Si
el lenguaje auténtico va vinculado de raíz a la
creación de relaciones de encuentro, y éste sólo
se da entre ámbitos, no entre objetos, el hombre que
tiende al ideal de la unidad -ideal de crear con las realidades
del entorno las formas más elevadas de unidad que sea
posible- procura conceder a las palabras su poder de evocar
todo lo que implica cada realidad.
Zurbarán,
San Hugo en el refectorio (detalle)
(Museo de Bellas Artes de Sevilla)
Dices
«pan», y no aludes únicamente a ese objeto
que se halla sobre la mesa y puede ser medido, pesado, manejado...
Evocas
toda una serie de interrelaciones: el campesino y sus padres,
que le enseñaron el arte de trabajar la tierra y le donaron
unas semillas; el campesino y la tierra en la que deposita las
semillas con confianza; las semillas, la sustancias alimenticias
de la tierra, el agua, la lluvia, el viento, el sol que dora
la mies... La palabra «pan» alude a diversas realidades
que hubieron de confluir a su tiempo para dar lugar a los frutos
del campo: trigo, maíz, centeno...
Pronuncias
la palabra «yo», y ves que tu atención se lanza
hacia las palabras «tú» y «nosotros»,
de la misma forma que el término «persona»
se vincula de por sí con el término «comunidad»,
formando el «anillo de conceptos» de que hablaba Heidegger.
«Esto
es lo que constituye la esencia del lenguaje -de la palabra-
en su espiritualidad: que el lenguaje es algo que se da entre
el yo y el tú, entre la primera y la segunda persona
(...); algo que, por una parte, presupone la relación
del yo y el tú, y, por otra, la establece»10.
Cada palabra, bien entendida y pronunciada, crea a su alrededor
un ámbito de resonancia, correlativo al «nudo
de relaciones» en que consiste cada realidad, vista en
toda su amplitud. Por eso la palabra auténtica
se complementa con el silencio auténtico, que
nos permite acoger al mismo tiempo diversas realidades interrelacionadas.
En este sentido, toda palabra verdadera es silenciosa,
no se enquista en una realidad solitaria, se abre a las tramas
de relaciones que confieren a cada ser su plenitud de sentido11.
Si la vida espiritual implica un dinamismo creador de relaciones
personales, queda patente la razón de largo alcance por
la que afirma Ebner que «la palabra es el medio en el que
se perciben las entidades espirituales como lo es la luz respecto
a las cosas físicas»12.
Merced a la luz física podemos ver en conjunto cada realidad
y cada trama de realidades corpóreas, objetivas.
El lenguaje nos permite tomar cierta distancia y ganar perspectiva
para percibir la trama de ámbitos que da toda
su envergadura y su pleno sentido a cada realidad y descubrir
el incremento de sentido que va adquiriendo todo ser al hilo
del decurso creador de nuevas relaciones.
De ahí que no podamos utilizar el lenguaje como si fuera
un utensilio hecho de una vez por todas. El lenguaje es una
realidad viva. Debemos dar libertad a cada palabra y, en ella,
a cada concepto, para que vivan su vida de interrelación,
cobren nuevos sentidos, maticen los ya adquiridos, limen sus
aristas, ganen madurez. El término libertad, por
ejemplo, no puede entenderse a solas; debe entrar en juego con
creatividad, ideal, norma, cauce..., y en ese juego -que
es fuente de luz- irá precisando su sentido cabal13.
Visto
y vivido el lenguaje como un lugar de entreveramiento de diversos
ámbitos, que son otros tantos centros de iniciativa creadora
y expresiva, descubrimos que es una fuente de sentido.
Goethe aúna varias palabras cotidianas en el dinamismo
de un verso: «Auf allen Gipfeln ist Ruh»: en todas
las cumbres hay calma. Este verso es un campo de iluminación
del sentido de profundo sosiego que presentan los momentos cumbre
de la existencia. No es un medio para expresar algo ya
conocido. Es el lugar en el cual ese contenido queda
luminosamente plasmado, o todavía mejor: se ilumina
y patentiza. Lo expresó inigualablemente K. Jaspers
en su magna obra sobre la verdad:
«Palabras
y frases no son meros signos de cosas, sino expresión
de procesos, recuerdo y suscitación de los mismos;
hacen surgir algo que sólo en ellas y a través
de ellas existe»14.
10
Cf. F. Ebner: Das Wort und die geistigen Realitäten,
págs. 271-272; La palabra y las realidades espirituales,
p. 27.
11
Estas palabras silenciosas son la base del lenguaje poético.
Cf. El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa,
PPC, Madrid 1993, p. 111. (Nueva edición remodelada:
Inteligencia creativa. El descubrimiento personal de los
valores, BAC, Madrid, en prensa). El silencio nos «recoge»
para que podamos «sobrecogernos» ante lo valioso.
12
Cf. Fragmente, Aufsätze, Aphorismen. Zu einer Pneumatologie
des Wortes, Kösel, Munich 1963, p. 696. Sobre la relación
de la palabra y el silencio, pueden verse mis obras: El arte
de pensar con rigor y vivir de forma creativa, págs.
259-263; El encuentro y la plenitud de vida espiritual,
Ediciones Claretianas, Madrid 1990, págs. 37-53.
13
Sobre el juego como fuente de luz -cuestión decisiva
en Hermenéutica-, pueden verse mi Estética
de la creatividad, Rialp, Madrid 31998, caps.
1-12, y El encuentro y la plenitud de vida espiritual,
págs. 55-195.
14
Cf. Von der Wahrheit, Piper, Munich 1947, p. 104.
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