Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 5ª: El encuentro y el descubrimiento del ideal

El encuentro y el descubrimiento del ideal

Es un privilegio del ser humano poder descubrir valores, darse cuenta de que una realidad o una acción encierran un valor. Mayor distinción implica, todavía, la capacidad de percibir el diferente rango que muestran los distintos valores y establecer una determinada «escala de valores».

1. La meta de la vida es crear modos elevados de unidad

A medida que descubrimos en la experiencia diaria los frutos del encuentro, nos percatamos de que el valor de la vida en unidad es primordial y decisivo; se halla en el origen de nuestra existencia y en su plenitud, ya que venimos del encuentro y nos sentimos llamados al encuentro. El encuentro, rectamente entendido y vivido, nos da luz, sentido, energía, madurez. Cuando hay encuentro, todo cobra valor y se transfigura. Al darnos cuenta de que fundar los modos más altos de unidad constituye el valor supremo, el que inspira e impulsa a todos los demás y los sostiene como una clave de bóveda, advertimos que crear encuentros supone en nuestra vida una meta, un ideal.

El ideal no es una mera idea; es una idea motriz que nos impulsa a vivir con hondura y autenticidad. Este impulso procede del alto valor que encarna y expresa tal idea.

Debido a ello, un ideal nuevo inspira una vida nueva:

  • Si adoptamos el ideal del egoísmo y dirigimos nuestras potencias y posibilidades a la satisfacción de nuestros intereses particulares, quedamos atrapados en la rueda dentada del vértigo*, que nos conduce a la destrucción de forma casi inexorable. Los seres humanos no perdemos nunca del todo la libertad y la capacidad de cambiar de orientación. Pero esta capacidad y esa libertad disminuyen a medida que caemos más hondo en el vértigo.
  • En cambio, si consagramos nuestra existencia al bien de los demás, a fundar modos auténticos de vida comunitaria, abierta y comprometida, nos encaminamos por la vía del encuentro, que nos desarrolla al máximo1.

Tal vez el lector me pregunte por qué el ideal de la unidad y la solidaridad es el ideal ajustado al ser del hombre. Acierta al preocuparse por esta cuestión, pues la elección del ideal determina la orientación de nuestra vida y no podemos realizarla de modo arbitrario. Si yo propusiera el ideal de la unidad y solidaridad sólamente porque responde a mi inclinación personal, ese ideal no sería vinculante para los demás. Afortunadamente, no es así.

Concedo primacía a dicho ideal por estar convencido de que responde al ser mismo del hombre, que es -según la investigación actual más cualificada- «un ser de encuentro»2. El encuentro constituye una forma muy alta de unidad. Para crear formas elevadas de unidad, debemos entrar en relación con otras realidades, recibir las posibilidades que ellas nos ofrecen y ofrecerles las nuestras. El hombre vive como persona, se desarrolla y perfecciona como tal al entretejer su ámbito de vida con el de otras personas.

Esta condición básica de nuestra realidad personal la rechazamos cuando somos egoístas y nos clausuramos en nuestra soledad. Al hacerlo, actuamos contra nuestro verdadero ser y lo falseamos, pues «los hombres no son islas», como bien indicó el poeta inglés John Donne. El que se empeña en serlo y se aísla hoscamente se lanza por la vía del vértigo y se entrega a una forma de soledad asfixiante, destructiva. A la inversa, el que se abre a los demás generosamente se adentra por la vía del encuentro, que lo lleva a plenitud. Podemos decir con toda razón que el hombre no tiene un solo centro, como la circunferencia, sino dos, como la elipse: el yo y el tú. Por eso afirma M. Buber que «la vida del hombre es encuentro»3.

Vemos ahora con claridad que el ideal del aislamiento egoísta bloquea al hombre y lo destruye. Por el contrario, el ideal de la entrega oblativa lo eleva a su cota más alta de perfección. He aquí cómo el cambio de ideal lo transforma todo. ¿De qué modo se realiza esta transformación? ¿Qué aspectos de la vida del hombre se alteran cuando éste cambia el ideal?

1 Estos modos de experiencia son analizados ampliamente en mi obra Vértigo y éxtasis. Bases para una vida creativa, PPC, Madrid 1992, 2ª ed.

2 De la numerosa bibliografía al respecto, cito sólamente dos libros muy accesibles al lector hispano: J. Rof Carballo: El hombre como encuentro, Alfaguara, Madrid 1973; M. Cabada Castro: La vigencia del amor, San Pablo, Madrid 1994.

3 Cf. Yo y tú, Caparrós, Madrid 1993, p. 8; Ich und du, en Die Schriften über das dialogische Prinzip, L. Schneider, Heidelberg 1954, p. 8.


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