uno ha vivido no son objetos de ningún tipo; son el transcurso mismo de la propia vida. Preguntar dónde están los años vividos significa rebajar el decurso vital a condición de objeto poseible. Es una caída de nivel que da una impresión chocante, cómica, y produce hilaridad. El niño, lógicamente, no contesta, pues mi pregunta no tiene respuesta, al carecer de sentido, y se sonríe porque implica un descenso de plano.

En esta línea de consideraciones, analicemos la cuestión siguiente: Cuando alguien pregunta en el aspecto religioso «dónde está el Cielo», ¿debemos intentar darle una respuesta, o se trata de una «broma», de un «chiste»? ¿Cabe alguna respuesta distinta a ésta: «El Cielo está donde está Dios»? En esta frase, el adverbio «donde» no alude a ningún lugar físico.

2º Díganme cuántas caidas de un nivel superior a otro inferior se dan en el cuentecillo siguiente y por qué la comicidad se intensifica al final del mismo. Los niños de cierta escuela primaria solían confundir escribir con pintarrajear. Un día, el inspector -que cursaba visita oficial- les pregunta a los alumnos «quién escribió El Quijote». Los niños, uno a uno y muertos de miedo, aseguran al inspector que ellos no fueron. El inspector, un tanto indignado, acude al maestro y le cuenta lo sucedido. El maestro, con acento tranquilizador, le dice: «Le aseguro, Sr. Inspector, que mis niños son muy sinceros: si ellos lo niegan, es que no lo hicieron...»

3º Advertir el carácter de «ámbito» que presentan las realidades y acontecimientos siguientes: una relación de amistad, un hogar, un estilo artístico, una institución -familia, colegio, club deportivo, empresa, Iglesia, partido político...-, el acto de consagrar un templo o de proclamar una sentencia... El lenguaje del juez cuando dicta sentencia ¿tiene el mismo carácter que cuando saluda al conserje el entrar en el palacio de justicia? ¿Por qué ostenta en el primer caso un valor singular?13

4º Adivinar la fecundidad que encierra acostumbrarse a distinguir diversos niveles o modos de realidad en orden a evitar la unidimensionalidad o parcialidad que se reprocha al hombre contemporáneo, por ejemplo en las obras de H. Marcuse -singularmente, en El hombre unidimensional- y de G. Marcel, especialmente en Ser y tener, Los hombres contra lo humano, El declinar de la sabiduría, Un mundo roto...

5º Distinguir los modos de relación que pueden darse entre los objetos -y, en general, las realidades físicas- y las realidades personales. Si quiero ampliar mi finca, he de hacerlo a costa de las colindantes. Si deseo ocupar el sitio que ocupa otra persona en un banco, tengo que desplazarla de ese lugar. Pero, si me acerco a ella no para ocupar su puesto físico sino para iniciar una conversación y enriquecerme espiritualmente con sus manifestaciones, puedo ampliar mi ámbito de vida sin amenguar el suyo, sino más bien contribuyendo a expandirlo.

Lo mismo sucede con los valores. Los valores materiales decrecen en medida directamente proporcional al número de los que participan en ellos. Una tarta repartida entre varias personas amengua y se agota. Los valores espirituales, en cambio, no sólo no se agotan cuando se comparten sino que cobran un relieve peculiar. El valor de la música de Mozart nunca se halló en una cota tan alta de estima y prestigio como ahora que es oida profusamente.

13 Sobre el acto de inaugurar una red vial, dictar sentencia, consagrar un templo... puede verse mi Estética de la Creatividad, 2ª y 3ª Parte.

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