Los
análisis y ejercicios realizados en la lecciones anteriores
nos han situado en la perspectiva adecuada para comprender a
fondo lo que es y lo que intenta realizar una obra literaria.
Seguiremos haciendo diversas experiencias, encaminadas a conceder
a la mente la flexibilidad que exige el análisis profundo
de textos de calidad. Ruego al lector que viva esas experiencias
con talante creador, a fin de conceder al proceso de aprendizaje
un carácter interactivo.
Toda obra relata hechos y describe la figura de
diversas realidades. La trama de estas descripciones y esos
relatos constituye el argumento de dicha obra. Es el
contenido más fácil de captar. Por eso suele decirse
que la obra literaria es un medio a través
del cual su autor nos comunica determinados hechos y nos describe
las figuras de seres de todo orden. Esta afirmación
parece obvia y, por tanto, incontestable. Lo es, pero resulta
insuficiente.
El escritor de calidad no se reduce a contar hechos,
por interesantes que sean, ni a transmitir figuras de
personas y paisajes. Quiere presentar imágenes
y, en ellas, ámbitos de realidad, y mostrar la
capacidad que tienen de abrirse a otros ámbitos y dar,
así, lugar a ámbitos de mayor envergadura, que,
a su vez, se entretejen entre sí y enriquecen más
y más la vida humana.
Estos entreveramientos de ámbitos pueden ser armónicos
o colisionales. En los primeros, las personas se «ambitalizan»*
y enriquecen, amplían su campo de realidad, su «mundo»
propio. En los segundos, se «desambitalizan» y empobrecen.
Es nuestra historia humana más íntima -nuestra
«intrahistoria» (Unamuno)- la que está aquí
en juego.
Al
mostrar la trama de ámbitos que vamos creando o destruyendo
a lo largo de la existencia, las obras literarias nos permiten
descubrir los procesos espirituales que podemos seguir
en la vida hacia la configuración plena de nuestra personalidad
(procesos de éxtasis) o hacia su bloqueo y destrucción
(procesos de vértigo1).
El conocimiento de tales procesos nos revela las leyes del
desarrollo humano.
Empezamos
a entrever el extraordinario valor formativo de la obra
literaria, que, vista y vivida de esta forma, nos abre los ojos
para ver de cerca la riqueza insondable que puede adquirir nuestra
vida si cumplimos sus exigencias y la situación de extrema
penuria a que aboca cuando actuamos en contra de nuestra propia
realidad. Esta visión «genética» de
la historia íntima del hombre es la que nos ofrece la
literatura de calidad.
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