Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 1ª: El descubrimiento de dos niveles de realidad distintos y complementarios.
  1. El nivel de los objetos y el nivel de los ámbitos
  2. El salto al nivel "ambital"
  3. Oscilación entre el nivel objetivo y el nivel ambital-ético
  4. La interferencia de dos planos de realidad es fuente de expresividad muy honda
  5. Ejercicios para descubrir los ámbitos y sus características
  6. Ideas para una síntesis
  7. Textos y cuestiones para autoevaluación

4. La interferencia de dos planos de realidad es fuente de expresividad muy honda

En la escena II del Acto IV de Hernani (Victor Hugo), Don Carlos visita el sepulcro del emperador Carlomagno, y exclama:

"¡Aquí reposa Carlomagno! ¿Cómo puedes, sepulcro sombrío, contenerle sin estallar? ¿Estás ahí, gigante de un mundo creador, y puedes extender en el sepulcro toda tu altura? (...) ¡Haber sido más grande que Aníbal, que Atila, tan grande como el mundo... y que todo quepa aquí! ¡Conquistad un imperio arteramente..., y ved el polvo que hace un emperador!" (7b).

En el aspecto estético se trata de un texto muy bello y expresivo. ¿En qué se basa fundamentalmente su expresividad y su belleza?

Las exclamaciones de Don Carlos son bellas por ser expresivas, y son expresivas porque en ellas se interfieren constantemente planos de realidad distintos. Don Carlos contempla el sepulcro con sus dimensiones reducidas, ajustadas al tamaño físico de un ser humano, y manifiesta su extrañeza de que pueda caber en él un personaje tan importante que mereció el sobrenombre de "magno". Pero ¿es verdad que "Carlomagno" yace en el sepulcro? De ningún modo. Lo que reposa en él son sus restos corporales. Y ¿un emperador hace polvo? Tampoco. Un emperador, en cuanto tal, no perece con la muerte física; perdura en sus obras e instituciones, en el influjo que ejerce sobre la posteridad. Una persona que encarna y dirige un imperio es una realidad que abarca cierto campo; constituye un "campo de realidad", un "ámbito", no un mero "objeto". Los cuerpos y los objetos tienen límites precisos, y pueden ser medidos y delimitados. Los "ámbitos" superan los límites corporales y se relacionan y entreveran con otros ámbitos. Cada uno de nosotros, en cuanto seres corpóreos, tenemos contornos fijos y ocupamos un cierto espacio, fácilmente medible con una cinta métrica. Pero, en cuanto personas, desbordamos los límites del cuerpo y fundamos toda una red de relaciones que constituyen nuestro "mundo propio". Toda persona mira hacia el pasado para recoger posibilidades de acción, y se dirige al futuro para configurarlo mediante los proyectos de vida que va trazando. Ocupa, así, cierto campo de realidad y constituye un "ámbito".

Esta capacidad de abrirse, de tener influjo sobre otros seres y ser influído por ellos la debe el hombre al hecho de ser una realidad de alto rango, más perfecta que las cosas, las plantas y los animales. El hombre tiene conciencia -cada día más viva- de ser un yo individual, distinto de los demás, responsable de sus actos. Pero sabe que no puede vivir como persona a solas; necesita de cuanto le rodea: oxígeno para respirar, alimentos para nutrirse, personas para encontrarse, obras culturales para enriquecerse espiritualmente, valores para dar sentido a su vida...

Esta doble condición del hombre -el estar vuelto sobre sí y abierto al entorno- no implica una contradicción sino un contraste. Aprender a considerar como contrastes muchas aparentes contradicciones u oposiciones es una tarea decisiva del proceso de formación humana. Si la llevamos a cabo, ganaremos una especial clarividencia y lucidez de espíritu. Gustavo Thibon nos lo advirtió en forma negativa al afirmar que "uno de los signos cardinales de la mediocridad de espíritu es ver contradicciones allí donde sólo hay contrastes" (8).

Desde esta perspectiva, volvamos al análisis de la frase de Victor Hugo. Un emperador, en cuanto gobernante, es un "ámbito de vida", no se reduce a cuerpo. Por eso resulta asombroso que quepa en la angosta oquedad de una tumba. El autor finge ignorar la distinción entre hombre como ser corpóreo y hombre como ser ambital, y ve al emperador reducido a un desecho físico conservado en un sepulcro. Este salto de un nivel de realidad a otro distinto es la raíz de la fuerza expresiva de las frases analizadas: "¡Carlomagno está aquí!..."

En este texto, el salto acontece de arriba abajo. Don Carlos considera al emperador Carlomagno como un simple cuerpo; lo rebaja de nivel. Macbeth, en cambio, no ve la sangre como un mero líquido que puede ser diluido en el agua y desplazado de las manos. La toma como signo de un acto muy negativo en el aspecto ético. La eleva de plano. Intuye que la acción que ha realizado es el comienzo de una vida de vértigo siniestra. Toda ella estará marcada por la orientación hacia el vértigo de la ambición de poder. El acto de matar al rey manchará toda su vida, con un tipo de mancha moral que ninguna realidad terrena puede borrar aunque su poder sea inmenso como el océano. Por eso piensa en el mar, y afirma -en nivel ético- que toda su agua no será capaz de lavar la poca sangre que pueda quedar adherida a unas manos asesinas. Al contrario, estas manos destructoras del recto orden de las cosas alterarán la faz de ese océano que es una vida llena de avatares.

Estos textos nos instan a estar alerta ante los cambios de nivel de realidad. Acostumbrarnos a descubrir al vuelo el plano de realidad en que nos estamos moviendo en cada momento o se mueve el personaje de una obra literaria o la persona con la que conversamos es un paso indispensable para pensar con rigor y orientar debidamente la vida.

Advirtamos desde ahora que realizar estos saltos de un plano de realidad a otro es totalmente lícito en los textos literarios pues da lugar a diversas metáforas y comparaciones que esmaltan los relatos y los abren a múltiples horizontes. "La historia es, como la uva, delicia de los otoños". He aquí una espléndida comparación de Ortega y Gasset, que expresa una idea de Filosofía de la Historia con un bello ropaje literario. Sin embargo, en el plano filosófico todo salto de un nivel de realidad a otro, por expresivo que resulte, debe ser realizado con sumo cuidado, ya que puede distorsionar el sentido de las realidades analizadas. Para pensar de modo riguroso debemos ser fieles al plano de realidad al que pertenece el tema tratado. Esta fidelidad ha de mostrarse ante todo en el uso del lenguaje, que es el vehículo expresivo por excelencia de la realidad y la creatividad.

7b Cf. O. cit., Librairie Larousse, París 1971, págs. 127, 130. Versión española: Hernani, Espasa-Calpe, Madrid 1966, 3ª ed. 61-62.

8 Cf. El pan de cada día, Rialp, Madrid 1952, p. 63.


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