1ª)
Advertir en todo momento en qué nivel de la realidad
se está moviendo el autor.
En
La ardiente oscuridad, de A. Buero Vallejo, los ciegos
de una residencia se quedan atónitos al oír los
golpes rítmicos de un bastón. Ese asombro nos
sitúa de súbito en el nivel de los ámbitos.
Para un ciego no hay nada más familiar que dicho sonido.
Si se asombran al oírlo, es que tal sonido es imagen
de algo insólito. Esos golpes inusuales en los pasillos
de la residencia indican que alguien se ha adentrado en el centro
sin renunciar al apoyo del bastón, lo que significa
que no ha asumido la «moral de acero» de los residentes.
Se trata de un nuevo compañero, Ignacio, que va a representar
un ámbito de rebeldía frente a la actitud del
centro. Algo tan vulgar como unos golpes de bastón
adquieren en el contexto de esta obra un valor «poético»,
es decir: creador de ámbitos.
En La perla, de J. Steinbeck, un grupo de pescadores
acompañan a la familia de Kino en su marcha hacia la
casa del médico. Llama la atención que todos los
vecinos se sumen a la familia y formen una comitiva. Pronto
nos percatamos de que este hecho tiene un sentido profundo.
El autor no intenta sólo relatar cómo acude una
familia «a quien sabe curar»; quiere resaltar el choque
de dos ámbitos, al parecer inconciliables: el ámbito
del saber y el de la ignorancia, el del bienestar y el del desvalimiento,
el de la riqueza y el de la pobreza, el de la dureza y el de
la ternura; ámbitos representados por el médico
y el pueblo, respectivamente.
2ª)
Conocer con cierta precisión el significado de los términos
que designan las principales actitudes y sentimientos humanos:
el amor y el odio, la lealtad y la perfidia, la cordialidad
y la hosquedad, el agradecimiento y el resentimiento, el arrepentimiento
y la contumacia...
a)
Arrepentirse es un acto que implica cierta dosis de creatividad.
El que se arrepiente de haber adoptado una conducta determinada
asume su vida pasada como propia y decide configurar su vida
futura conforme a un proyecto existencial distinto. Estos dos
actos sólo son posibles si uno es capaz de sobrevolar
su vida, valorarla, discernir si sigue una vía recta
o falsa, considerar la conveniencia de lo uno y la inconveniencia
de lo otro, sentirse responsable de las actitudes adoptadas
en el pasado y estar dispuesto a cambiarlas por otras más
ajustadas a las exigencias de la propia realidad.
Si conocemos este carácter creativo del arrepentimiento,
estamos preparado para interpretar lúcidamente varios
pasajes de El extranjero, obra maestra de Albert Camus.
Albert
Camus
El
protagonista, Meursault, se mueve constantemente en el nivel
de los meros hechos y las puras sensaciones, sin elevarse nunca
al nivel de la creatividad. Ello explica por dentro las siguientes
confesiones, en las que manifiesta no tener sentido de la responsabilidad
moral:
«No
lamentaba mucho mi acto»1.
«...
Nunca había podido sentir verdadero pesar por cosa
alguna. Estaba absorbido siempre por lo que iba a suceder,
por hoy o mañana»2.
«Se me había hecho saber solamente que era
culpable. Era culpable, pagaba, no se me podía pedir
más»3.
Cuando se hallaba muy próxima su ejecución, el
capellán de la cárcel va a visitarle y le invita
amablemente a arrepentirse y reconciliarse con Dios. Meursault,
que mostraba de ordinario un carácter indolente, en un
momento de la conversación se enfurece de súbito
y le insulta. ¿A qué responde este ataque de ira
contra una persona que no intenta sino ayudarle en esa hora
amarga?4
Distingamos diversos niveles de realidad y comprenderemos perfectamente
la reacción de Meursault. Al invitarle a arrepentirse,
el capellán le sugería que se elevara al nivel
de la creatividad, de la creación de relaciones de encuentro
con los demás. El encuentro es fuente de luz y de sentido.
A esa luz hubiera visto Meursault que su condena a muerte era
merecida y su vida carecía de sentido. Para alejarse
de esa luz acusadora, hace un acto de entrega fusional a la
realidad entorno, y manifiesta que se siente feliz5.
Siguiendo esta línea de interpretación, se comprende
al trasluz el último párrafo de la obra, que a
muchos críticos resulta enigmático:
«Para
que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me
quedaba esperar que el día de mi ejecución hubiese
muchos espectadores y me recibiesen con gritos de odio»6.
Si, al pasar entre el pueblo hacia el cadalso, una persona le
mirara de forma bondadosa, le invitaría implícitamente
a responder con un acto de agradecimiento. Agradecer
un acto generoso significa estar a la recíproca en
cuanto a esa forma de capacidad creativa. El mero acto de
agradecer algo -siquiera interiormente- situaría a Meursault
en el nivel en el que brota la luz y el sentido. Esa luz le
haría verse como un ser aislado, un «extraño»
o «extranjero» entre las personas normales, las que
no vulneran gravemente los derechos de los demás. Por
esa profunda razón, no por simple despecho, desea que
todos le miren con odio. El odio no crea relaciones de convivencia,
las destruye; no es un gesto creativo ni invita a responder
con agradecimiento, es decir, con voluntad de crear relaciones
benevolentes.
b) En la obra dramática de Gabriel Marcel Le mort
de demain7,
una joven que conversa con su padre rompe a llorar al darse
cuenta de que han pasado a hablar de su madre en tercera
persona. ¿Qué significa en un adulto el fenómeno
del llanto? Un desmoronamiento interior. Al no tratar
a una persona allegada como un tú (como alguien
que se ha encontrado con nosotros y se halla en un mismo
campo de juego) sino como un ello (una realidad
impersonal, distante, ajena), se pierde de momento una relación
de intimidad que significa mucho para un ser humano, que viene
del encuentro y está llamado a realizar diversas formas
de encuentro. Supone, por tanto, el desmoronamiento de algo
valioso.
Para percibir cómo se gesta la peculiar belleza dramática
de esta escena, debemos hacer la experiencia de lo que implica
reducir una persona «íntima» a un ser «distante»,
del que se puede hablar y al que cabe enjuiciar como si fuera
un objeto. La «intimidad» significa que dos personas
han creado entre ellas un campo de juego común en el
cual superan la escisión entre el «dentro»
y el «fuera», lo «interior» y lo «exterior»,
lo «cerradamente mío» y lo «crispadamente
tuyo». Aunque pierdan la vecindad física,
las personas íntimas conservan la cercanía
espiritual en todo momento. Esta forma valiosa de unión
parece anularse al hablar de un ser querido en tercera persona.
c) Al comienzo de Yerma, de F. García Lorca, suena
el reloj. Este sonido nos remite a un tipo de temporalidad
objetiva, determinada por el movimiento de la tierra alrededor
del sol. Pero su función es ponernos alerta ante otros
tipos de temporalidad, sobre todo la creativa. Este tipo
de temporalidad creativa es la que cabe esperar de las personas
unidas en matrimonio, como resalta en las palabras que dirige
Yerma a su marido:
«Cuando
nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca como si
no te diera en ella el sol. A mí me gustaría
que fueras al río y nadaras y que te subieras al tejado
cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses
llevamos casados, y tú cada vez más triste,
más enjuto, como si crecieras al revés»8.
El tiempo de la vida en matrimonio está destinado a llenarse
de contenido y de sentido. Si se queda vacío por falta
de creatividad, produce una ineludible frustración. El
drama de Yerma consiste en que «juega contra el reloj»,
se afana por llenar su tiempo de matrimonio con la densa riqueza
del encuentro y ve que pasan los días y los años
sin lograrlo. A medida que transcurre el tiempo, se hace más
patente y penosa la vaciedad de su existencia de casada, y se
acentúa su sensación de asfixia lúdica.
d) Cuanto mejor se conocen los fenómenos y sentimientos
humanos, más se ahonda en las obras literarias. De ahí
la necesidad de que el intérprete lea cuidadosamente
estudios que describan y analicen conceptos tales como la fidelidad
y la perfidia, la palabra y el silencio, la veracidad y la falacia,
el entusiasmo y la decepción, la esperanza, la desesperación
y el estar a la espera...
Autores clásicos (Platón, Aristóteles,
Plotino, San Agustín, Santo Tomás...) y modernos
o contemporáneos (B. Pascal, G.W.Fr. Hegel, J.G. Fichte,
S. Kierkegaard, J. H. Newman, M. Scheler, D. von Hildebrand,
R. Guardini, J. Guitton, Ch. Moeller, Xavier Zubiri, Laín
Entralgo, L. Cencillo, F. Ebner, M. Buber, Th. Haecker, P. Wust,
M. Nedoncelle...) ofrecen en sus obras multitud de precisiones
acerca de tales conceptos básicos.
3ª)
Conocer las conexiones que hay entre ciertos conceptos y dar
razón de ellas
a) Sin duda sabemos todos en cierta medida lo que significan
el egoísmo y la tristeza. Pero ¿conocemos
de modo preciso la relación que media entre ambos conceptos?
En su Diario íntimo, Unamuno confiesa que padece
una «forma aguda de egotismo», y agrega:
«Ya
no volveré a gozar de alegría, lo preveo. Me
queda la tristeza por lote mientras viva»9.
Este texto no puede comprenderse a fondo si se ignora que el
sentimiento de tristeza es suscitado por la conciencia de no
estarse desarrollando como persona debido a la reclusión
que provoca la actitud egoísta.
b) En El principito, de Saint-Exupéry, la voz
de la sabiduría nos revela a través del zorro
la forma de conocer las realidades más valiosas:
«Sólo
se conocen las cosas que se domestican». «No se
ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible
a los ojos»10
.
Para
comprender el alcance del mensaje que nos trasmite aquí
el autor debemos tener una idea clara de cómo se complementan
el amor y el conocimiento cuando se trata de conocer realidades
y acontecimientos ambitales. Para descubrir las medidas
de una mesa, basta con disponer de una mínima capacidad
técnica de medición. Para hacernos cargo del valor
de una obra de arte, se requieren ciertos conocimientos técnicos,
pero sobre todo se necesita entrar en juego con ella,
vivirla interiormente como si la volviéramos a gestar.
En ese juego creador se alían fecundamente el conocimiento,
el amor y la creatividad. Lo mismo sucede en el conocimiento
de los valores, las personas, las instituciones...
Unamuno confiesa que le llamó la atención el hecho
de que los discípulos de Emaús no hayan reconocido
a Jesús sino al partir el pan11.
Le acompañaron durante el camino, oyeron sus palabras,
y, cuando llegaron a la aldea y Jesús hizo ademán
de proseguir el camino, le invitaron a pernoctar con ellos para
evitar los peligros de la noche. Esta actitud de generosidad
cobra cuerpo en el gesto simbólico de tomar el pan, partirlo,
repartirlo y compartirlo. Ese momento de encuentro auténtico
constituyó para los discípulos una fuente de luz,
ya que los situó en el nivel de la entrega en
el que se movía Jesús. Por eso pudieron reconocerlo
(Lucas, 24, 13-35).
c) En El burlador de Sevilla y convidado de piedra,
Tirso de Molina
Tirso
de Molina confronta dos actitudes ante el amor: la actitud «ética»
y la actitud «estética» -entendida aquí
como «meramente sensible»-. Sören Kierkegaard
distinguió tres «estadios en el camino de la vida»,
es decir: tres actitudes básicas ante la existencia:
la actitud «estética», que actúa en
virtud de impresiones sensibles y gratificaciones psicológicas.
Se toma aquí el término «estético»
en sentido etimológico, es decir, en su sentido
originario, derivado del verbo griego «aisthánomai»,
«sentir»;
la actitud «ética», que tiene en cuenta a las
personas y quiere crear con ellas vínculos valiosos,
bajo el cauce de normas universalmente válidas;
la actitud «religiosa», que sigue el camino marcado
a cada uno por la llamada de Dios12.
La actitud «estética» está representada
por Don Juan, el joven libertino que se mueve a impulsos
de sus apetencias y reduce las otras personas a medios para
sus fines egoístas. Esta conducta le lleva a la destrucción
de su personalidad, o, dicho en lenguaje religioso, a su
condenación.
La actitud «ética» se encarna en la figura
de Don Gonzalo. Su enfrentamiento con Don Juan no se
reduce a un conflicto entre dos personas; tiene un sentido mucho
más elevado, que puede afectarnos a todos íntimamente.
Se trata de la lucha que debe librar todo hombre con las exigencias
de las tres actitudes antedichas.
Un
conocimiento preciso de estas tres actitudes y sus implicaciones
nos permite interpretar hondamente la obra citada de Tirso,
la de Zorrilla Don Juan Tenorio y la opera de Mozart-Daponte
Don Giovanni, que expresa de forma inigualable la conmoción
que produce el choque entre las dos primeras actitudes13.
4ª)
Captar la doble vertiente de las imágenes.
El lector debe afinar su sensibilidad para percibir a un tiempo
las dos caras de las imágenes -la sensible y la suprasensible,
la objetiva y la ambital- y descubrir que ciertos «personajes»
no son sino la expresión viva de algún aspecto
de la realidad humana.
a) Yerma, la protagonista de la obra homónima de García
Lorca, no tiene nombre propio; su nombre es un adjetivo personificado;
es la mujer yerma por excelencia, la «yerma»; es y
se llama -con mayúscula- Yerma, la imagen de la mujer
que quiso realizarse plenamente a través del encuentro
con su marido y el fruto del mismo, el hijo, y, al no lograrlo,
se rebeló contra la «ley de la dualidad», que
vincula la fecundidad biológica y espiritual a la unión
de dos seres complementarios.
Al lado de Yerma aparece fugazmente María, figura
apenas delineada porque no tiene densidad personal; su papel
se reduce a dejar constancia de lo que Yerma hubiera querido
ser. Es la imagen de la persona lograda14.
b) En Siddhartha, un poema indio,
de
H. Hesse, el barquero Vasudeva significa el tipo de hombre que
va en busca de una experiencia de éxtasis que
lo lleve a plenitud personal. Por eso, cuando Siddhartha -el
hombre que busca la perfección personal a través
de la propia experiencia- decide quedarse junto al río
en actitud de contemplación extática (con un tipo
de éxtasis sincero, aunque precario, pues se entrega
a una unión fusional con el universo), Vasudeva
se retira. Su función estaba cumplida y no tenía
sentido permanecer en escena.
En la misma obra, Govinda acompaña a Siddhartha siempre
que éste va en busca de un maestro que le trasmita una
doctrina de salvación. Se separa de él cuando
su amigo quiere seguir su propio camino para encontrar la perfección
a través de la experiencia personal. Govinda y Vasudeva
son personajes-imagen que deben ser comprendidos en su
auténtico sentido funcional en el conjunto dinámico
de la obra15.
c) En Bodas de sangre, de García Lorca, el caballo
ha de ser visto como símbolo del vértigo,
proceso espiritual que empieza exaltando a quien se entrega
a él para precipitarlo luego en la tristeza, la angustia,
la desesperación y la destrucción16.
d) El principito -en el relato homónimo de Saint-Exupéry-
aparece en el desierto al alba. Yerma, por el contrario,
abandona el hogar de noche. No se trata de meras indicaciones
de tiempo objetivo y de presencia o ausencia de luz, sino de
imágenes que expresan, respectivamente, el deseo de fundar
ámbitos de amistad o de romperlos17.
Las imágenes, con su condición bifronte
y su poder expresivo, ponen luminosamente ante
los sentidos realidades y acontecimientos profundos que pasan
a menudo inadvertidos a las gentes18.
En La metamorfosis, Gregorio Samsa, metamorfoseado en
insecto indefenso e inmóvil, es imagen del drama espiritual
que este anodino corredor de comercio sufría desde antiguo
en su interior. Kafka, que conocía por dentro ese tipo
de experiencias envilecedoras, no plasma una mera ficción;
pone ante nuestros ojos en todo su horror un estado de ánimo
que se da con harta frecuencia y pocos suelen advertir aunque
sea tan real como los objetos que perciben nuestros sentidos19.
1
Se refiere al asesinato del árabe, suceso que califica
de «muy simple» (Cf. O. cit., Alianza Editorial,
Madrid 1971, p. 77; L´étranger, Gallimard,
París 1957, p. 105.
2
Cf. El extranjero, p. 117; L´étranger, págs.
156-157.
3
Cf. El extranjero, págs. 137-138; L´étranger,
p. 181.
4
Cf. El extranjero, págs. 134-142; L'étranger,
págs. 176-187.
5
Cf. El extranjero, págs. 142-143; L´étranger,
p. 187.
6
Cf. El extranjero, p. 143; L´étranger,
p. 188. Un análisis amplio de esta obra se halla en mi
Estética de la creatividad, Rialp, Madrid 1998,
3ª ed., págs.
7
Cf. Trois pièces, Plon, París 1931.
8
Cf. O. cit., Cátedra, Madrid 1970, p. 42.
9
Cf. O. cit., Alianza Editorial, Madrid 1970, p. 123.
10
Cf. El principito, págs. 83, 86-88; Le petit prince,
págs. 83, 86-88.
11
Cf. Diario íntimo, Alianza Editorial, Madrid 1970,
p. 57.
12
Cf. Étapes sur le chemins de la vie, Gallimard,
Paris 1948, 12ª ed.; Dos diálogos sobre el primer
amor y el matrimonio, Guadarrama, Madrid 1961; La enfermedad
mortal o De la desesperación y el pecado, Guadarrama,
Madrid 1969, págs. 109 ss.. Cf. mi obra Estrategia
del lenguaje y manipulación del hombre, Narcea, Madrid
1988, 4ª ed., págs. 48-84.
13
Una interpretación de estas obras puede verse en mi libro
Cómo formarse en ética a través de la
literatura, Rialp, Madrid 1994, 3ª ed., págs.
94-148.
14
Cf. O.cit., págs. 169-197.
15
Dos análisis complementarios de esta obra pueden verse
en sendos libros míos: Cómo formarse en ética
a través de la literatura, págs. 325-343;
Literatura y formación humana, págs. 119-147.
16
Cf. Literatura y formación humana, págs.
53-79.
17
Cf. Le petit prince, Harbrace Paperbound Library, Nueva
York 1971, p.6; El principito, Alianza Editorial, Madrid
1972, 2ª ed., p. 14. Yerma, Espasa-Calpe, Madrid
1980, 8ª ed., p. 185.
18
Cf. Cómo formarse en ética a través
de la literatura., págs. 70-73.
19
Cf. Literatura y formación humana, págs.
147-157.
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