Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 6ª: El lenguaje, vehículo del encuentro y la creatividad
5. Diversos modos de relación entre palabra y silencio

La palabra creativa -que expresa ámbitos de realidad y funda nuevos ámbitos- lleva en sí y exige de por sí el silencio auténtico -la atención simultánea y recogida a diversas realidades o diversos aspectos de una realidad-. Ambos -silencio y palabra- se potencian y enriquecen mutuamente. El silencio auténtico -campo de resonancia de la palabra creativa- precede a la palabra que es mero medio para significar algo, no medio en el cual se fundan determinados ámbitos. El silencio de contemplación o sobrecogimiento nutre a la palabra signitiva -mero medio de comunicación-, le da plenitud de sentido, relieve, densidad. A su vez, dicho silencio cobra su valor de la palabra creativa con la que va necesariamente unido.

El silencio verdadero no equivale a soledad desvinculada, sino a recogimiento sobrecogido ante lo valioso. Por eso hace posible la palabra poética, la mítica y la narrativa. Estos tipos de palabra expresan más de lo que dicen porque viven de la plenitud de realidad que vibra en el silencio, en la atención silenciosa a las realidades desbordantes de sentido.

Al silencio contemplativo y, por tanto, a la palabra creativa se opone el silencio de mudez, la resistencia a pronunciar palabras que pueden llegar a ser el medio en el cual se fundan ámbitos de convivencia.

La palabra creativa, y con ella el silencio contemplativo, se oponen a la cháchara banal, que no implica modo alguno de voluntad creativa por parte del hombre.

"Habiendo en la palabra todo el misterio y toda la luz del mundo, deberíamos hablar como encantados, como deslumbrados. Porque no hay nombre, por ínfima cosa que nos represente, que no haya nacido en un instante de inspiración, reflejando algo de la luz infinita que engendró el mundo. ¿Cómo podemos, pues, hablar tan fríamente y en tal abundancia? Por esto solemos escucharnos unos a otros con tanta indiferencia, porque el hábito del demasiado hablar y del demasiado oír embota en nosotros el sentimiento de la santidad de la palabra. Deberíamos hablar mucho menos y sólo por un profundo anhelo de expresión (...)" (Juan Maragall)15.

Para adquirir la riqueza que corresponde a su vocación y misión, el hombre debe entrar en el ámbito sobrecogido del silencio, visto como la actitud correspondiente a la palabra de respuesta que ha de dar a la invitación que le hizo el Creador a vivir a su imagen y semejanza, es decir, de manera eminentemente creativa. Por ser fruto de una doble relación -con sus padres y con el Creador- y estar llamado a crear nuevas relaciones, el hombre es a la vez locuente y silencioso16.

Se habla con sentido desde la plenitud del silencio. Se calla con sentido desde la plenitud de la palabra. Es una experiencia reversible: se recoge uno para sobrecogerse; el hombre sobrecogido tiende a recogerse más. El recogimiento no implica soledad de alejamiento sino distancia de perspectiva que permite entrañarse más hondamente en la realidad.

"¿No habéis entrado alguna vez en un bosque muy grande, sobrecogidos por aquella quietud llena de vida que parece una adoración de toda la Tierra? Así adoran las almas de los enamorados en el brillo silencioso de las miradas. (...) Así hablan también los poetas. Porque ellos son como enamorados de todo lo del mundo, y también miran y se estremecen mucho antes de hablar. Míranlo todo y se encantan, y después cierran los ojos y hablan en la fiebre: entonces dicen alguna palabra creadora, y semejantes a Dios en el primer día, de su caos brota la luz. Por esto la palabra del poeta brota con ritmo y luz, con el ritmo luminoso de la belleza: éste es el hechizo del verso, único lenguaje verdadero del hombre". (Juan Maragall)17

La vida humana tiene como meta fundar modos relevantes de unidad. Para captar la grandeza de tales formas de unión, se requiere atención sinóptica, silencio. Perdido este tipo de silencio, se pierde el auténtico lenguaje y se precipita uno en el vacío de la cháchara. Con ello se desmorona toda forma de convivencia digna.

He ahí por qué la vida del hombre queda seriamente comprometida cuando se malentiende la relación contrastada entre silencio y palabra como un dilema. Los contrastes constan de dos términos que se complementan entre sí. Los dilemas están constituídos por términos que se desgarran y obligan al hombre a optar entre uno u otro. La palabra y el silencio verdadero no forman un dilema sino un contraste. La convivencia verdadera se funda en una palabra comprometida de amor. Y ésta es por sí misma silenciosa.

15 Cf. Vida escrita, p. 48.

16 En la obra Diagnosis del hombre actual (Cristiandad, Madrid 1966) muestro que todas las características básicas del hombre actual -desmitización y despoetización del mundo, amortiguamiento de la fe religiosa, pérdida de la capacidad expresiva y simbólica, masificación...- arrancan de su alejamiento de lo profundo, lo valioso, e indico que la salida a esta crisis consiste en volver a la práctica del recogimiento y el sobrecogimiento.

17 Cf. Vida escrita, p. 49.


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