Lo
antedicho nos permite explicar de modo lúcido y coherente
el papel que juega la creación literaria -la de los autores
y la de los intérpretes- en el desarrollo personal de
los seres humanos. Veámoslo al hilo de varios textos
de Miguel de Unamuno.
Miguel
de Unamuno
Al escribir un libro, el autor ahonda en lo más profundo
de sí mismo, se sumerge en mundos humanos de gran densidad,
y en esa inmersión activa se realiza a sí mismo.
Si el lector hace, por su parte, esa experiencia de diálogo,
funda con el autor un campo de juego común, que
es a la vez un campo
de iluminación.
«...
Si nos llegamos a comprender mutuamente, a prendernos conjuntamente,
¿no es que he penetrado yo en la intimidad de tu pensamiento
a la vez que penetrabas tú en la intimidad del mío
y que no es ni mío ni tuyo, sino común de los
dos? ¿No es acaso que mi hombre de dentro, mi intra-hombre,
se toca y hasta se une con tu hombre de dentro, con tu intra-hombre,
de modo que yo viva en ti y tú en mi?18.
En los libros se cuentan las propias experiencias para abrirlas
a la participación de los demás, otorgarles un
carácter dialógico y convertirlas en un campo
de juego comunitario. Dado que el ser humano se realiza
como persona a través del encuentro, Unamuno estima que
contar la vida es acaso un modo, tal vez el más profundo,
de vivirla19.
«¿Por qué, o sea, para qué se hace
una novela? Para hacerse el novelista. Y ¿para qué
se hace el novelista? Para hacer al lector, para hacerse uno
con el lector. Y sólo haciéndose uno el novelador
y el lector de la novela se salvan ambos de su soledad radical.
En cuanto se hacen uno, se actualizan y actualizándose
se eternizan»20.
El hombre debe hacerse problema para sí mismo -como decía
San Agustín- no para encapsularse en una vida aislada,
sino para irradiarse y trascenderse21.
«...
Lo propio de una individualidad que lo es, que es y existe,
consiste en alimentarse de las demás individualidades
y darse a ellas en alimento»22.
El lector debe asimilar activamente este alimento con el fin
de crear con el autor un espacio de intercambio, que
es donde florece de verdad la vida en el espíritu.
«Cuando
un libro es cosa viva, hay que comérselo, y el que
lo come, si a su vez es viviente, si está de veras
vivo, revive con esa comida»23.
El fruto de este entreveramiento de ámbitos -el del autor
y el del lector- es la obra vista como campo de juego.
A una mirada superficial, la obra aparece en cada ejemplar de
la misma como algo estático, bien perfilado y redondeado.
Una consideración más profunda -inspirada en la
teoría de los ámbitos- ve esa obra como un polo
de los dos que necesita para existir plenamente; el otro polo
es el lector. De la unión creativa de diferentes lectores
con una obra surgen interpretaciones distintas de la misma,
y todas ellas legítimas y enriquecedoras.
Las obras literarias, por su condición abierta al diálogo,
presentan una condición sumamente eficiente, y por tanto
real:
«Todos
los que vivimos principalmente de la lectura y en la lectura
no podemos separar de los personajes poéticos o novelescos
a los históricos. Don Quijote es para nosotros tan
real y efectivo como Cervantes, o más bien éste
tanto como aquél. Todo es para nosotros libro, lectura»24.
Las obras literarias están constituidas por una trama
de ámbitos. Y, como el hombre configura su personalidad
por vía de creación de ámbitos, Unamuno
concluye que el novelista, al contar cómo se hace una
novela, «cuenta cómo se hace un novelista, o
sea, cómo se hace un hombre»25.
Los ámbitos que el hombre funda en relación con
el entorno a lo largo de su vida no están sometidos al
mismo decurso temporal que los meros hechos. Se dan en
el tiempo, pero sobre el tiempo discursivo que marca
el reloj. Ello permite a Unamuno afirmar, al final de San
Manuel bueno, mártir, que en ese relato no pasa nada
pero todo se queda, porque se halla cobijado, fuera de la historia,
en el ámbito «divino» de la novela26.
Historia significa aquí el conjunto de hechos
huidizos, delimitados en el espacio y tiempo propios de nuestra
experiencia cotidiana. Divino alude al hecho de que los
ámbitos tienen un rango superior al de los objetos.
Una
vez más observamos que la lectura «lúdico-ambital»,
basada en la teoría de la creatividad, el juego y los
ámbitos, nos permite clarificar textos literarios muy
hondos y verlos en todo su alcance. Esta idea se esclarecerá
más y más a medida que avancemos en el análisis
de obras literarias.
18
Cf. M. de Unamuno: Cómo se hace una novela, Guadarrama,
Madrid 1977, p. 103.
19
Cf. O. cit., p. 108.
20
Cf. O. cit., p. 112.
21
Cf. O. cit., p. 109.
22
Cf. O. cit., p. 55.
23
Cf. O. cit., p. 48.
24
Cf. O. cit., p. 129.
25
Cf. O. cit., p. 193.
26
Cf. O. cit., p. 82.
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