Una
vez analizado el lenguaje a la luz de una teoría aquilatada
de los «ámbitos», las «experiencias reversibles»,
el «encuentro», la «creatividad» y la «unidad»
-como valor supremo o «ideal» de la vida humana-,
estamos en disposición de comprender a fondo el carácter
dialógico del ser humano.
Toda realidad que me ofrece posibilidades para actuar con sentido
constituye para mí un «ámbito», sin
dejar de presentar una vertiente «objetiva». Esas
posibilidades encierran para mí un valor, y todo
valor pide ser realizado. Ofrecer posibilidades significa, pues,
una apelación, una invitación a asumir
activamente tales posibilidades. Este tipo de recepción
activa constituye el núcleo de la creatividad.
Las realidades que nos apelan a participar en una tarea
creativa ostentan un «carácter verbal»18.
Tener el sentido de la palabra significa vivir dialógicamente,
mantenerse atento a la llamada de los valores -de las posibilidades
que se nos ofrecen en orden a realizar nuestro verdadero ideal-
y estar dispuestos a asumirlos activamente. La respuesta positiva
a esa apelación nos hace «responsables», en
el doble sentido de responder a los valores y responder
de los frutos que produce tal decisión.
Vivir en diálogo implica:
- ajustarnos
a la condición de seres que deben realizarse en un
entorno de ámbitos;
- vivir
de forma creativa, responsable, valiosa;
- hallarnos
siempre en camino hacia nuestro pleno desarrollo personal.
La vida dialógica, relacional, abierta constantemente
a formas de encuentro más depuradas y valiosas, nos pone
en verdad, nos otorga una plena identidad personal, nos abre
a horizontes de insospechada novedad y riqueza. Por eso, aunque
entraña los riesgos propios de la actividad creadora,
la vida dialógica es fuente de paz y amparo espiritual.
Ser
locuente es una característica ineludible de un ser
que procede de una trama de relaciones y sólo puede existir
fundando vínculos de todo orden. El lenguaje nos otorga
el don excelso de poder movernos con cierta seguridad y precisión
en un mundo de relaciones oscilantes, que, visto desde el plano
de los objetos, parece un océano de ambigüedad y
labilidad.
18
Desde la perspectiva teológica, R. Guardini extiende
el carácter verbal a todas las realidades creadas: "Todas
las cosas proceden de la palabra divina y tienen, por eso, ellas
mismas carácter verbal. No son meras realidades. No son
tampoco algo real que tiene sentido pero se halla en un espacio
mudo. Son palabras del que habló con poder creador y
van dirigidas al 'que tiene oídos para oir' " .
"Todas las cosas son palabras de Dios dirigidas a la creatura
que está determinada por esencia a vivir con Dios en
una relación yo-tú" (Cf. Welt und Person,
págs. 110, 113; Mundo y persona, págs.
205-208).
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