Al
adensar los ámbitos, el lenguaje nos permite dominar
en alguna medida ciertas situaciones indefinidas. Sientes un
dolor difuso en un costado y te preocupas. El médico
le pone un nombre a tal dolencia. Con ello, todo adquiere límites
precisos. Esta precisión indica dominio de las circunstancias,
que puede traducirse, según el tipo de enfermedad, en
alivio o en desolación. El lenguaje se nos manifiesta
como un fenómeno ambivalente. Esta característica
se acentúa a medida que ahondamos en su estudio.
Merced al lenguaje, podemos tomar distancia de las realidades,
verlas en conjunto, sobrevolar el tiempo y el espacio, aludir
a conjuntos de acontecimientos y seres, ensamblarlos en diversas
formas de unidad. Esta distancia funda un campo de libre
juego entre el hombre y su entorno, en el que figura su
misma realidad, de la que puede desdoblarse. En ese campo de
juego es posible elegir, con vistas a la realización
de proyectos. El lenguaje es una fuente de libertad y
creatividad.
Al movilizar los poderes antedichos, el lenguaje nos permite
comunicarnos, transmitir de forma inequívoca, bien perfilada,
realidades y acontecimientos de contornos borrosos que se entrelazan
entre sí de forma cada vez más compleja. Dices
que «Napoleón ganó la batalla de Austerlitz»
y condensas de forma rapidísima mil realidades concatenadas.
Por el mero hecho de existir en nuestra vida, el lenguaje nos
instala en tramas de realidades y sucesos; nos sugiere
que nuestro verdadero entorno es una red fecundísima
de ámbitos que, en parte, debemos contribuir a fundar;
nose reduce a un conjunto de cosas, externas y extrañas
a nuestras vidas4.
Por
derecho propio, el lenguaje es el vehículo expresivo
de las diversas relaciones de encuentro que fundamos en nuestra
vida. Debido a ello, ejerce una función decisiva
en el proceso de nuestro desarrollo personal.
4
Cf. J. Ortega y Gasset: El hombre y la gente, Revista
de Occidente, Madrid 1957, p. 74.
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