Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 5ª: El encuentro y el descubrimiento del ideal
3. La adopción del ideal del egoísmo lleva al vértigo5

El proceso de vértigo es impulsado por una opción fundamental de egoísmo. Si soy egoísta, considero cuanto me rodea como medio para mis fines, es decir, como un conjunto de objetos útiles. Al encontrar, por ejemplo, una persona atractiva, la tomo como una fuente de gratificaciones para mí, y deseo poseerla a fin de ponerla a mi servicio.

Cuando movilizo las tácticas de seducción y llego a poseer aquello que enardece mis instintos, siento una peculiar euforia, una exaltación interior que se asemeja a una llamarada de hojarasca, súbita, potente y fugaz.

Esta euforia primera se trueca rápidamente en una devastadora decepción al advertir que domino esta realidad placentera pero, justamente por ello, no puedo encontrarme con ella.

El encuentro, para darse, exige que cada uno respete la condición de «ámbito» que tiene el otro. El que quiere dominar a otra persona no la respeta; la reduce a mero medio para sus fines, es decir, la toma como objeto.

Según hemos dicho, los hombres somos «seres de encuentro» -vivimos como personas y nos desarrollamos como tales al crear diferentes modos de encuentro-. Consiguientemente, si no nos encontramos, nos sentimos decepcionados y tristes. La tristeza surge al percatarse uno de que no se está desarrollando como persona. Toda tristeza responde a un vacío interior. Cuando renuncio al encuentro por el afán de poseer, dominar y disfrutar, me vacío de lo que más necesito para vivir con plenitud.

Si esa renuncia se realiza una y otra vez porque adopto siempre la misma actitud básica de egoísmo, el vacío se incrementa progresivamente. Al hacerse abismal y asomarme a él, siento esa especie de vértigo espiritual que denominamos angustia. Nos sentimos angustiados cuando no tenemos solidez en nuestra vida porque nos falla lo que nos centra como personas y nos vemos descentrados, literalmente desquiciados, como una elipse que ha perdido uno de sus dos centros.

La angustia, cuando es irreversible porque no estamos en disposición de cambiar nuestra opción fundamental de egoísmo, provoca la desesperación, la conciencia amarga de que nos hemos cerrado todas las vías hacia la madurez personal, de modo que nos vemos lúcidamente ante el abismo pero no somos capaces de volver atrás.

Esta forma de desesperación nos lleva a una situación de soledad absoluta, soledad de desarraigo y «des-ambitalización»* que nos bloquea y destruye como personas.

El vértigo es un proceso que al principio no nos exige nada; nos halaga incitándonos a elegir cuanto nos gusta, nos promete una rápida y conmovedora plenitud y al final nos sume en una soledad asfixiante. La caída en cualquier forma de vértigo -embriaguez, droga, ludopatía, poder, velocidad...- amengua la capacidad de crear formas de unidad entrañables con el entorno, nos enceguece para los valores más altos y nos lleva a invertir la escala de valores.

Esta «subversión de valores» va unida con el fenómeno del «nihilismo» *, término que significa, en este caso, la tendencia a negar que la vida humana tenga un sentido asumible de modo lúcidamente racional6.

5 Los procesos de vértigo y éxtasis son analizados con amplitud en mi obra Vértigo y éxtasis. Bases para una vida creativa, PPC, Madrid 1992, 2ª ed.

6 Este tema lo explano en la obra La revolución oculta. Manipulación del hombre y subversión de valores, PPC, Madrid 1998.

 


Internet


Internet
Netscape Communicator - Resolución 800x600 - Fuentes grandes

Última modificación: