Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 12ª: Análisis de "EL VIEJO Y EL MAR", de Ernest Hemingway (1899-1961)

4. Experiencias decisivas de la obra

Sabemos que el buen literato no describe objetos sino ámbitos, no relata hechos sino acontecimientos, no expresa procesos de producción fabril sino procesos creadores. Al percatarnos de ello, nos elevamos al nivel de realidad y actividad en que se mueven las obras literarias valiosas. Así, El viejo y el mar no se reduce a contarnos las peripecias por las que pasa un viejo pescador para atrapar un pez fuerte y voluminoso, y la decepción que sufre cuando ve que su capacidad de defensa no es suficiente para evitar que los tiburones devoren poco a poco su codiciada presa. En caso contrario, este relato de aventuras marinas podría resultar divertido pero carecería de todo valor estético. Lo que nos revela aquí Hemingway es el sentimiento de vinculación fraternal que alienta en el viejo pescador respecto a muchas realidades de su entorno, incluso aquellas a las que agrede y mata en función de su oficio de pescador. Al ver los delfines que nadan y resoplan en torno al bote, exclama: «Son buena gente, dijo. Juegan y bromean y se aman entre ellos. Son nuestros hermanos, como los peces voladores. Entonces empezó a sentir lástima del gran pez que había enganchado»1.

 

Una actitud creativa ante la vida

El mar se presenta ante el pescador como un gran campo de posibilidades, un «ámbito de realidad» lleno de dinamismo, de posibles interrelaciones y, por ello, desbordante de belleza. Casi todos los elementos de ese ámbito inmenso e inagotable constituyen para el protagonista un haz de posibilidades creadoras. De ahí su afecto fraternal hacia todos ellos. Un lugar especial lo ocupan los peces voladores. Pero también estima «las pequeñas, delicadas y oscuras golondrinas de mar que andaban siempre volando y buscando y casi nunca encontraban»; y las medusas, «con sus largos y mortíferos filamentos purpurinos», y las benéficas tortugas, y los patos salvajes, las marsopas, los bonitos y los delfines... Al mar pertenecen también la multitud de pajaritos que vuelan muy bajo sobre el agua, y las estrellas que relucen en lo alto. «Estoy tan despejado como lo están las estrellas, que son mis hermanas»2.

La realidad más inquietante de todas las que integran ese gran ámbito de vida marina es el tiburón. El viejo pescador conoce todas sus clases: el Mako, grande y hermoso, excepto en sus mandíbulas; el galano, repugnante y carroñero, pronto al ataque cuando siente hambre.

El mar se presenta al pescador como un lugar de entreveramiento de ámbitos; entreveramiento armónico o colisional: un verdadero campo de encuentro múltiple y dramático. «Es dulce y muy bello. Pero puede ser muy cruel y se vuelve así de repente, y esos pájaros que vuelan, picando y cazando, con sus tristes vocecillas tienen una naturaleza demasiado delicada para el mar»3. Por eso su relación con el mar es personal, y está llena de sentimiento y simbolismo. Al estar relacionado de esta manera, se siente acompañado, aunque se halle aislado en alta mar, ante un horizonte sin límites. «Miró por encima del mar y se percató de lo solo que estaba. Pero pudo ver los prismas en el agua profunda y oscura y el sedal estirado hacia delante y la extraña ondulación de la calma. Las nubes se estaban ahora arremolinando para los alisios y él miró adelante y vio una bandada de patos salvajes que se proyectaban contra el cielo sobre el agua y luego formaban una mancha oscura para volver a destacarse como un aguafuerte; y se dio cuenta de que nadie está jamás solo en el mar»4.

Esta forma personal de ver y sentir el mar inspira en el viejo pescador un sentimiento de amor hacia él, que lo lleva a llamarle «la mar», en femenino, como si fuera una mujer. Se distingue así netamente de los pescadores jóvenes que tienen aparejos de pesca más sofisticados -adquiridos cuando la captura del tiburón daba dinero- y toman el mar como si fuera «un contendiente, un lugar o incluso un enemigo», y le llaman «el mar», en masculino. «Pero el viejo lo consideraba siempre como algo femenino, que concedía o negaba grandes favores, pero, si hacía cosas salvajes o perversas, era porque no podía evitarlo. La luna le afecta como hace con la mujer, pensó»5. El viejo pescador no toma el mar como un medio para un fin -lucrarse económicamente-, o un lugar de confrontación hostil. Lo ve como un compañero de juego, una fuente de posibilidades de diverso orden, que le permiten a él desarrollar su creatividad y realizarse como persona. Al considerar el mar y los seres relacionados con él como «ámbitos», está bien dispuesto para encontrarse con todos ellos y considerarlos, en casos, como amigos. Esta actitud resalta de modo singular en la relación del pescador con el gran pez que captura y que intenta remolcar hasta el puerto.

El juego dramático entre el pescador y el pez

Más de la mitad de la obra está consagrada al relato de la captura de un pez. Si se tratara de una mera descripción de hechos, estaríamos ante una crónica, sin duda interesante y amena, pero carente del alto valor humanístico que albergan las obras literarias de calidad. Éstas no se consagran a describir una actividad laboral, que implica un proceso de producción fabril; quieren dar cuerpo expresivo a procesos creativos, de uno u otro orden. Para un pescador profesional, su actividad en el mar constituye una forma de trabajo. Pone en juego unas potencias para asumir unas posibilidades y lograr una meta. El pescador moviliza su inteligencia, su astucia, su experiencia, su fuerza física y psíquica para sacar partido a las posibilidades que le ofrece el mar y ganarse su sustento. Esta forma de trabajo puede adquirir sentido de juego creador si el pescador adopta ante cuanto le rodea una actitud no utilitarista sino dialógica, si entra en diálogo con los mismos peces que intenta capturar y establece con ellos un tipo de unidad que tenga alguna semejanza con la que se tiene con un compañero de juego o un amigo. Una actividad es lúdica cuando da lugar a algo nuevo valioso bajo unas normas. El pescador respeta las leyes de la pesca, no intenta imponerse a los peces con medios que superen excesivamente su capacidad de defensa. Echa mano de diversas astucias, que han de ser ligeramente superiores a la viveza de reflejos del animal6. En este campo de ataque moderado y defensa, el pescador puede tejer un haz de relaciones cordiales con los seres que intenta apresar.

Es el caso de Santiago, nuestro viejo pescador. Hace ya mucho tiempo que trabaja en vano. Desea ardientemente obtener alguna presa que le permita subsistir. Tras una larga y esforzada espera, de repente nota que un pez ha mordido el anzuelo. Sería perfectamente comprensible que intentara febrilmente rematarlo y llevarlo a tierra, como una simple presa. Pero el pescador no es reduccionista, no reduce de rango a los peces que captura. Les da todo su valor, los estima grandemente, sobre todo cuando son fuertes y nobles y se resisten a entregarse7. Naturalmente, los valora en el aspecto económico porque vive de la pesca8, pero, lejos de reducirlos a mero objeto de canje, establece con ellos un diálogo entrañable. En cuanto ve al pez que acaba de atrapar, se asombra de su tamaño y su belleza. A medida que lucha con él, admira su fuerza, su valor y tenacidad. Pero no se ablanda, se mantiene en su puesto de pescador tenaz en su actividad y consciente de su papel. «El pez es también mi amigo -dijo en voz alta-. Jamás he visto un pez así, ni oído hablar de él. Pero tengo que matarlo»9.

Le da pena el pez, que no tiene nada que comer, pero prosigue la dura tarea de retenerlo junto al bote porque ésa es la quintaesencia de su oficio: «Luego sintió pena por el gran pez, que no tenía nada que comer, y su decisión de matarlo no decayó en ningún momento a causa de tal pesar. A cuánta gente puede alimentar, pensó. Pero ¿serán dignos de comerlo? No, por supuesto que no. No hay nadie digno de comerlo, si tenemos en cuenta su comportamiento y su gran dignidad»10. «Me gustaría dar de comer al pez, pensó. Es mi hermano. Pero tengo que matarlo y cobrar fuerzas para hacerlo»11.

Pero no sólo lamenta el daño que está infringiendo al animal, que es un ser vivo y siente, sino que dialoga con él, y este esbozo de comunicación tiene en la soledad del océano una resonancia especial que llena el ánimo del pescador y le hace no sentirse del todo aislado. «¿Cómo te sientes pez? -preguntó en voz alta-. Yo me siento bien y mi mano izquierda está mejor y tengo comida para una noche y un día. Sigue tirando del bote, pez»12.

El viejo pescador no realiza su duro trabajo con prepotencia y menos con rencor o rabia, porque no toma al pez como un enemigo, ni siquiera como un adversario; lo considera un compañero de juego en la lucha por la vida. En esta contienda, cualquiera de ellos dos puede perder, y el pescador lo acepta como algo natural. «Me estás matando, pez, pensó el viejo. Pero tienes derecho a ello. Hermano, jamás he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni más tranquila ni más noble que tú. Ven y mátame. No me importa quién mate a quién»13.

En su interior se aunaba la admiración por el pez y el deseo de adueñarse de él y sacarle todo el provecho que podía tener para él y otras personas. «Virgen bendita, ruega por la muerte de este pez. Aunque es tan maravilloso.»14 En la misma línea se hallan muchas otras manifestaciones del pescador. «Pez -dijo-, yo te quiero y te respeto mucho. Pero acabaré con tu vida antes de que acabe el día.»15 «Cristo, no sabía que fuera tan grande. Sin embargo, lo mataré, dijo. Con toda su grandeza y su gloria»16.

Hasta tal punto llega el aprecio del pescador por el pez que, cuando los tiburones lo atacan, es como si lo agredieran a él. «No quería mirar al pez desde que había sido mutilado. Cuando el pez había sido atacado, fue como si lo hubiera sido él mismo»17. Cuando el pez fue convertido en una «ruina» por los tiburones, y carecía de figura, el pescador sintió dificultad para hablar con él. Pero, aún entonces, ideó una fórmula para seguir comunicándose: «Medio pez, dijo; el pez que has sido. Siento haberme alejado tanto mar adentro. He arruinado a los dos, a ti y a mi. Pero hemos matado muchos tiburones, tú y yo, y hemos arruinado a muchos otros. ¿Cuántos has matado tú en tu vida, viejo pez? Tú no tienes esa espada en la cabeza en vano»18.

La voluntad de vencer

A través de la narración se va poniendo al trasluz el modo íntimo de ser del viejo pescador, su actitud ante las circunstancias adversas, su valoración del oficio al que consagra su vida, su arte de superar la soledad.

En principio, el pescador aparece como un anciano que lucha por sobrevivir frente a la mala suerte. Lleva ochenta y cuatro días sin haber pescado nada. Se adentra en el mar temerariamente y entabla una lucha denodada con un pez gigantesco. Al fin, parece haber logrado una presa valiosa. La dureza de la lucha muestra que el viejo pescador tiene por lema en la vida no darse por vencido. Carece de provisiones y tiene que alimentarse de peces crudos para no desfallecer y proseguir el esfuerzo. Constantemente se insta a sí mismo a tomar alimento, pese a la náusea que le produce. Sufre calambres, las manos se le llagan, el cuerpo entero se le vuelve dolorido. Para cobrar ánimo, se desdobla y habla con sus manos y las insta a que se curen pronto para permitirle rematar la magnífica tarea que está realizando19. De cuando en cuando se anima a sí mismo, se reprende, se aconseja. Todo con un fin bien preciso: no quedar derrotado.

Se trata de un hombre anciano, pero fuerte y vivaz, lleno de fe en la vida, de esperanza y humildad20. «Todo en él era viejo, excepto sus ojos, y éstos tenían el mismo color que el mar y eran alegres e invictos.»21 Partía de la convicción de que «el hombre no está hecho para la derrota»; «un hombre puede ser destruido pero no derrotado»22. En los momentos más duros de su lucha con el pez se da ánimo a sí mismo con objeto de no desfallecer: «No puedo fallarme a mi mismo y morir ante un pez como éste -dijo-»23.

Esa voluntad de victoria no responde a amor propio o a afán de dominio y posesión, sino a conciencia de la propia dignidad como pescador. Cuando el pez da un brinco y le muestra toda su grandeza, comenta: «Me gustaría mostrarle qué clase de hombre soy. Pero entonces él vería mi mano con calambre. Que piense que soy más hombre de lo que soy, y lo seré»24. «... Le mostraré lo que puede hacer un hombre y lo que aguanta»25.

Él mismo se ve como un tipo fuera de lo normal: «Le indiqué al muchacho que yo era un viejo extraño -dijo-. Ahora es cuando tengo que demostrarlo»26.

¿En qué sentido es «extraño» este pescador, y respecto a quién? Se sale de lo normal entre las gentes de su condición no sólo porque sigue exigiendo a su cuerpo los mayores esfuerzos y arrastra grandes peligros en completa soledad, sino, ante todo, porque sabe ver su actividad desde un nivel desusado: el de los ámbitos y el encuentro. Esta forma elevada de visión le lleva a revisar, en pleno triunfo sobre el gran pez, el sentido mismo de la pesca. Solía pensar mucho en la soledad del mar, y se pregunta si no habrá sido un pecado el haber matado al pez, y concluye que en el gran juego de la vida ambos, el pez y él, han desempeñado su papel, el que tienen asignado. «Tú naciste para ser pescador y el pez nació para ser pez». «No has matado el pez -pensó- únicamente para sobrevivir y venderlo para comer. Lo has matado por orgullo y porque eres pescador. Lo amabas cuando estaba vivo y lo amabas después. Si lo amas, no es pecado matarlo. ¿O lo es más todavía?»27.

El buen hombre se da cuenta de que está metiéndose en honduras insondables del pensamiento y se dice a sí mismo en voz alta: «Piensas demasiado, viejo»28. Pero nunca es demasiado cuando se trata de ahondar en el sentido de la propia vida. La vida es una lucha noble entre seres que juegan el papel que les viene señalado por su especie o por la propia vocación y las circunstancias que la deciden. De ahí que Santiago, el pescador, después de recordar que mató al pez en defensa propia y de que lo mató bien, añade: «El pescar me mata a mí exactamente en la misma medida en que me mantiene vivo»29.

Al pronunciar esta frase, una luz se enciende súbitamente en la mente del anciano, que asciende del nivel en que se da la relación entre el pescador y sus posibles presas, y se percata de que en realidad quien lo sostiene en la vida es la relación de amistad con el muchacho. «El muchacho sostiene mi vida, pensó. No debo engañarme demasiado a mí mismo»30.

Esta doble observación constituye uno de esos fogonazos que iluminan el núcleo de las obras literarias y permiten penetrar en su sentido más profundo. Lo veremos en el apartado siguiente cuando observemos que, aunque la nada de la derrota absoluta parezca imponerse y llenar el alma de amargura, queda la amistad y llena la vida de sentido.

Para descubrir la fuerza de la amistad verdadera, desinteresada, debemos seguir las peripecias del pescador y vivir con él la inmensa decepción de ver cómo los tiburones, en sucesivas oleadas, van llevándose a dentelladas la carne del gran pez, amarrado al bote, y reduciendo a pavesas las esperanzas del anciano. Éste lucha bravamente más por amor al pez que por conservar una fuente de recursos. Lo hace con tesón y valentía, pero sin odio. Incluso admira a los tiburones, por ser hermosos y nobles y no conocer el miedo31.

Al fin se ve impotente para defender a su pez y acepta con serenidad que la espléndida figura de éste se vea reducida a un esqueleto. Se siente inmensamente cansado, «cansado por dentro»32, espiritualmente. Sin embargo, no se entrega al desaliento. Sabe perder. Parece notar cierto alivio cuando se percata de que todavía está vivo a juzgar por los dolores que siente33. Se ve «al fin derrotado y sin remedio»34, pero se sitúa en la popa y pone todo su empeño en gobernar bien el bote, sin hacer caso de los tiburones que acuden a liquidar la carroña. Había asimilado noblemente la derrota y no sentía el menor rencor ni rabia. «Navegaba ahora livianamente y no tenía pensamientos ni sentimientos de ninguna clase. Ahora ya lo había pasado todo y gobernaba el bote para llegar a su puerto lo mejor y más inteligentemente posible»35.

Ese estado de ánimo le permite ver el lado bueno de cuanto lo rodea y considera como su amigo al viento que hincha la vela del bote y le permite navegar con rapidez hacia casa. Y ve como amigo al «gran mar, con nuestros amigos y nuestros enemigos»36, y, sobre todo, la cama se le apareció ahora como la gran amiga: «La cama es mi amiga. La cama y nada más, pensó. La cama será una gran cosa»37. Por eso piensa que sobrellevar la derrota es mucho más fácil de lo que jamás hubiera pensado. Y, cuando se pregunta quién lo ha derrotado, no piensa en los implacables tiburones; se echa a sí mismo la culpa con toda serenidad: «Me alejé demasiado mar adentro»38. Ya anteriormente, cuando pensaba que quizá tuviera suerte y pudiera llegar a puerta con la mitad delantera del pez intacta, rechaza tal posibilidad diciendo: «Has violado tu suerte cuando te alejaste demasiado de la costa»39. Esta observación nos recuerda la maldición que recayó sobre el «holandés errante» por haber traspasado los límites marcados a los navegantes y que Richard Wagner inmortalizó en su conocida ópera.

La amistad es fuente de esperanza

Cuando el viejo pescador llegó, por fin, a su puerto, no encontró a nadie, debido a lo intempestivo de la hora, pero interiormente se sentía, sin duda, acompañado40. Siempre había sido sensible a la amistad y la compañía. En sus largas meditaciones frente al inmenso mar se acordaba constantemente del muchacho ausente, el buen Manolín que tantas atenciones había tenido con él. «Ojalá tuviera conmigo aquí al muchacho. Para ayudarme y para que viera esto», exclamó cuando se percató de lo grande y hermoso que era el pez41. Pero el anciano se hallaba solo ante la dura tarea de asegurar la presa y llevarla a casa sana y salva. Ese desvalimiento le inspira esta amarga queja: «Nadie debiera estar solo en su vejez. Pero es inevitable»42. Seguidamente, se insta a sí mismo a no olvidarse de tomar alimento, aunque no tenga apetito, para conservar las fuerzas que tanta falta le van a hacer pues tiene que valerse por sí mismo.

El pescador supera en cierta medida la soledad hablando consigo mismo y con los seres vivos que ve a su alrededor. Pero no deja de notar la inmensa diferencia que existe entre este tipo de diálogos y la interrelación personal. De ahí que, tras la dolorosa derrota sufrida, el recuerdo del muchacho y de las buenas gentes del pueblo le dé ánimos para recoger las últimas fuerzas que le quedan y rehacer el camino de vuelta43.

Al encontrarse de nuevo con Manolín, «notó lo agradable que es tener alguien con quien hablar en vez de hablar sólo consigo mismo y con el mar». El pescador le dijo al muchacho: «Te he echado de menos»44.

Manolín pone de manifiesto sin respeto humano alguno su entrañable afecto al anciano: llora abiertamente, lo cuida, pide que no le molesten, intenta animarlo, proponiéndole trabajar juntos en adelante, le insta a curarse las manos y los pulmones... Este amor desinteresado y leal llena con creces el inmenso vacío interior de un viejo luchador que se ve abandonado por la suerte45.

Ese vacío queda expresado dramáticamente en la imagen del esqueleto del gran pez, que ahora «no era más que basura a la espera de que se la lleve la marea»46. Después de la gran soledad y la amarga decepción, adquiere un relieve y valor especial la imagen que cierra la obra: el muchacho velando el sueño del anciano desvalido.

 

1 Cf. El viejo y el mar, Editorial G. Kraft Limitada, Buenos Aires 1959, p. 60. «"They are good" (...) "They play and make jokes and love one another. They are our brothers like the flying fish". Then he began to pity the great fish that he had hooked». Cf. The old man and the sea, Penguin Books, Harmondsworth (Inglaterra), 1966, p. 41.

2 Cf. El viejo y el mar, p. 98. «I am as clear as the stars that are my brothers». Cf. The old man and the sea, p. 68.

3 Cf. El viejo y el mar, p. 35. «She is kind and very beautiful. But she can be so cruel and it comes so suddenly and such birds that fly, dipping and hunting, with their small sad voices are made too delicately for thea sea». Cf. The old man and the sea, p. 23..

4 Cf. El viejo y el mar, p. 76. «He looked across the sea and knew how alone he was now. But he could see the prisms in the deep dark water and the line stretching ahead and the strange undulation of the calm. The clouds were building up now for the trade wind and he looked ahead and saw a flight of wild ducks etching themselves against the sky over the water, then blurring, then etching again and he knew no man was ever alone on the sea». Cf. The old man and the sea, p. 52.

5 Cf. El viejo y el mar, p. 36. «But the old man always thought of her as feminine and as something that gave or withheld great favours, and if she did wild or wicked things it was because she could not help them. The moon affects her as it does a woman, he thought». Cf. The old man and the sea, p. 24.

6 «..."Thank Good, they are not so intelligent as we who kill them; although they are more noble and more able"». «Gracias a Dios, ellos (los peces) no son tan inteligentes como quienes los matamos, aunque son más nobles y más hábiles». Cf. The old man and the sea, p. 55; El viejo y el mar, p. 79.

7 Cf. El viejo y el mar, p. 124; The old man and the sea, p. 86.

8 Cf. El viejo y el mar, p. 95. «"The fish is my friend too", he said aloud. "I have never seen or heard of such a fish. But I must kill him"». Cf. The old man and the sea, p. 66.

9 Cf. El viejo y el mar, págs. 95-96. «Then he was sorry for the great fish that had nothing to eat and his determination to kill him never relaxed in his sorrow for him. "How many people will he feed", he thought."But are they worthy to eat him? No, of course not. There is no one worthy of eating him from the manner of his behavour and his great dignity" ». Cf. The old man and the sea, p. 66.

10 Cf. El viejo y el mar, págs 74-75. « "I wish I could feed the físh", he thought. "He is my brother. But I must kill him and keep strong to do it" ». Cf. The old man and the sea, p. 51.

11 Cf. El viejo y el mar, p. 94. « "How do you feel, fish?" he asked aloud. "I feel good and my left hand is better and I have food for a night and a day. Pull the boat, fish" ». Cf. The old man and the sea, p. 65.

12 Cf. El viejo y el mar, págs. 118-119. « "You are killing me, fish", the old man thought, "But you have a right to. Never have I seen a greater, or more beautiful, or a calmer or more noble thing than you, brother. Come on and kill me. I do not care who kills who" ». Cf. The old man and the sea, p. 82.

13 Cf. El viejo y el mar, p. 82. « "Blessed Virgin, pray for the death of this fish. Wonderful though he is" » Cf. The old man and the sea, p. 57.

14 Cf. El viejo y el mar, p. 68. « "Fish", he said, "I love you and respect you very much. But I will kill you dead before this day ends" ». Cf. The old man and the sea, p. 46.

15 Cf. El viejo y el mar, p. 83. « "Christ, I did not know he was so big. I'll kill him though" he said. "In all his greatness and his glory" ». Cf. The old man and the sea, p. 57.

16 Cf. El viejo y el mar, p. 132. «He did not like to look at the fish since he had been mutilated. When the fish had been hit it was thought he himself were hit». Cf. The old man and the sea, p. 92.

17 Cf. El viejo y el mar, p. 148. « "¡Half-fish" he said. "Fish that you were. I am sorry that I went too far out. I ruined us both. But we have killed many sharks, you and I, and ruined many others. How many did you ever kill, old fish? You do not have that spear on your head for nothing" ». Cf. The old man and the sea, p. 104.

18 «¿Cómo te sientes, mano?, preguntó a la mano, que sufría calambre y que estaba casi tan rígida como el rigor mortis. Comeré algo más para ti» .Cf. El viejo y el mar, págs. 73-74. « "How do you feel, hand?", he asked the cramped hand that was almost as stiff as rigor mortis. "I'll eat some more for you"». Cf. The old man and the sea, p. 50.

19 Cf. El viejo y el mar, págs. 14-15; The old man and the sea, p. 9

20 Cf. El viejo y el mar, p. 10. «Everything about him was old except his eyes and they were the same colour as the sea and were cheerful and undefeated». Cf. The old man and the sea, p. 6.

21 Cf. El viejo y el mar, p. 312; The old man and the sea, p. 93.

22 Cf. El viejo y el mar, p. 112. « "I could not fail on a fish like this", he said». Cf. The old man and the sea, p. 78.

23 Cf. El viejo y el mar, págs. 80-81. «I wish I could show him what sort of man I am. But then he would see the cramped hand. Let him think I am more man that I am and I will be so». Cf. The old man and the sea, p. 56.

24 Cf. El viejo y el mar, p. 83. «... I will show him what a man can do and what a man endures». Cf. The old man and the sea, p. 57.

25 Cf. El viejo y el mar, p. 83. « "I told the boy I was a strange old man", he said. "Now is when I must prove it" ». Cf. The old man and the sea, p. 58.

26 Cf. El viejo y el mar, p. 135. «You were born to be a fisherman as the fish was born to be a fish». « "You did not kill the fish only to be alive and to sell for food", he thought. "You killed him for pride and because you are a fisherman. You loved him when he was alive and you loved him after. If you love him, it is not a sin to kill him. Or it is more?" ». Cf. The old man and the sea, págs. 94-95.

27 Cf. El viejo y el mar, p. 136. « "You thing too much, old man", he said aloud». Cf. The old man and the sea, p. 95. .

28 Cf. El viejo y el mar, p. 136. «Fishing kills me exactly as it keeps me alive». Cf. The old man and the sea, p. 95.

29 Cf. El viejo y el mar, p. 136. «The boy keeps me alive. I must not deceive myself too much». Cf. The old man and the sea, p. 95.

30 Cf. El viejo y el mar, p. 135; The old man and the sea, p. 95.

31 Cf. El viejo y el mar, p. 145; The old and the sea, p. 101.

32 Cf. El viejo y el mar, págs. 149, 151; The old man and the sea, págs. 105, 106.

33 Cf. El viejo y el mar, p. 153; The old man and the sea, p. 107.

34 Cf. El viejo y el mar, p. 154. «He sailed lightly now and he had no thoughts nor any feelings of any kind. He was past everything now and he had no thoughts nor any feelings of any kind. He was past everything now and he sailed the skiff to make his home port as well and as intelligenty as he could». Cf. The old man and the sea, p. 108.

35 Cf. El viejo y el mar, p. 155; The old man and the sea, p. 108.

36 Cf. El viejo y el mar, p. 155. « "Bed is my friend. Just bed", he thought. "Bed will be a great thing" ». Cf. The old man and the sea, p. 108.

37 Cf. El viejo y el mar, p. 155. «I went out too far». Cf. The old man and the sea, p. 108.

38 Cf. El viejo y el mar, p. 150. «You violated your luck when you went too far outside». Cf. The old man and the sea, p. 105.

39 Cf. El viejo y el mar, p. 155; The old man and the sea, p. 109.

40 Cf. El viejo y el mar, p. 59. «Then he said aloud, "I wish I had the boy. To help me and to see this" ». Cf. The old man and the sea, p. 40.

41 Cf. El viejo y el mar, p. 59. « "No one should be alone in their old age", he thought. "But it is unavoidable"». Cf. The old man and the sea, p. 40.

42 Cf. El viejo y el mar, p. 148; The old man and the sea, págs. 103-104.

43 Cf. El viejo y el mar, p. 160. « "I missed you", he said». Cf. The old man and the sea, p. 112.

44 Cf. El viejo y el mar, p. 160; The old man and the sea, p. 112.

45 Cf. El viejo y el mar, p. 163; The old man and the sea, p. 114.

46 Cf. Aire nuestro. Cántico, Barral Editores, Barcelona 1977, p. 13.

 


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