Cuando,
en La tragedia de Macbeth (Shakespeare), la esposa de
Macbeth ve las manos ensangrentadas de éste, tras el
asesinato del rey Duncan, le indica que se las lave. Y él
responde, angustiado: "¿Todo el océano inmenso de Neptuno
podría lavar esta sangre de mis manos? ¡No! ¡Más
bien mis manos colorearían la multitudinosa mar, volviendo
rojo lo verde!"(7).
El término océano se entiende aquí
en el plano objetivo, físico. El término
lavar presenta un mismo significado y dos sentidos: el
lavar físico y el lavar ético, o purificar. El
primero consiste en desplazar físicamente la sangre de
las manos. El segundo, en purificar las manos de la mancha moral
que supone un asesinato. El sentido del término lavar
depende, en este contexto, del que demos seguidamente al vocablo
sangre. Este puede aludir al líquido que circula
por nuestras venas, o bien puede ser tomado como signo de un
acto criminal. En este último sentido, un poco de sangre
no puede ser lavada por todo el agua del océano, pues
son dos realidades que se hallan en planos distintos. La mancha
moral no puede ser borrada con medios objetivos. Las manos asesinas
no se purifican al ser lavadas. Puede decirse,
al contrario, que ellas en el aspecto ético ensucian
cuanto tocan. Océano y mar son aquí
imágenes de todos los aspectos de la vida humana que
pueden ser envilecidos por acciones injustas. De ahí
la metáfora de que las manos ensangrentadas teñirían
de rojo el océano verde.
Notemos
cómo, para interpretar debidamente este bello texto,
tenemos que oscilar del nivel objetivo, físico, al nivel
ético, lúdico(*)
-nivel en el que se crean relaciones armónicas o colisionales-
y de éste a aquél.
Leer textos literarios de calidad contribuye a nuestra formación
personal porque nos impulsa a movernos en distintos planos de
realidad y a ver cómo ciertas realidades y acontecimientos
integran dos o más modos diferentes de realidad. Esta
flexibilidad mental amplía considerablemente nuestra
visión de la realidad y de la vida.
7 Cf.
W. Shakespeare: O. cit., ActoII, Escena II; Obras
Completas, Aguilar, Madrid 1943, p. 1225.

|