Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 6ª: El lenguaje, vehículo del encuentro y la creatividad
6.Vertientes de la vida que deben ser silenciosas

Si entendemos por silencio la atención a realidades y acontecimientos complejos, queda de manifiesto que el conocimiento de las personas y el trato con ellas, la percepción de los fenómenos expresivos -el cuerpo humano como manifestación del espíritu, las obras artísticas y literarias...-, la relación con el Ser Supremo y otras actividades semejantes deben realizarse con una actitud silenciosa, es decir: respetuosa y contemplativa. Contemplar es ver en relieve, vibrar con todas las implicaciones de una realidad y participar en ellas. Implica una actitud receptiva y activa.

Lo contrario del respeto que implica el silencio es la invasión posesora. Si se considera la intimidad humana como un objeto a conquistar, se destruye toda posibilidad de entrar en presencia de la misma, conocerla, hablar con ella, intimar. La palabra que le dirigimos está falta del necesario silencio. La intimidad de una persona se nos torna accesible cuando nos situamos cerca de ella pero a cierta distancia. Esta distancia de perspectiva implica silencio, respeto a la condición compleja y rica de dicha realidad.

De lo antedicho se desprende que el espacio propio del amor es el silencio, campo de encuentro del que parte toda palabra acogedora y al que retorna para nutrirse de nuevo. El seductor no guarda silencio, no enamora; domina con una cascada de palabras tan vanas como brillantes. No se dirige a la inteligencia del seducido ni apela a su voluntad libre; intenta encandilarlo y arrastrarlo. Por eso actúa con precipitación de ilusionista a fin de no dejarle tiempo alguno de reflexión. Este espacio de silencio sería una fuente de luz que pondría al descubierto la falacia del seductor.


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