El
ser humano recibe el don de la vida, pero su ser no está
del todo predeterminado por la especie, como sucede con la planta
e incluso con el animal; tiene que ir configurando su personalidad
a lo largo del tiempo y en las distintas situaciones en que
se halla.
Esa configuración la lleva a cabo recibiendo activamente
las posibilidades que le ofrece la tradición a través
de la sociedad actual. Esa capacidad de recibir activamente
posibilidades se denomina creatividad. Para ser creativos,
debemos unirnos estrechamente con cuanto nos rodea. Esa unión
la fundamos sobre todo con las realidades vistas como ámbitos,
no como meros objetos.
Al
tratar una realidad como ámbito, respetando e incluso
promoviendo su poder de iniciativa, se realizan experiencias
reversibles, de doble dirección. Estas experiencias
presentan una calidad progresivamente más alta a medida
que pasamos del plano de los objetos al de los ámbitos,
y dentro de éste al nivel de los seres personales.
- Produces
un objeto, por ejemplo, un bolígrafo, y éste
te ofrece las posibilidades que has puesto en él. Y
lo usas para tus fines. He aquí un grado, siquiera
mínimo, de reciprocidad. Escribir con ese bolígrafo
es una experiencia reversible.
- Construyes
un piano y lo dotas de unas características determinadas.
Al interpretar una obra de estilo adecuado a las condiciones
de tal instrumento, éste colabora contigo de
modo muy activo. Entre los dos se funda un tipo de unidad
muy fuerte y fecundo. Sientes que el piano es para ti un compañero
de juego. Su sonoridad peculiar te inspira, te enardece en
casos, te guía en tu búsqueda del núcleo
expresivo de la obra. La relación de reciprocidad
es, en este caso, mayor.
- Ves
una partitura musical y adivinas entre la fronda de las notas
y signos la presencia de una obra valiosa. Te sientes apelado,
invitado a dar cuerpo sensible a las formas que alientan virtualmente
en la partitura. Tu forma de recibir la revelación
de tal obra es netamente activa, creadora. La relación
reversible que creas con la partitura y con la obra
es sobremanera eficiente.
- Lees
una obra literaria de calidad y asumes activamente su mensaje.
Concéntrate un poco a fin de advertir lo que has recibido
de ella y lo que has puesto tú en la lectura. Quedará
patente ante tus ojos el carácter reversible de
la experiencia de interpretación literaria. Decimos
con razón que el poeta modela el lenguaje, pero debemos
agregar que ello es posible porque el lenguaje nutre espiritualmente
al poeta. Es cierto que el intérprete configura la
obra musical o poética, pero no lo es menos que puede
hacerlo en cuanto la obra lo configura a él.
- Los
hombres asumen valores y los realizan; pero lo hacen porque
los valores los invitan a ello y les dan fuerza para llevarlo
a cabo. Si vivimos interiormente un valor, es porque somos
«inspirados» por él. El concepto de inspiración
-en arte, poesía, axiología*
en general- presenta muchos aspectos enigmáticos, pero
respecto a otros muchos puede ser comprendido en buena medida
si se lo ve como la luz y la energía que brota en las
experiencias reversibles. Recuerden la experiencia del
poema y verán cómo el poema es la fuente
de inspiración para el declamador, la que le ilumina
el camino a seguir y le otorga la energía necesaria
para hacerlo.
- Te diriges
a una persona con el ánimo de crear con ella un ámbito
de convivencia. Si acepta tu invitación, toma iniciativa
para crear contigo una relación semejante. Vuestra
interrelación tiene un carácter reversible
y es, por tanto, sumamente fecunda. El gran filósofo
hebreo Martin Buber, inspirado en la religión de la
Alianza, nos facilita, en su obra Yo y tú, esta
clave de interpretación de la vida: «El que
dice tú al otro no posee nada, no tiene
nada, pero está en relación»27.
Decir «tú» a otra persona significa tratarla
como un compañero de diálogo y de vida, no como
un «ello» impersonal, un objeto manejable y utilizable.
El que adopta esta actitud respetuosa, no dominadora, renuncia
a sacar provecho interesado de la relación con las
personas de su entorno. Tal renuncia implica una pérdida
en cuanto a bienes cuantificables, pero supone una ganancia
respecto a la creación de relaciones. Si el hombre
es «un ser de encuentro» y la relación es
decisiva para su logro como persona, establecer auténticas
relaciones personales es la perla escondida por la cual vale
la pena venderlo todo.
27
Cf. Ich und Du, p. 8; Yo y tú, p. 8.
 
|