El
protagonista del relato de Saint-Exupéry El principito
comienza confesando que, en su niñez, se sintió
decepcionado de las personas mayores por desviar su atención
de la tarea creativa que más le atraía -la pintura-
y orientarla hacia cuestiones que ellas juzgaban más
prácticas. Y agrega una nota escalofriante: «Viví
así solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente (...)»3
. El
quería hablar de amistad, y las personas mayores
preferían hablar de cifras.
«Las
personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis
de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo
esencial. Jamás os dicen: ´¿Cómo es
el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que
prefiere? ¿Colecciona mariposas?´ En cambio, os
preguntan: ´¿Qué edad tiene? ¿Cuántos
hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto
gana su padre?´. Sólo entonces creen conocerle»4.
Esta
actitud calculadora, que quiere conocer los datos que permiten
fichar y dominar, no propicia el encuentro; lo imposibilita5.
Más adelante se indica que el principito deseó
establecer amistades pero no acertó con el camino que
lleva al encuentro. Subió a una alta montaña y
quiso reclutar amigos a gritos. «Sed amigos míos,
estoy solo -dijo el principito"6.
Lógicamente, no obtuvo respuesta, porque las respuestas
hay que merecerlas mediante un recto planteamiento de las preguntas.
Sólo recibió el eco de sus palabras, que es una
repetición mecánica, no creativa.
Posteriormente,
quiso tomar al zorro como medio para combatir la tristeza,
y el zorro, que juega aquí el papel de la sabiduría,
le hizo saber que la primera actitud hacia otra persona debe
ser la de crear con ella, pacientemente, una relación
de amistad -en lenguaje animal, de «domesticación»-.
Zorro,
de Franz Marc, 1880-1916
Gentileza del Museo Von der Heydt de Wuppertal (Alemania)
- «Ven
a jugar conmigo -le propuso el principito-. ¡Estoy tan
triste!...
-
No puedo jugar contigo -dijo el zorro-. No estoy domesticado.
-
¡Ah! Perdón -dijo el principito.
-
Pero, después de reflexionar, agregó:
-
¿Qué significa ´domesticar´ ?
-
(...) Es una cosa demasiado olvidada -dijo el zorro-. Significa
'crear lazos ...'
- ¿Crear
lazos?
- Sí
-dijo el zorro-. Para mí no eres todavía más
que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te
necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti
más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero,
si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás
para mí único en el mundo. Seré para
ti único en el mundo...»8
«He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien
sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los
ojos». «El tiempo que perdiste por tu rosa hace
que tu rosa sea tan importante»8.
La lección está clara: El encuentro no es producto
de un mero acercamiento físico; es fruto de
un ensamblamiento paciente y generoso de dos ámbitos
de vida que «saben lo que buscan», como los niños.
«Pierden
tiempo por una muñeca de trapo y la muñeca se
transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca,
lloran». «Tienen suerte -dijo el guardaagujas9.
Efectivamente,
tienen suerte porque convierten un objeto en ámbito
y hacen posible con ello el encuentro, acontecimiento que
nos realiza como personas. Si los niños lloran al quitarles
la muñeca, no es por perder un objeto sino por quedar
privados de una relación de encuentro.
3
Cf. El principito, Alianza Editorial, Madrid 1972,
2ª ed., p. 13; Le petit prince, Harbrace Paperbound
Library, Harcourt, Nueva York 1943, p. 5.
4
Cf. El principito, págs. 23-24; Le petit
prince, págs. 16-17.
5
Entre los autores contemporáneos, el que tal vez insistió
más enérgicamente en esta idea fue Gabriel Marcel,
para el cual el ser humano no es «inventariable»,
no se reduce a un conjunto de datos. Cf. Position et approches
concrètes du mystère ontologique, Vrin, Paris
1949 (Aproximación al misterio del ser, Encuentro,
Madrid 1987); Les hommes contre l'humain, La Colombe,
Paris 1951 (Los hombres contra lo humano, Hachette, Buenos
Aires 1955).
6
Cf. El principito, p. 76; Le petit prince, p.
76.
7
Cf. El principito, págs. 80-82; Le petit prince,
págs. 78-79.
8
Cf. El principito, p. 87; Le petit prince,
p. 87.
9
Cf. El principito, p. 89; Le petit prince, p. 89.
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