Cualquier
asunto es válido para una obra si refleja un «mundo»
humano, sea glorioso o sea sórdido. En el Prólogo
de su obra Germinie Lacerteux, cuya protagonista es una
sencilla empleada de hogar, los hermanos E. y J. de Goncourt
se esfuerzan por mostrar que todo suceso humano, por anodino
que sea, es digno de ser asumido como tema principal de una
obra literaria.
«Nos hemos preguntado si, para el escritor y el lector,
en estos años de igualdad en que vivimos (...), en
un país sin castas y sin aristocracia legal, las miserias
de los pobres y de los humildes suscitarían tanto interés,
emoción y piedad como las de los grandes y los ricos»2.
Esta razón es muy justa en el aspecto ético y
social, pero no en el estético. En éste, la verdadera
razón para conceder honores de primera figura a un asunto
anodino radica en su condición de ámbito de
realidad. Todo lo que signifique un mundo lleno de sentido
puede ser tomado como tema literario. Plasmar un mundo,
un ámbito expresivo, es la meta de todo arte auténtico.
La realidad, sobre todo la humana, está constantemente
cambiando, incrementando su riqueza de ámbitos o bien
amenguándola. Los procesos de enriquecimiento o de
depauperación son el tema propio de todo arte, el plástico
y el literario.
El
gran poeta y profesor de Literatura Pedro Salinas afirma,
en su bello libro La realidad y el poeta, que todas las
vertientes de la realidad -la vida interior del hombre, la realidad
exterior, el mundo fabril, la experiencia cultural...- son potencialmente
poéticas, a condición de que la realidad material
sea convertida en «realidad poética»3.
No nos indica, sin embargo, cómo ha de realizarse tal
conversión4. Por eso, aún subrayando
con acierto que la poesía de Jorge Guillén asume
las más diversas realidades del mundo, no acierta a precisar
qué tipo de realidad o qué aspecto de la misma
es lo que convierte a cada ser en «materia poética»5.
Se acerca al tema, lo bordea una y otra vez, pero lo deja en
suspenso:
«Lo
bello del mundo, lo que tenga de poético, se da de
un modo vago, disperso, genérico; hay poesía
en todas partes, en ninguna. El primer paso de la actividad
poética es dejarse apoderar de esa belleza, recibirla,
entregarse a ella...(...) Pero cabe una actitud reactiva:
la de apoderarse a nuestra vez de aquello que dejamos se apoderara
de nosotros. ¿Y cómo? Pues simplemente cobrando
conciencia clara, plena, de ello6.
No queda aquí clarificado debidamente el paso o salto
del plano prosaico al plano poético. A mi entender, tal
salto coincide con el tránsito del nivel objetivo al
ambital. El verso de Jorge Guillén
«No
hay soledad. Hay luz entre todos. Soy vuestro»
está
situado en el nivel poético porque no se limita a describir
hechos; expresa un acontecimiento decisivo: el
alumbramiento de luz y de sentido en el encuentro interhumano.
Salinas destaca que «la poesía tiene el deber
primordial de crear». Ciertamente, pero lo decisivo es
mostrar de modo preciso que la creación poética
consiste ante todo en plasmar ámbitos de vida.
«Eran
las cinco en punto de la tarde.
Las
heridas quemaban como soles
a las
cinco de la tarde,
y el
gentío rompía las ventanas
a las
cinco de la tarde.
A las
cinco de la tarde.
¡Ay
qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran
las cinco en todos los relojes!
¡Eran
las cinco en sombra de la tarde!»
Estas frases de la elegía de Federico García Lorca
a
la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías trascienden
el nivel prosaico de la mera comunicación de un dato
horario objetivo para convertirse en creación poética
porque con esa indicación repetida, a modo de tañido
de campanas, no se limita a ofrecer una información;
funda un ámbito de tragedia taurina.
2
Cf. O. cit., Cátedra, Madrid 1990, págs.
55-56; Germinie Lacerteux, Flammarion, París 1990,
p. 56.
3
Cf. O. cit., Ariel, Barcelona 1976, págs. 15-34.
4
Cf. O. cit., p. 209.
5
Cf. O. cit., págs. 209-210.
6
Cf. O. cit., p. 209.
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