Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 11ª: Análisis de "EL PRINCIPITO", de Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) (3ª Parte)

10. Cuarta etapa del encuentro: La plenitud de la amistad, su poder transfigurador y la vuelta al hogar

Recordemos que el piloto y el principito son peregrinos de la amistad, van en busca de amigos verdaderos. Ante el espectáculo de las gentes que van y vienen deprisa, como si no tuvieran arraigo en ninguna parte, el principito indicó que sólo los niños -las personas con alma de niño- saben lo que buscan. Seguidamente, ante la oferta de ahorrar tiempo tomando pastillas para calmar la sed, confiesa que "si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría muy suavemente hacia una fuente..." (90,90). Una fuente que mana de lo hondo de la tierra presenta un alto poder simbólico porque es el lugar de confluencia de diversos campos de realidad: el océano, el sol, las nubes, el viento, la lluvia, las capas terrestres que la albergan, las circunstancias que la impulsan a aflorar a superficie, el caminante exhausto, la escasez de agua en el entorno... Caminar hacia la fuente es una actividad que colabora a que surja el fenómeno «fuente», visto en su condición relacional. Encaminarse hacia lugares donde acontecen fenómenos de encuentro confiere sentido al carácter itinerante de la vida humana. Este alumbramiento de sentido da plenitud al hombre y lo eleva a un estado de exultación festiva.

Nada ilógico que Saint-Exupéry vincule con frecuencia los términos sed, fuente, corazón: «(El niño), cuando te abraza, te hace sentir alrededor del cuello algo que es fuente para el corazón y de lo cual tienes sed»6. Este nudo de conceptos nos permite comprender el pasaje más enigmático, profundo y bello de la obra.

Tras ocho días de agotadora estancia en el desierto, el piloto se muestra angustiado por la falta absoluta de agua y el temor a una muerte inminente. El principito, como sobrevolando la vida desde una región superior, comentó: «Es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir. Yo estoy muy contento de haber tenido un amigo zorro...» (91, 91). El piloto pensó que el pequeño no era capaz de medir el peligro en que se hallaban. Pero, como adivinando su pensamiento, le dijo: «Yo también tengo sed... Busquemos un pozo» (Ibid.). Aunque sabía que «es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto», el piloto comprendió de golpe que la búsqueda en común, comprometida y solidaria, alberga tesoros más valiosos que el agua que apaga la sed física. En esta línea se movía el principito cuando, después de mucho caminar, el piloto le preguntó si también tenía sed, y el contestó sencillamente: «El agua puede también ser buena para el corazón» (92,92). El piloto no entendió el sentido de estas palabras. Y el principito agregó en el mismo plano de elevación: «Las estrellas son bellas, por una flor que no se ve...». «Lo que embellece al desierto (...) es que esconde un pozo en cualquier parte...» (92, 92-93). Contagiado por estos pensamientos, el piloto, al contemplar al principito dormido en sus brazos, exclama: «Lo que veo aquí es sólo una corteza. Lo más importante es invisible...». «Lo que me emociona tanto en este principito dormido es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, aún cuando duerme...» (93,93)7.

Con ese espíritu de elevación y esa voluntad de tutela («Es necesario proteger a las lámparas») caminó el piloto durante la noche. El fruto de esta actitud generosa no se hizo esperar: «Descubrí el pozo al nacer el día» (93,94). Con el alba había aparecido el principito en el desierto, en busca de amistad. Ahora, ambos amigos encuentran el agua al nacer el día. ¿De qué tipo de agua se trata? El autor vuelve aquí a recordarnos la observación del principito de que «los hombres se encierran en los expresos pero no saben lo que buscan» (94,94). ¿Qué agua buscó el principito en esta ocasión?

Es significativo que el pozo encontrado no se parezca a los del Sahara, sino a los de las aldeas, con su roldana, su balde y su cuerda8. «Pero ahí no había ninguna aldea -anota el piloto- y yo creía soñar» (Ibid.). El principito le dice: «Tengo sed de esta agua. Dame de beber...» El piloto añade: «Y comprendí lo que él había buscado. Levanté el balde hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era bello como una fiesta. El agua no era un alimento. Había nacido de la marcha bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón como un regalo» (96, 96).

La fiesta, con su luz, su alegría y su belleza, brota siempre en el encuentro. El encuentro nutre el espíritu humano, le hace bien como el afecto que inspira un obsequio. Obviamente, lo que había buscado el principito no era tanto el agua que es medio para saciar la sed corporal cuanto el agua que es medio en el cual se unen dos personas con voluntad de compromiso. Lo que en definitiva perseguía el principito era el encuentro personal a través de una marcha compartida en el estrecho pasillo que separaba en aquel momento la vida de la muerte.

 

6 Cf. Citadelle, p. 296; Ciudadela, p. 274.

7 El afecto que tiene el principito a su rosa está inspirado en el amor que sintió Saint-Exupéry por su esposa, Consuelo, según testimonio de ésta: «Cuando volvamos a Francia, me decía en 1943, necesitaré un clima distinto para trabajar, una mesa grande, una casa muy tranquila con té, rosas y, sobre todo, cigarrillos, y tú estarás junto a mí... Como bien sabes, la rosa de El principito eres tú. Tal vez no he sabido cuidarte bien, pero siempre te encontré muy bella». (Cf. A. de Saint-Exupéry: Vol de nuit, Gallimard, París 1931, p. 184. Notas de Golbert Quénelle).

8 El fenómeno del «pozo», visto como fuente de vida, desempeña un papel relevante en Citadelle, obra que quiere dar forma al bullente mundo interior del que brotaron las restantes obras de Saint-Exupéry. Véase, como ejemplo, la vinculación que se establece en las páginas 318-323 (Ciudadela, págs. 293-299) entre «el ceremonial de los pozos en el desierto», la necesidad de tensar el espíritu hacia las grandes metas de la existencia, siguiendo las «líneas de fuerza» que la naturaleza instaura, y el acrecentamiento de la propia «densidad interior» mediante el ajuste esforzado al campo de juego que es el desierto, con su inmensa aridez y sus pozos bien contados que hay que buscar sin intentarlos nunca poseer.

 


Internet


Internet
Netscape Communicator - Resolución 800x600 - Fuentes grandes

Última modificación: