Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 3ª: Los ámbitos hacen posibles las experiencias reversibles y el encuentro.

7. Ejercicios para descubrir la riqueza de las experiencias reversibles

Si realizamos alguna experiencia reversible de modo reflexivo, quedaremos asombrados al ir descubriendo los modos profundos de unidad que podemos crear con ciertas realidades de nuestro entorno25. Propongo al lector una experiencia sencilla y extraordinariamente fecunda: la de interpretación de un poema.

Aprende un poema de memoria. Saber algo de memoria no equivale a almacenarlo pasivamente en la interioridad, sino a asumirlo creativamente. A partir de las investigaciones de Henri Bergson sabemos cada día mejor que la memoria es una facultad creativa.

 

Henri Bergson (1859-1941)

Recordar es volver a pasar por el corazón, es decir, revivir, traer de nuevo a la realidad. La memoria es la mejor colaboradora de la inteligencia. Lo descubrirás gozosamente si te retiras a tu habitación, y, a ser posible en la oscuridad -para tener una concentración absoluta-, declamas el poema con intención de crearlo de nuevo, como si fuera por primera vez:

«Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir (...)»

Repite una y otra vez esta estrofa de las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre; cambia el ritmo de la declamación hasta que se ajuste lo mejor posible al sentido interno del poema, perfecciona los acentos, ahonda en cada una de las palabras, marca las aliteraciones -las eses y erres deslizantes...-, y verás cómo, a no tardar, sientes que el poema se te va interiorizando, de modo que acabas sintiéndolo como tuyo, aun siendo distinto, y se convierte en una voz interior. Ha dejado de serte externo, extraño y ajeno para hacérsete íntimo. Esta intimidad te permite conocerlo más y más, penetrar en su secreto, en su belleza escondida.

Observarás que el poema te da luz para comprenderlo más profundamente a medida que lo vas configurando, de modo que cada vez lo configuras mejor. En realidad, lo configuras en cuanto te dejas configurar por él. ¿Quién tiene la primacía en este proceso de mutuo enriquecimiento? Tú mismo vas a responder a esta pregunta si reparas en ciertos aspectos de la experiencia que estamos analizando. Cuando repites el poema para darle su cuerpo expresivo cabal, y lo haces como si fueras su autor, viviéndolo en su génesis, ¿no es cierto que actúas con gran energía y, al mismo tiempo, te sientes llevado; te mueves con libertad y sigues el cauce trazado por la obra; eres autónomo y libre en las decisiones que tomas, y, cuanto más afirmas esa libertad, mayor experiencia tienes de ser absolutamente fiel a la obra?

Graba bien esta idea: siempre que tu actividad presente estas características contrastadas, da por seguro que actúas inspirado. Sentirse inspirado es verse vinculado libremente a una realidad valiosa. La inspiración no es un arrebato que te arrastre fuera de ti, sin colaboración tuya y sin saber a dónde eres llevado, como temió Platón en el diálogo Ión. Estar inspirado es ser llamado por un valor a realizar el esfuerzo de asumirlo activamente y colaborar a fundar un campo de juego que es, a la vez, un campo de iluminación.

La inspiración no tiene eficacia sin nuestra colaboración esforzada, pero nuestro esfuerzo a solas es insuficiente. Hoy se subraya en demasía la importancia del trabajo del artista a expensas del otro polo que es la inspiración. Se olvida que ésta es un fenómeno dialógico.

Intenta responder ahora a la pregunta anterior sobre cuál de los elementos de una experiencia reversible tiene la primacía. Sin duda te negarás a hablar de primacía, y subrayarás que lo decisivo es el ámbito de colaboración que debe fundarse.

En toda experiencia reversible puede aplicarse el criterio de valoración que Martin Buber estableció para la relación de encuentro. Lo importante -venía a decir- no eres tú, lo importante no soy yo; lo decisivo es lo que acontece entre tú y yo26.

El poema, tal como aparece a una primera lectura, se muestra desbordante de posibilidades latentes. Pero, lo mismo que la obra musical, teatral y coreográfica, tiene que esperar la llegada del Príncipe azul que le infunda vida. Tal «príncipe» es el lector dotado de espíritu creativo. ¿Puede decirse que la vida del poema se debe exclusivamente al lector, como re-creador del mismo? Sería excesivo. La vida del poema surge propiamente en el acto de ser asumido activamente por alguien capaz de poner en juego los recursos que albergan sus versos.

Estamos ante una experiencia relacional, no relativista. El lector tiene el poder de infundir vida al poema, pero esa facultad creadora la recibe en buena medida de la energía que late en el poema mismo. No se trata de una paradoja, sino de una acción reversible tan compleja como fecunda.

Una vez terminada la experiencia del poema, te invito a reflexionar sobre el tipo peculiar de unidad que has creado con éste y con su estilo peculiar. Es sorprendente la intensidad de tal unión y la alta calidad de la misma. El poema se te ha hecho íntimo, sin dejar de ser distinto. Te ha venido dado de fuera, pero ahora brota en tu interior como si lo hubieras creado tú.

He aquí un descubrimiento que nos abre mil horizontes de comprensión de la vida humana: Cuando realizamos experiencias reversibles, superamos la escisión entre el interior y el exterior, el dentro y el fuera, lo cerradamente mío y lo crispadamente tuyo. Esta superación nos permite abrirnos a toda suerte de realidades distintas de nosotros sin riesgo de perdernos en ellas, amenguar nuestra identidad personal, alienarnos. Muy al contrario, es entonces cuando logramos el pleno desarrollo de nuestra personalidad.

 

25 En El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, págs. 274-281, explico dos de estas experiencias: la de natación y la de interpretación musical.

26 Cf. Ich und Du, en Die Schriften über das dialogische Prinzip, L. Schneider, Heidelberg 1954; Yo y tú, Caparrós, Madrid 1995, 2ª ed.


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