1º Un
ejemplar de El Quijote, por ser material, pesa,
tiene unos límites precisos, es susceptible de manejo,
puede deteriorarse, está situado en un determinado
lugar. Presenta una condición de objeto. Pero,
en cuanto obra literaria, nos ofrece diversas
posibilidades: nos abre a diversos horizontes de vida, expresa
sentimientos, incentiva la imaginación, puede darse
en distintos lugares... Presenta un modo de ser superior al
de los objetos. Pero tampoco es un sujeto, como lo
fué su autor, Miguel de Cervantes. ¿Debe ser considerado
como un ámbito?
2º
Tomo en la mano una partitura de la Quinta Sinfonía
de Beethoven.
Beethoven
por Augusto Kloeber
1770-1827
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En
un aspecto, es un objeto, porque pesa, tiene unas delimitaciones
precisas, se compone de materia, puede ser agarrada con la
mano, está aquí y no en otro sitio, sirve incluso
para hacer fuego. Pero, en cuanto figuran en ella ciertos
signos que expresan una obra musical, esto que tengo ante
mí no es un objeto; no es pesable, asible, medible,
localizable en un solo lugar. ¿Dónde se
halla la Quinta Sinfonía en cuanto obra de arte?
Puedes decirme: «En la casa natal de su autor, en Bonn».
Y no es verdad. Allí figura el manuscrito de parte
de esa obra. Pero el manuscrito no es la sinfonía.
Esta sólo existe en el lugar y momento en el que es
debidamente interpretada. La sinfonía como tal no está
sometida a un tiempo y espacio físicos. Por eso puede
estar al mismo tiempo en lugares muy diferentes, en todos
aquellos en los que sea debidamente interpretada. Tiene un
modo de realidad distinto al de los objetos, al de la partitura
considerada como objeto.
Vemos
cómo una misma realidad -la partitura- presenta dos vertientes:
una objetiva, otra ambital. Y ambas se necesitan
y complementan; se integran*. Pero ¿quién
sabe integrarlas? El que conoce el lenguaje musical y no se
queda en las meras apariencias, antes penetra hasta el fondo.
El que no sabe leer una partitura ve esta realidad que sostengo
en la mano como un mero objeto. La reduce de valor, la degrada,
la empobrece, la despoja de su sentido cabal para reducirla
a un mero significado: el que tiene una realidad que
presenta condiciones tales como arder, pesar, ocupar un espacio,
ser manejable...
Acabamos
de adentrarnos en dos temas de la mayor importancia en nuestra
formación: el de la integración de diversos modos
o niveles de realidad y el del reduccionismo(*).
Reducir una realidad que ensambla dos modos de realidad a
uno solo de ellos es empobrecerla. Integrar (*)
ambos
modos de realidad es darle toda la riqueza que alberga.
Al hilo
del curso veremos con claridad creciente que la vida ética
auténtica consiste en integrar planos distintos de realidad.
Para ello tenemos que seguir realizando experiencias muy significativas,
a fin de conocer en pormenor la riqueza que presenta la realidad
y acostumbrarnos a no prender la mirada en lo que aparece ante
nuestros ojos, sino pasar más allá. Pasar más
allá es trascender las impresiones inmediatas y buscar
el sentido de cuanto percibimos.
Desde ahora
empezamos a entrever que el descubrimiento de los ámbitos
nos va a permitir conceder a nuestra inteligencia sus tres condiciones
básicas: largo alcance, amplitud y profundidad.
3º
El cuerpo humano, a primera vista, parece ser un objeto,
ya que puede ser medido, pesado, asido... Pero, en cuanto
cuerpo de una persona concreta ¿se reduce a objeto?
¿O presenta, más bien, posibilidades que desbordan
las de los objetos? Te doy la mano de manera efusiva, y sientes
en la presión que ejerce mi mano sobre la tuya el afecto
que siento por tí. Mi mano tiene un poder expresivo
que ningún objeto posee. Toda mi realidad personal
vibra en mi mano al saludarte. La mano es capaz de cargarse
de una densidad elevadísima de sentido. Esto no puede
hacerlo ningún objeto, en cuanto tal.
¿Qué
tipo de realidad presenta el cuerpo humano? Me invitas, como
amigo, a comer en tu casa. Nuestro cuerpo nos permite saludarnos,
tomar alimentos, reponer fuerzas, conversar, exponer ideas,
compartir sentimientos, trazar proyectos, incrementar nuestra
amistad... El cuerpo se manifiesta, pues, como una fuente
de posibilidades y, en cierta medida, como un campo
de iniciativa. No es sólo un objeto sobre el que
pueda ejercerse una acción. Al tener una vertiente
material, es susceptible de ser tratado como un mero objeto,
pero es mucho más que un objeto. Actúa e insta
a actuar mediante la oferta de múltiples posibilidades.
Esta oferta puede hacerla por ser una vertiente de una persona.
Cabe decir, pues, que es un campo de expresión personal.
Estamos
descubriendo, al hilo de la lectura de textos literarios, diversas
características de la realidad -de la nuestra y de la
que nos rodea- que son decisivas para nuestra formación
personal. En este momento, es suficiente que el cursillista
viva por su cuenta ese descubrimiento, aunque no logre perfilar
con toda precisión los contornos de cada aspecto de la
realidad que va entreviendo. A lo largo del curso, este primer
esbozo se irá clarificando y mostrará toda su
fecundidad.

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