Si
cumplo las condiciones del encuentro, sigo un proceso fecundísimo
de perfeccionamiento personal. Comienzo por reconocer de buen
grado que las otras personas constituyen centros de iniciativa,
igual que yo, abarcan cierto campo, ejercen influjo sobre otras
realidades y son influidas por ellas. Lo acepto gustoso porque
presiento que esta multiplicidad de seres valiosos es una fuente
de posibilidades y de riqueza para todos.
Cuando
nuestra meta en la vida es colaborar, crear formas de unidad
solidarias y fecundas, ganamos la capacidad de enriquecernos
mutuamente, entregarnos sin perdernos, ofrecer a los otros posibilidades
de vida sin amenguar las nuestras, antes incrementándolas.
He aquí en juego, nuevamente, una de las «leyes»
o constantes de la vida personal creativa: Los bienes espirituales
y los valores no se amenguan al compartirse; acrecientan su
calidad. Compartir la belleza de un concierto o un poema no
equivale a repartir una tarta; es una actividad de orden superior.
Si comparto contigo mis posibilidades y tú las aceptas
activamente, creamos conjuntamente un campo de juego y
ampliamos nuestro ámbito de vida. Al tomar conciencia
de que estamos en camino de plenitud, sentimos alegría,
gozo, que no coincide siempre con el goce.
La
alegría alcanza el grado de entusiasmo cuando
nos encontramos con una realidad muy valiosa que nos ofrece
grandes posibilidades, de forma que, al asumirlas activamente,
salimos de nuestro estado cotidiano y nos elevamos a lo mejor
de nosotros mismos. La palabra griega «enthousiasmós»
significa «estar sumergido en lo divino», es decir:
en lo perfecto -en cuanto a bondad, belleza, justicia...-. Por
otra parte, salida de sí se dice en griego «ec-stasis».
El concepto de «eros» en Platón significa la
salida ascendente del hombre hacia «lo divino»,
«lo perfecto». En Plotino, el desarrollo del hombre
se da por la vía de ascenso hacia la unidad que él
denomina precisamente «éxtasis». (Esta salida
de sí ascendente se contrapone a la salida de
sí hacia la soledad y la destrucción que constituye
una forma de vértigo, según veremos).
Uno se entusiasma cuando advierte que está realizando
plenamente lo que intuye de alguna forma que es su propia vocación
y misión en la vida. Al bordear de este modo
la plenitud, sentimos felicidad, y ésta se traduce
en los sentimiento de amparo, paz, júbilo festivo.
No nos sentimos amparados cuando logramos controlarlo todo
y dominarlo, sino cuando nos entregamos confiadamente al riesgo
del encuentro. Este amparo se traduce en honda paz y
en el júbilo propio de los acontecimientos festivos.
Cuando hay encuentro, hay fiesta, incluso en condiciones
difíciles, y se transfigura el tiempo y el espacio.
Una vez que el principito y el piloto se encontraron de veras,
y aprendieron el secreto de la amistad y dispusieron el ánimo
para «volver a los suyos», todo se transfiguró
a su alrededor:
1.
Los espacios siderales.
«Tú
tendrás estrellas como nadie las ha tenido»,
le dijo el principito al piloto. «Cuando mires al
cielo, por la noche, como yo habitaré en medio de ellas,
como yo reiré en una de ellas, será para ti
como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás
estrellas que saben reír!»22
2.
La muerte.
«Parecerá
que he muerto y no será verdad», indicó
el principito23.
3.
El paisaje.
«Es
un gran misterio. Para vosotros, que también amáis
al principito, como para mi, nada en el universo sigue siendo
igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero
que no conocemos ha comido, sí o no, a una rosa».
«Este es para mí el más bello y más
triste paisaje de la tierra. Es el mismo paisaje de la página
precedente, pero lo he dibujado una vez más para mostrároslo
bien. Aquí fue donde el principito apareció
en la Tierra, y luego desapareció"24.
La
exultación festiva propia del encuentro es una fuente
inagotable de júbilo. Testimonios dramáticos
de personas sometidas a situaciones límite nos confirman
en la idea de que el encuentro redime al hombre del abatimiento
que produce el dolor y la frustración extrema. Esta convicción
nos abre mil posibilidades de obtener consuelo en momentos duros,
en los que parece cerrado todo horizonte de mejora.
El
proceso de «éxtasis» -o «elevación
a lo mejor de nosotros mismos»- al principio nos exige
todo, porque parte de una actitud de generosidad y desinterés;
nos lo promete todo, y nos concede todo al final: nos lleva
a plenitud. He ahí por qué el que da y se da no
se pierde, no se enajena o aliena; alcanza su plena identidad
personal, su madurez como persona.
22
Cf. El principito, págs. 104-105; Le petit prince,
p. 104.
23
Cf. El principito, p. 106; Le petit prince, p.
106.
24
Cf. El principito, págs. 111-113; Le petit prince,
págs. 111-113.
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