Una
actitud creativa ante la vida
El mar se presenta ante el pescador como un gran campo de
posibilidades, un «ámbito de realidad» lleno
de dinamismo, de posibles interrelaciones y, por ello, desbordante
de belleza. Casi todos los elementos de ese ámbito
inmenso e inagotable constituyen para el protagonista un haz
de posibilidades creadoras. De ahí su afecto fraternal
hacia todos ellos. Un lugar especial lo ocupan los peces voladores.
Pero también estima «las pequeñas, delicadas
y oscuras golondrinas de mar que andaban siempre volando y
buscando y casi nunca encontraban»; y las medusas, «con
sus largos y mortíferos filamentos purpurinos»,
y las benéficas tortugas, y los patos salvajes, las
marsopas, los bonitos y los delfines... Al mar pertenecen
también la multitud de pajaritos que vuelan muy bajo
sobre el agua, y las estrellas que relucen en lo alto. «Estoy
tan despejado como lo están las estrellas, que son
mis hermanas»2.
La realidad más inquietante de todas las que integran
ese gran ámbito de vida marina es el tiburón.
El viejo pescador conoce todas sus clases: el Mako, grande
y hermoso, excepto en sus mandíbulas; el galano, repugnante
y carroñero, pronto al ataque cuando siente hambre.
El mar se presenta al pescador como un lugar de entreveramiento
de ámbitos; entreveramiento armónico o colisional:
un verdadero campo de encuentro múltiple y dramático.
«Es dulce y muy bello. Pero puede ser muy cruel y se
vuelve así de repente, y esos pájaros que vuelan,
picando y cazando, con sus tristes vocecillas tienen una naturaleza
demasiado delicada para el mar»3.
Por eso su relación con el mar es personal, y está
llena de sentimiento y simbolismo. Al estar relacionado de
esta manera, se siente acompañado, aunque se halle
aislado en alta mar, ante un horizonte sin límites.
«Miró por encima del mar y se percató de
lo solo que estaba. Pero pudo ver los prismas en el agua profunda
y oscura y el sedal estirado hacia delante y la extraña
ondulación de la calma. Las nubes se estaban ahora
arremolinando para los alisios y él miró adelante
y vio una bandada de patos salvajes que se proyectaban contra
el cielo sobre el agua y luego formaban una mancha oscura
para volver a destacarse como un aguafuerte; y se dio cuenta
de que nadie está jamás solo en el mar»4.
Esta
forma personal de ver y sentir el mar inspira en el viejo
pescador un sentimiento de amor hacia él, que lo lleva
a llamarle «la mar», en femenino, como si fuera
una mujer. Se distingue así netamente de los pescadores
jóvenes que tienen aparejos de pesca más sofisticados
-adquiridos
cuando la captura del tiburón daba dinero- y toman
el mar como si fuera «un contendiente, un lugar o incluso
un enemigo», y le llaman «el mar», en masculino.
«Pero el viejo lo consideraba siempre como algo femenino,
que concedía o negaba grandes favores, pero, si hacía
cosas salvajes o perversas, era porque no podía evitarlo.
La luna le afecta como hace con la mujer, pensó»5.
El viejo pescador no toma el mar como un medio para un fin
-lucrarse económicamente-, o un lugar de confrontación
hostil. Lo ve como un compañero de juego, una fuente
de posibilidades de diverso orden, que le permiten a él
desarrollar su creatividad y realizarse como persona. Al considerar
el mar y los seres relacionados con él como «ámbitos»,
está bien dispuesto para encontrarse con todos ellos
y considerarlos, en casos, como amigos. Esta actitud resalta
de modo singular en la relación del pescador con el
gran pez que captura y que intenta remolcar hasta el puerto.
El
juego dramático entre el pescador y el pez
Más
de la mitad de la obra está consagrada al relato de
la captura de un pez. Si se tratara de una mera descripción
de hechos, estaríamos ante una crónica, sin
duda interesante y amena, pero carente del alto valor humanístico
que albergan las obras literarias de calidad. Éstas
no se consagran a describir una actividad laboral, que implica
un proceso de producción fabril; quieren dar cuerpo
expresivo a procesos creativos, de uno u otro orden. Para
un pescador profesional, su actividad en el mar constituye
una forma de trabajo. Pone en juego unas potencias para asumir
unas posibilidades y lograr una meta. El pescador moviliza
su inteligencia, su astucia, su experiencia, su fuerza física
y psíquica para sacar partido a las posibilidades que
le ofrece el mar y ganarse su sustento. Esta forma de trabajo
puede adquirir sentido de juego creador si el pescador adopta
ante cuanto le rodea una actitud no utilitarista sino dialógica,
si entra en diálogo con los mismos peces que intenta
capturar y establece con ellos un tipo de unidad que tenga
alguna semejanza con la que se tiene con un compañero
de juego o un amigo. Una actividad es lúdica cuando
da lugar a algo nuevo valioso bajo unas normas. El pescador
respeta las leyes de la pesca, no intenta imponerse a los
peces con medios que superen excesivamente su capacidad de
defensa. Echa mano de diversas astucias, que han de ser ligeramente
superiores a la viveza de reflejos del animal6.
En este campo de ataque moderado y defensa, el pescador puede
tejer un haz de relaciones cordiales con los seres que intenta
apresar.
Es el caso de Santiago, nuestro viejo pescador. Hace ya mucho
tiempo que trabaja en vano. Desea ardientemente obtener alguna
presa que le permita subsistir. Tras una larga y esforzada
espera, de repente nota que un pez ha mordido el anzuelo.
Sería perfectamente comprensible que intentara febrilmente
rematarlo y llevarlo a tierra, como una simple presa. Pero
el pescador no es reduccionista, no reduce de rango a los
peces que captura. Les da todo su valor, los estima grandemente,
sobre todo cuando son fuertes y nobles y se resisten a entregarse7.
Naturalmente, los valora en el aspecto económico porque
vive de la pesca8,
pero, lejos de reducirlos a mero objeto de canje, establece
con ellos un diálogo entrañable. En cuanto ve
al pez que acaba de atrapar, se asombra de su tamaño
y su belleza. A medida que lucha con él, admira su
fuerza, su valor y tenacidad. Pero no se ablanda, se mantiene
en su puesto de pescador tenaz en su actividad y consciente
de su papel. «El pez es también mi amigo -dijo
en voz alta-. Jamás he visto un pez así, ni
oído hablar de él. Pero tengo que matarlo»9.
Le da pena el pez, que no tiene nada que comer, pero prosigue
la dura tarea de retenerlo junto al bote porque ésa
es la quintaesencia de su oficio: «Luego sintió
pena por el gran pez, que no tenía nada que comer,
y su decisión de matarlo no decayó en ningún
momento a causa de tal pesar. A cuánta gente puede
alimentar, pensó. Pero ¿serán dignos de
comerlo? No, por supuesto que no. No hay nadie digno de comerlo,
si tenemos en cuenta su comportamiento y su gran dignidad»10.
«Me gustaría dar de comer al pez, pensó.
Es mi hermano. Pero tengo que matarlo y cobrar fuerzas para
hacerlo»11.
Pero no sólo lamenta el daño que está
infringiendo al animal, que es un ser vivo y siente, sino
que dialoga con él, y este esbozo de comunicación
tiene en la soledad del océano una resonancia especial
que llena el ánimo del pescador y le hace no sentirse
del todo aislado. «¿Cómo te sientes pez?
-preguntó en voz alta-. Yo me siento bien y mi mano
izquierda está mejor y tengo comida para una noche
y un día. Sigue tirando del bote, pez»12.
El viejo pescador no realiza su duro trabajo con prepotencia
y menos con rencor o rabia, porque no toma al pez como un
enemigo, ni siquiera como un adversario; lo considera un compañero
de juego en la lucha por la vida. En esta contienda, cualquiera
de ellos dos puede perder, y el pescador lo acepta como algo
natural. «Me estás matando, pez, pensó
el viejo. Pero tienes derecho a ello. Hermano, jamás
he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni
más tranquila ni más noble que tú. Ven
y mátame. No me importa quién mate a quién»13.
En su interior se aunaba la admiración por el pez y
el deseo de adueñarse de él y sacarle todo el
provecho que podía tener para él y otras personas.
«Virgen bendita, ruega por la muerte de este pez. Aunque
es tan maravilloso.»14
En la misma línea se hallan muchas otras manifestaciones
del pescador. «Pez -dijo-, yo te quiero y te respeto
mucho. Pero acabaré con tu vida antes de que acabe
el día.»15
«Cristo, no sabía que fuera tan grande. Sin embargo,
lo mataré, dijo. Con toda su grandeza y su gloria»16.
Hasta tal punto llega el aprecio del pescador por el pez que,
cuando los tiburones lo atacan, es como si lo agredieran a
él. «No quería mirar al pez desde que había
sido mutilado. Cuando el pez había sido atacado, fue
como si lo hubiera sido él mismo»17.
Cuando el pez fue convertido en una «ruina» por
los tiburones, y carecía de figura, el pescador sintió
dificultad para hablar con él. Pero, aún entonces,
ideó una fórmula para seguir comunicándose:
«Medio pez, dijo; el pez que has sido. Siento haberme
alejado tanto mar adentro. He arruinado a los dos, a ti y
a mi. Pero hemos matado muchos tiburones,
tú y yo, y hemos arruinado a muchos otros. ¿Cuántos
has matado tú en tu vida, viejo pez? Tú no tienes
esa espada en la cabeza en vano»18.
La
voluntad de vencer
A través de la narración se va poniendo al trasluz
el modo íntimo de ser del viejo pescador, su actitud
ante las circunstancias adversas, su valoración del
oficio al que consagra su vida, su arte de superar la soledad.
En principio, el pescador aparece como un anciano que lucha
por sobrevivir frente a la mala suerte. Lleva ochenta y cuatro
días sin haber pescado nada. Se adentra en el mar temerariamente
y entabla una lucha denodada con un pez gigantesco. Al fin,
parece haber logrado una presa valiosa. La dureza de la lucha
muestra que el viejo pescador tiene por lema en la vida no
darse por vencido. Carece de provisiones y tiene que alimentarse
de peces crudos para no desfallecer y proseguir el esfuerzo.
Constantemente se insta a sí mismo a tomar alimento,
pese a la náusea que le produce. Sufre calambres, las
manos se le llagan, el cuerpo entero se le vuelve dolorido.
Para cobrar ánimo, se desdobla y habla con sus manos
y las insta a que se curen pronto para permitirle rematar
la magnífica tarea que está realizando19.
De cuando en cuando se anima a sí mismo, se reprende,
se aconseja. Todo con un fin bien preciso: no quedar derrotado.
Se trata de un hombre anciano, pero fuerte y vivaz, lleno
de fe en la vida, de esperanza y humildad20.
«Todo en él era viejo, excepto sus ojos, y éstos
tenían el mismo color que el mar y eran alegres e invictos.»21
Partía de la convicción de que «el hombre
no está hecho para la derrota»; «un hombre
puede ser destruido pero no derrotado»22.
En los momentos más duros de su lucha con el pez se
da ánimo a sí mismo con objeto de no desfallecer:
«No puedo fallarme a mi mismo y morir ante un pez como
éste -dijo-»23.
Esa voluntad de victoria no responde a amor propio o a afán
de dominio y posesión, sino a conciencia de la propia
dignidad como pescador. Cuando el pez da un brinco y le muestra
toda su grandeza, comenta: «Me gustaría mostrarle
qué clase de hombre soy. Pero entonces él vería
mi mano con calambre. Que piense que soy más hombre
de lo que soy, y lo seré»24.
«... Le mostraré lo que puede hacer un hombre
y lo que aguanta»25.
Él
mismo se ve como un tipo fuera de lo normal: «Le indiqué
al muchacho que yo era un viejo extraño -dijo-. Ahora
es cuando tengo que demostrarlo»26.
¿En
qué sentido es «extraño» este pescador,
y respecto a quién? Se sale de lo normal entre las
gentes de su condición no sólo porque sigue
exigiendo a su cuerpo los mayores esfuerzos y arrastra grandes
peligros en completa soledad, sino, ante todo, porque sabe
ver su actividad desde un nivel desusado: el de los ámbitos
y el encuentro. Esta forma elevada de visión le lleva
a revisar, en pleno triunfo sobre el gran pez, el sentido
mismo de la pesca. Solía pensar mucho en la soledad
del mar, y se pregunta si no habrá sido un pecado el
haber matado al pez, y concluye que en el gran juego de la
vida ambos, el pez y él, han desempeñado su
papel, el que tienen asignado. «Tú naciste para
ser pescador y el pez nació para ser pez». «No
has matado el pez -pensó- únicamente para sobrevivir
y venderlo para comer. Lo has matado por orgullo y porque
eres pescador. Lo amabas cuando estaba vivo y lo amabas después.
Si lo amas, no es pecado matarlo. ¿O lo es más
todavía?»27.
El buen hombre se da cuenta de que está metiéndose
en honduras insondables del pensamiento y se dice a sí
mismo en voz alta: «Piensas demasiado, viejo»28.
Pero nunca es demasiado cuando se trata de ahondar en el sentido
de la propia vida. La vida es una lucha noble entre seres
que juegan el papel que les viene señalado por su especie
o por la propia vocación y las circunstancias que la
deciden. De ahí que Santiago, el pescador, después
de recordar que mató al pez en defensa propia y de
que lo mató bien, añade: «El pescar me
mata a mí exactamente en la misma medida en que me
mantiene vivo»29.
Al pronunciar esta frase, una luz se enciende súbitamente
en la mente del anciano, que asciende del nivel en que se
da la relación entre el pescador y sus posibles presas,
y se percata de que en realidad quien lo sostiene en la vida
es la relación de amistad con el muchacho. «El
muchacho sostiene mi vida, pensó. No debo engañarme
demasiado a mí mismo»30.
Esta doble observación constituye uno de esos fogonazos
que iluminan el núcleo de las obras literarias y permiten
penetrar en su sentido más profundo. Lo veremos en
el apartado siguiente cuando observemos que, aunque la nada
de la derrota absoluta parezca imponerse y llenar el alma
de amargura, queda la amistad y llena la vida de sentido.
Para descubrir la fuerza de la amistad verdadera, desinteresada,
debemos seguir las peripecias del pescador y vivir con él
la inmensa decepción de ver cómo los tiburones,
en sucesivas oleadas, van llevándose a dentelladas
la carne del gran pez, amarrado al bote, y reduciendo a pavesas
las esperanzas del anciano. Éste lucha bravamente más
por amor al pez que por conservar una fuente de recursos.
Lo hace con tesón y valentía, pero sin odio.
Incluso admira a los tiburones, por ser hermosos y nobles
y no conocer el miedo31.
Al fin se ve impotente para defender a su pez y acepta con
serenidad que la espléndida figura de éste se
vea reducida a un esqueleto. Se siente inmensamente cansado,
«cansado por dentro»32,
espiritualmente. Sin embargo, no se entrega al desaliento.
Sabe perder. Parece notar cierto alivio cuando se percata
de que todavía está vivo a juzgar por los dolores
que siente33.
Se ve «al fin derrotado y sin remedio»34,
pero se sitúa en la popa y pone todo su empeño
en gobernar bien el bote, sin hacer caso de los tiburones
que acuden a liquidar la carroña. Había asimilado
noblemente la derrota y no sentía el menor rencor ni
rabia. «Navegaba ahora livianamente y no tenía
pensamientos ni sentimientos de ninguna clase. Ahora ya lo
había pasado todo y gobernaba el bote para llegar a
su puerto lo mejor y más inteligentemente posible»35.
Ese
estado de ánimo le permite ver el lado bueno de cuanto
lo rodea y considera como su amigo al viento que hincha
la vela del bote y le permite navegar con rapidez hacia casa.
Y ve como amigo al «gran mar, con nuestros amigos y nuestros
enemigos»36,
y, sobre todo, la cama se le apareció ahora como la
gran amiga: «La cama es mi amiga. La cama y nada más,
pensó. La cama será una gran cosa»37.
Por eso piensa que sobrellevar la derrota es mucho más
fácil de lo que jamás hubiera pensado. Y, cuando
se pregunta quién lo ha derrotado, no piensa en los
implacables tiburones; se echa a sí mismo la culpa
con toda serenidad: «Me alejé demasiado mar adentro»38.
Ya anteriormente, cuando pensaba que quizá tuviera
suerte y pudiera llegar a puerta con la mitad delantera del
pez intacta, rechaza tal posibilidad diciendo: «Has violado
tu suerte cuando te alejaste demasiado de la costa»39.
Esta observación nos recuerda la maldición que
recayó sobre el «holandés errante»
por haber traspasado los límites marcados a los navegantes
y que Richard Wagner inmortalizó en su conocida ópera.
La
amistad es fuente de esperanza
Cuando el viejo pescador llegó, por fin, a su puerto,
no encontró a nadie, debido a lo intempestivo de la
hora, pero interiormente se sentía, sin duda, acompañado40.
Siempre había sido sensible a la amistad y la compañía.
En sus largas meditaciones frente al inmenso mar se acordaba
constantemente del muchacho ausente, el buen Manolín
que tantas atenciones había tenido con él. «Ojalá
tuviera conmigo aquí al muchacho. Para ayudarme y para
que viera esto», exclamó cuando se percató
de lo grande y hermoso que era el pez41.
Pero el anciano se hallaba solo ante la dura tarea de asegurar
la presa y llevarla a casa sana y salva. Ese desvalimiento
le inspira esta amarga queja: «Nadie debiera estar solo
en su vejez. Pero es inevitable»42.
Seguidamente, se insta a sí mismo a no olvidarse de
tomar alimento, aunque no tenga apetito, para conservar las
fuerzas que tanta falta le van a hacer pues tiene que valerse
por sí mismo.
El pescador supera en cierta medida la soledad hablando consigo
mismo y con los seres vivos que ve a su alrededor. Pero no
deja de notar la inmensa diferencia que existe entre este
tipo de diálogos y la interrelación personal.
De ahí que, tras la dolorosa derrota sufrida, el recuerdo
del muchacho y de las buenas gentes del pueblo le dé
ánimos para recoger las últimas fuerzas que
le quedan y rehacer el camino de vuelta43.
Al encontrarse de nuevo con Manolín, «notó
lo agradable que es tener alguien con quien hablar en vez
de hablar sólo consigo mismo y con el mar». El
pescador le dijo al muchacho: «Te he echado de menos»44.
Manolín pone de manifiesto sin respeto humano alguno
su entrañable afecto al anciano: llora abiertamente,
lo cuida, pide que no le molesten, intenta animarlo, proponiéndole
trabajar juntos en adelante, le insta a curarse las manos
y los pulmones... Este amor desinteresado y leal llena con
creces el inmenso vacío interior de un viejo luchador
que se ve abandonado por la suerte45.
Ese
vacío queda expresado dramáticamente en la imagen
del esqueleto del gran pez, que ahora «no era más
que basura a la espera de que se la lleve la marea»46.
Después de la gran soledad y la amarga decepción,
adquiere un relieve y valor especial la imagen que cierra
la obra: el muchacho velando el sueño del anciano
desvalido.
1
Cf. El viejo y el mar, Editorial G. Kraft Limitada,
Buenos Aires 1959, p. 60. «"They are good"
(...) "They play and make jokes and love one another.
They are our brothers like the flying fish". Then he
began to pity the great fish that he had hooked». Cf.
The old man and the sea, Penguin Books, Harmondsworth
(Inglaterra), 1966, p. 41.
2
Cf. El viejo y el mar, p. 98. «I am as clear as
the stars that are my brothers». Cf. The old man and
the sea, p. 68.
3
Cf. El viejo y el mar, p. 35. «She is kind and
very beautiful. But she can be so cruel and it comes so suddenly
and such birds that fly, dipping and hunting, with their small
sad voices are made too delicately for thea sea». Cf.
The old man and the sea, p. 23..
4
Cf. El viejo y el mar, p. 76. «He looked across
the sea and knew how alone he was now. But he could see the
prisms in the deep dark water and the line stretching ahead
and the strange undulation of the calm. The clouds were building
up now for the trade wind and he looked ahead and saw a flight
of wild ducks etching themselves against the sky over the
water, then blurring, then etching again and he knew no man
was ever alone on the sea». Cf. The old man and the
sea, p. 52.
5
Cf. El viejo y el mar, p. 36. «But the old man
always thought of her as feminine and as something that gave
or withheld great favours, and if she did wild or wicked things
it was because she could not help them. The moon affects her
as it does a woman, he thought». Cf. The old man and
the sea, p. 24.
6
«..."Thank Good, they are not so intelligent as
we who kill them; although they are more noble and more able"».
«Gracias a Dios, ellos (los peces) no son tan inteligentes
como quienes los matamos, aunque son más nobles y más
hábiles». Cf. The old man and the sea,
p. 55; El viejo y el mar, p. 79.
7
Cf. El viejo y el mar, p. 124; The old man and the
sea, p. 86.
8
Cf. El viejo y el mar, p. 95. «"The fish
is my friend too", he said aloud. "I have never
seen or heard of such a fish. But I must kill him"».
Cf. The old man and the sea, p. 66.
9
Cf. El viejo y el mar, págs. 95-96. «Then
he was sorry for the great fish that had nothing to eat and
his determination to kill him never relaxed in his sorrow
for him. "How many people will he feed", he thought."But
are they worthy to eat him? No, of course not. There is no
one worthy of eating him from the manner of his behavour and
his great dignity" ». Cf. The old man and the
sea, p. 66.
10
Cf. El viejo y el mar, págs 74-75. « "I
wish I could feed the físh", he thought. "He
is my brother. But I must kill him and keep strong to do it"
». Cf. The old man and the sea, p. 51.
11
Cf. El viejo y el mar, p. 94. « "How do
you feel, fish?" he asked aloud. "I feel good and
my left hand is better and I have food for a night and a day.
Pull the boat, fish" ». Cf. The old man and
the sea, p. 65.
12
Cf. El viejo y el mar, págs. 118-119.
« "You are killing me, fish", the old man
thought, "But you have a right to. Never have I seen
a greater, or more beautiful, or a calmer or more noble thing
than you, brother. Come on and kill me. I do not care who
kills who" ». Cf. The old man and the sea,
p. 82.
13
Cf. El viejo y el mar, p. 82. « "Blessed Virgin,
pray for the death of this fish. Wonderful though he is" »
Cf. The old man and the sea, p. 57.
14
Cf. El viejo y el mar, p. 68. « "Fish",
he said, "I love you and respect you very much. But I
will kill you dead before this day ends" ». Cf.
The old man and the sea, p. 46.
15
Cf. El viejo y el mar, p. 83. « "Christ,
I did not know he was so big. I'll kill him though" he
said. "In all his greatness and his glory" ».
Cf. The old man and the sea, p. 57.
16
Cf. El viejo y el mar, p. 132. «He did not like
to look at the fish since he had been mutilated. When the
fish had been hit it was thought he himself were hit».
Cf. The old man and the sea, p. 92.
17
Cf. El viejo y el mar, p. 148. « "¡Half-fish"
he said. "Fish that you were. I am sorry that I went
too far out. I ruined us both. But we have killed many sharks,
you and I, and ruined many others. How many did you ever kill,
old fish? You do not have that spear on your head for nothing"
». Cf. The old man and the sea, p. 104.
18
«¿Cómo te sientes, mano?, preguntó
a la mano, que sufría calambre y que estaba casi tan
rígida como el rigor mortis. Comeré algo más
para ti» .Cf. El viejo y el mar, págs.
73-74. « "How do you feel, hand?", he asked
the cramped hand that was almost as stiff as rigor mortis.
"I'll eat some more for you"». Cf. The old
man and the sea, p. 50.
19
Cf. El viejo y el mar, págs. 14-15;
The old man and the sea, p. 9
20
Cf. El viejo y el mar, p. 10. «Everything
about him was old except his eyes and they were the same colour
as the sea and were cheerful and undefeated». Cf. The
old man and the sea, p. 6.
21
Cf. El viejo y el mar, p. 312; The old man and the
sea, p. 93.
22
Cf. El viejo y el mar, p. 112. « "I could
not fail on a fish like this", he said». Cf. The
old man and the sea, p. 78.
23
Cf. El viejo y el mar, págs. 80-81. «I
wish I could show him what sort of man I am. But then he would
see the cramped hand. Let him think I am more man that I am
and I will be so». Cf. The old man and the sea,
p. 56.
24
Cf. El viejo y el mar, p. 83. «... I will show
him what a man can do and what a man endures». Cf. The
old man and the sea, p. 57.
25
Cf. El viejo y el mar, p. 83. « "I told
the boy I was a strange old man", he said. "Now
is when I must prove it" ». Cf. The old man
and the sea, p. 58.
26
Cf. El viejo y el mar, p. 135. «You were born
to be a fisherman as the fish was born to be a fish».
« "You did not kill the fish only to be alive and
to sell for food", he thought. "You killed him for
pride and because you are a fisherman. You loved him when
he was alive and you loved him after. If you love him, it
is not a sin to kill him. Or it is more?" ». Cf.
The old man and the sea, págs. 94-95.
27
Cf. El viejo y el mar, p. 136. « "You
thing too much, old man", he said aloud». Cf. The
old man and the sea, p. 95. .
28
Cf. El viejo y el mar, p. 136. «Fishing kills
me exactly as it keeps me alive». Cf. The old man
and the sea, p. 95.
29
Cf. El viejo y el mar, p. 136. «The boy
keeps me alive. I must not deceive myself too much».
Cf. The old man and the sea, p. 95.
30
Cf. El viejo y el mar, p. 135; The old man and the
sea, p. 95.
31
Cf. El viejo y el mar, p. 145; The old and
the sea, p. 101.
32
Cf. El viejo y el mar, págs. 149, 151; The
old man and the sea, págs. 105, 106.
33
Cf. El viejo y el mar, p. 153; The old man and the
sea, p. 107.
34
Cf. El viejo y el mar, p. 154. «He sailed lightly
now and he had no thoughts nor any feelings of any kind. He
was past everything now and he had no thoughts nor any feelings
of any kind. He was past everything now and he sailed the
skiff to make his home port as well and as intelligenty as
he could». Cf. The old man and the sea, p. 108.
35
Cf. El viejo y el mar, p. 155; The old man and the
sea, p. 108.
36
Cf. El viejo y el mar, p. 155. « "Bed is
my friend. Just bed", he thought. "Bed will be a
great thing" ». Cf. The old man and the sea,
p. 108.
37
Cf. El viejo y el mar, p. 155. «I went out
too far». Cf. The old man and the sea, p. 108.
38
Cf. El viejo y el mar, p. 150. «You violated
your luck when you went too far outside». Cf. The
old man and the sea, p. 105.
39
Cf. El viejo y el mar, p. 155; The old man and the
sea, p. 109.
40
Cf. El viejo y el mar, p. 59. «Then he said
aloud, "I wish I had the boy. To help me and to see this"
». Cf. The old man and the sea, p. 40.
41
Cf. El viejo y el mar, p. 59. « "No one
should be alone in their old age", he thought. "But
it is unavoidable"». Cf. The old man and the
sea, p. 40.
42
Cf. El viejo y el mar, p. 148; The old man
and the sea, págs. 103-104.
43
Cf. El viejo y el mar, p. 160. « "I missed
you", he said». Cf. The old man and the sea,
p. 112.
44
Cf. El viejo y el mar, p. 160; The old man and the
sea, p. 112.
45
Cf. El viejo y el mar, p. 163; The old man
and the sea, p. 114.
46
Cf. Aire nuestro. Cántico, Barral Editores,
Barcelona 1977, p. 13.