Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 7ª: Qué es la obra literaria y cómo ha de ser interpretada

Qué es la obra literaria y cómo ha de ser interpretada

Los análisis y ejercicios realizados en la lecciones anteriores nos han situado en la perspectiva adecuada para comprender a fondo lo que es y lo que intenta realizar una obra literaria. Seguiremos haciendo diversas experiencias, encaminadas a conceder a la mente la flexibilidad que exige el análisis profundo de textos de calidad. Ruego al lector que viva esas experiencias con talante creador, a fin de conceder al proceso de aprendizaje un carácter interactivo.

Toda obra relata hechos y describe la figura de diversas realidades. La trama de estas descripciones y esos relatos constituye el argumento de dicha obra. Es el contenido más fácil de captar. Por eso suele decirse que la obra literaria es un medio a través del cual su autor nos comunica determinados hechos y nos describe las figuras de seres de todo orden. Esta afirmación parece obvia y, por tanto, incontestable. Lo es, pero resulta insuficiente.

El escritor de calidad no se reduce a contar hechos, por interesantes que sean, ni a transmitir figuras de personas y paisajes. Quiere presentar imágenes y, en ellas, ámbitos de realidad, y mostrar la capacidad que tienen de abrirse a otros ámbitos y dar, así, lugar a ámbitos de mayor envergadura, que, a su vez, se entretejen entre sí y enriquecen más y más la vida humana.

Estos entreveramientos de ámbitos pueden ser armónicos o colisionales. En los primeros, las personas se «ambitalizan»* y enriquecen, amplían su campo de realidad, su «mundo» propio. En los segundos, se «desambitalizan» y empobrecen. Es nuestra historia humana más íntima -nuestra «intrahistoria» (Unamuno)- la que está aquí en juego.

Al mostrar la trama de ámbitos que vamos creando o destruyendo a lo largo de la existencia, las obras literarias nos permiten descubrir los procesos espirituales que podemos seguir en la vida hacia la configuración plena de nuestra personalidad (procesos de éxtasis) o hacia su bloqueo y destrucción (procesos de vértigo1). El conocimiento de tales procesos nos revela las leyes del desarrollo humano.

Empezamos a entrever el extraordinario valor formativo de la obra literaria, que, vista y vivida de esta forma, nos abre los ojos para ver de cerca la riqueza insondable que puede adquirir nuestra vida si cumplimos sus exigencias y la situación de extrema penuria a que aboca cuando actuamos en contra de nuestra propia realidad. Esta visión «genética» de la historia íntima del hombre es la que nos ofrece la literatura de calidad.

1. La obra literaria, lugar de encuentro y campo de juego

La descripción de ámbitos que el hombre teje y desteje en su vida la realiza el escritor en el medio expresivo del lenguaje, que tiene el enigmático poder de dar densidad y perfiles netos a las realidades que son más bien «campos de realidad» difusos que «objetos» precisos. Por eso el buen literato modela y cuida al máximo el lenguaje.

Al expresar cada ámbito y cada entrelazamiento de ámbitos con la palabra justa es cuando el escritor se hace cargo del sentido cabal de cuanto está aconteciendo, y lo vive con la intensidad que requiere el juego de la vida, que es un acontecimiento creador. Por eso el lenguaje no desempeña el papel de medio para relatar un argumento; es el medio en el cual se entrelazan o se escinden diversos ámbitos de vida, se alumbra el sentido de unas vidas humanas y se apaga el de otras, se fundan modos entrañables de intimidad y se rompen vínculos insalvablemente, se convierten ciertos objetos en ámbitos y se reducen diversos ámbitos a condición de objeto poseíble...

La obra literaria se nos revela, muy activamente, como un lugar de encuentro del hombre con ciertas vertientes de la vida humana; como un campo de juego en el que el ser humano pone en juego el sentido de su existencia eligiendo unas posibilidades y rechazando otras, siguiendo una vía y dejando otra de lado, con el fin de conseguir el ideal que se ha propuesto.

El buen literato -pensemos en William Shakespeare, como figura señera- nos permite penetrar en las últimas motivaciones de los actos humanos, en la lógica que los rige interiormente, en el sentido oculto de las conductas. Este sentido, esa lógica y esas motivaciones constituyen el trasfondo de nuestra propia historia personal. Ponerla ante nuestros ojos es el tema nuclear de las obras literarias.

1 Los procesos de vértigo o fascinación y los de éxtasis o creatividad son analizados ampliamente en mi obra Vértigo y éxtasis. Bases para una vida creativa, PPC, Madrid 1992, 2ª ed.


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