1ª
La obra literaria se independiza en buena medida del autor una
vez que ha sido publicada. Para subrayar esa especie de autonomía
¿cabe decir de la obra que es un «objeto»,
como han hecho diversos autores? En caso negativo, ¿cuál
sería la caracterización más adecuada de
la misma?
2ª
Distinguir el argumento y el tema de las obras
literarias, y poner ejemplos de ambos. Para que la lectura de
obras literarias tenga eficacia formativa, ¿a quién
debemos conceder más atención: al argumento
o al tema?
3ª
¿Tenían que dar explicaciones los hermanos Goncourt
por haber elegido como heroína de su obra Germinie
Lacerteux a una joven de condición humilde? ¿Cuál
es la razón profunda que justifica, en el aspecto estético,
tomar a una persona o a un grupo social como protagonista de
una obra literaria de gran alcance?
4ª
Mostrar la diferencia entre el lenguaje prosaico y el
poético a la luz de la teoría de los ámbitos.
5ª
¿Cómo llevar a cabo una «lectura genética»
de las obras literarias? Mostrarlo con ejemplos.
6ª
¿En qué sentido es plenamente realista una
obra literaria? Tirso de Molina, en El burlador de Sevilla
y Convidado de piedra, y Daponte-Mozart en la ópera
Don Giovanni ¿pretendieron relatar la cadena de
hechos que tejen la vida de un libertino, o, más bien,
intentaron poner de manifiesto el proceso de vértigo
que siguió el protagonista a través de tales
hechos y tal conducta? Don Juan vivió sin duda una vida
intensa. ¿Cabe decir que fue una vida creativa?
7ª
El lector que desee familiarizarse con la filosofía del
arte, puede analizar el texto siguiente de J.P. Sartre desde
la perspectiva de la teoría de los ámbitos, a
fin de adivinar el tipo de realidad eminente al que apunta
en este contexto el concepto de lo «irreal»:
«...
La obra de arte es algo irreal». «¿Pero no
hay artes cuyos objetos parecen escapar por su naturaleza
misma a la irrealidad? Una melodía musical, por ejemplo,
no remite a nada más que a sí misma. Una catedral
¿no es sencillamente esta masa de piedra real
que domina los techos en torno? Pero veámoslo más
de cerca. Escucho por ejemplo una orquesta sinfónica
que interpreta la Séptima Sinfonía
de Beethoven (...). Los errores de una mala orquesta que 'toca
demasiado deprisa' o 'demasiado lentamente', 'fuera de ritmo',
etc. me parece velar, `traicionar' la obra que interpreta.
Si se da una buena interpretación, la orquesta se eclipsa
ante la obra, y, al tener razones para confiar en los ejecutantes
y en el director, me encuentro como en presencia
de la Séptima Sinfonía misma en persona.
Esto todo el mundo me lo concederá. Pero ¿qué
es la Séptima Sinfonía 'en persona'? Es evidentemente
una cosa, es decir algo que está delante de
mí, que resiste, que dura. Naturalmente, no necesita
ser demostrado que esta cosa es un todo sintético,
cuya existencia no está constituida por las notas sino
por grandes conjuntos temáticos. Pero esta 'cosa' ¿es
real o irreal? Consideremos en principio que yo escucho la
Séptima Sinfonía. Para mí,
esta `Séptima Sinfonía' no existe en el tiempo.
No la capto como acontecimiento fechado, como una manifestación
artística que tiene lugar en la sala del Chatelet el
17 de noviembre de 1938. Si mañana, si en ocho días
oigo a Furtwängler dirigir otra orquesta que interpreta
esta misma sinfonía, estaré de nuevo en presencia
de la misma Sinfonía, simplemente
estará mejor o peor interpretada. Examinemos ahora
cómo escucho yo esta sinfonía:
ciertas personas cierran los ojos. En este caso, ellas se
desinteresan del acontecimiento visual y fechado que es la
interpretación; sólo se entregan a los sonidos
puros. Otras fijan la vista en la orquesta o en la espalda
del director, pero no ven lo que miran. Es lo que Revault
d'Allonnes llama la reflexión con fascinación
auxiliar. De hecho, la sala, el director de orquesta y la
orquesta misma se han desvanecido. Están en presencia
de la Séptima Sinfonía, pero bajo condición
expresa de no oírla en ninguna parte,
de dejar de pensar que el acontecimiento es actual y fechado,
y de interpretar la sucesión de temas como una sucesión
absoluta y no como una sucesión real que tendría
lugar, por ejemplo, al mismo tiempo en que Pedro hace una
visita a unos amigos. En la medida en que la capte, la sinfonía
no está ahí, entre estos muros,
al final de estos arcos. Tampoco es algo 'pasado', como si
yo pensara: aquí está la obra que ha germinado
en tal fecha en el espíritu de Beethoven. La obra está
enteramente fuera de lo real. Tiene su tiempo propio, es decir,
posee un tiempo interno que se desliza desde la primera nota
del allegro a la última nota del final, pero este tiempo
no sigue a otro tiempo que sería continuado por él
y que se daría antes de comenzar
el allegro; tampoco está seguido de un tiempo que vendría
'después' del final, la Séptima Sinfonía
en ningún sentido está en el tiempo.
Escapa, pues, enteramente a lo real. Se da en persona,
pero como ausente, como estando fuera de nuestro alcance.
Me sería imposible actuar sobre ella, cambiar una nota
o retardar su movimiento. Sin embargo, la obra en su aparición
depende de lo real: que el director de orquesta sufre un síncope,
que un incendio se declare en la sala, y la orquesta cesará
inmediatamente de tocar. No saquemos la conclusión
de que entonces captaríamos la Séptima
Sinfonía como interrumpida. No, pensaríamos
que la ejecución de la sinfonía ha sido
detenida. ¿No se ve claramente que la ejecución
de la Séptima Sinfonía es
su analogon? La sinfonía no puede manifestarse
más que a través de analoga que
están fechados y que se desarrollan en nuestro tiempo.
Pero, para captarla a través de estos
analoga, hay que realizar la reducción
imaginativa, es decir, aprehender los sonidos reales como
analoga. La obra se da, pues, como un perpetuo más
allá, una perpetua ausencia. No es preciso figurarse
(...) que existe en otro mundo, en un cielo inteligible. No
se halla simplemente -como las esencias, por ejemplo- fuera
del tiempo y del espacio; se halla fuera de lo real
, fuera
de la existencia. Yo no la escucho realmente. La escucho en
el nivel de lo imaginario. Es lo que explica la dificultad
considerable que experimentamos siempre para pasar del 'mundo'
teatral o musical al mundo de nuestras preocupaciones diarias.
A decir verdad, no hay paso de un mundo a otro. Hay paso de
la actitud imaginativa ('imagéante') a la actitud realista
('réalisante'). La contemplación estética
es un sueño provocado y el paso a lo real es un auténtico
despertar. Se ha hablado a menudo de la `decepción'
que acompaña el retorno a la realidad. Pero esto no
explica que este malestar exista, por ejemplo, después
de la audición de una pieza realista y cruel; en este
caso, en efecto, la realidad debería ser captada como
tranquilizante. De hecho, este malestar es simplemente el
del dormido que se despierta: una conciencia fascinada, bloqueada
en lo imaginario, es de repente liberada por la detención
brusca de la pieza, de la sinfonía, y vuelve a tomar
súbitamente contacto con la existencia. No hace falta
más para provocar el descorazonamiento nauseabundo
que caracteriza la conciencia realista ('réalisante').
De
estas breves observaciones se puede concluir que lo real no
es nunca bello. La belleza es un valor que nunca podría
aplicarse más que a lo imaginario y que implica la
nadificación (`néantisation') del mundo en su
estructura esencial»27.
«Es
obvio que el novelista, el poeta y el dramaturgo constituyen,
a través de analoga verbales, un objeto irreal; también
lo es que el actor que interpreta a Hamlet se sirve de sí
mismo, de todo su cuerpo como analogon de este personaje imaginario.
Esto permitiría zanjar la famosa discusión respecto
a la paradoja del comediante. Es sabido que ciertos autores
insisten en que el actor no cree en su personaje. Otros, por
el contrario, apoyándose en numerosos testimonios,
nos muestran al actor pillado en el juego, víctima
en cierta medida del héroe que representa. Nos parece
que ambas tesis no se excluyen mutuamente: si se entiende
por ´creer´ en el propio personaje que uno se convierte
en él, es evidente que el actor no pretende decir que
él es Hamlet. Pero esto no significa que no se ´movilice´
todo entero para dar cuerpo a ese personaje. Utiliza todos
sus sentimientos, todas sus fuerzas, todos sus gestos como
analoga de los sentimientos y las conductas de Hamlet. Pero
por esto mismo los irrealiza. Vive todo entero de modo irreal.
Y poco importa que llore realmente al representar su papel.
Estas lágrimas (...) las capta él mismo, y el
público con él, como lágrimas de Hamlet,
es decir, como analoga de lágrimas irreales. Se opera
aquí una transformación semejante a la que señalamos
en el sueño: el actor está atrapado, inspirado
todo él por lo irreal. No es el personaje el que se
realiza en el actor; es el actor el que se irrealiza en su
personaje»28.
27
L'imaginaire. Psychologie phénoménologique
de l´imagination, Gallimard, Paris 1948, 16ª ed.,
págs. 239, 243-245.
28
Cf. O. cit., págs. 242-243.
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Glosario
Ambitalización
Las personas se desarrollan abriéndose
a las realidades del entorno que les ofrecen posibilidades
para actuar de modo fecundo. Esa apertura, cuando es recíproca,
da lugar a una experiencia reversible, un entretejimiento
de dos o más ámbitos. El fruto de este fecundo
entreveramiento es un ámbito de mayor envergadura
en el cual quedan activamente insertos los ámbitos
que lo han constituido. De esta forma, cada persona va creando
su «mundo», su «ámbito de vida»,
que puede ser más o menos amplio según la riqueza
de sus actividades creativas. Cuando se crea una nueva relación
valiosa, ese «ámbito de vida» se ensancha
y enriquece. La persona abarca más campo, se «ambitaliza»
más.
Cuando se rompe una relación de encuentro
con alguna realidad o vertiente de la realidad, se empobrece
el campo de irradiación de la persona, se amengua
su campo de juego, su «mundo» propio, su «ámbito
de vida»; se «des-ambitaliza».
Hermeneuta,
intérprete
Interpretar un texto perteneciente a una
época distinta de aquella en la que uno vive presenta una
dificultad especial, porque todo escritor o artista se expresa
con un estilo que viene determinado en buena medida por el
entorno sociocultural. Es posible comprender a un autor de
una época distinta si uno comparte en algún modo su mentalidad,
sus ideales, los presupuestos de que parte y que lo inspiran.
En la medida en que uno vibra con el mundo de ideas y sentimientos
en que vivió el autor puede recrear sus obras, sentirlas como
propias, comprenderlas en su génesis -en su proceso de elaboración-
y por dentro, como si fueran propias. Tal comprensión se realiza
de modo inmediato-indirecto. Indirecto porque uno llega a
tales obras a través de los medios expresivos que le facilitó
en gran parte la época a que pertenece. Inmediata, porque
toda interpretación auténtica supone un diálogo re-creador.
Inmediatez no indica aquí falta de toda mediación, sino entreveramiento
de dos realidades que se potencian mutuamente y enriquecen.
La Hermenéutica como disciplina comenzó
con Fr. Schleiermacher (1768-1834) y se desarrolló merced
a los trabajos de W. Dilthey (1833-1911), M. Heidegger (1889-1976),
E. Betti (1890) y H.G. Gadamer (1900).
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