Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 15ª: Análisis de "EN LA ARDIENTE OSCURIDAD", de Antonio Buero Vallejo (1916)

5. Valoración general

Buero Vallejo aborda en esta obra una cuestión básica de la vida del hombre: las diversas actitudes que cabe adoptar frente a un estado de menesterosidad. Toda carencia provoca en el ser humano una disminución de posibilidades. Cuando se trata de un defecto físico, la naturaleza moviliza recursos de compensación que permiten al hombre desarrollar de modo especial otras vertientes de su ser y otorgar a su personalidad cierto equilibrio. En el caso de carencias espirituales, puede darse el fenómeno del embotamiento, de la pérdida de sensibilidad para aquello que no se posee. La entrega al vértigo suele provocar la ceguera para los valores, pues la luz que permite conocer y estimar lo valioso brota en los procesos de éxtasis.

El fenómeno de la ceguera que plasma Buero Vallejo en esta obra significa la falta de visión física que nos impide disfrutar del milagro de la luz y el color y captar la existencia de los fenómenos vinculados esencialmente con ambos: por ejemplo, la belleza de una noche estrellada.

Carlos representa la actitud juiciosa del hombre que sabe adaptarse a sus posibilidades creadoras y no convierte una limitación en tragedia. Ignacio es imagen de quien presta atención a sus carencias y valora en su justa medida la grandeza de todo aquello a lo que debe renunciar. Esta actitud, que en principio ostenta un aspecto positivo, provoca consecuencias sumamente negativas, porque no descubre las muchas posibilidades que se le ofrecen. Ignacio muestra gran sensibilidad para valorar el don de la luz, pero, al exaltar lo que éste significa, no trae a sus compañeros la posibilidad de la luz. Sólo les ofrece la angustia que produce el carecer de un bien supremo que otros poseen. La angustia es una forma de vértigo espiritual producido por el vacío que supone una gran pérdida.

Frente a la obsesiva preocupación de Ignacio por una carencia que significa para él un bloqueo absoluto de la personalidad, Carlos subraya una y otra vez la trama de posibilidades reales que tienen los ciegos para edificar una vida con sentido y cierta plenitud. La carencia de un don sólo puede ser debidamente valorada por quienes, habiéndolo conocido, se han visto privados de él. Los que nunca lo han disfrutado y han orientado su vida por rutas creadoras distintas no experimentan el desgarramiento de la pérdida de forma tan intensa. Ignacio, por el contrario, procura hacer tan viva en los ciegos la experiencia del ver que la imposibilidad de realizarla suponga una fuente inagotable de sufrimiento. Para él, el dolor forma parte ineludible del vivir en oscuridad. «No tenéis derecho a vivir -les dice a sus compañeros- porque os negáis a sufrir».

El dramatismo de la obra En la ardiente oscuridad no procede del hecho físico de la ceguera, que -por penoso que sea- carece en sí de valor estético. Arranca, más bien, del entrecruzamiento conflictivo de dos actitudes frente a la falta de vista: la actitud creativa dentro de un abanico de posibilidades reales (Carlos), y la actitud nostálgica y rebelde de quien no se resigna a carecer de una posibilidad extraordinariamente valiosa (Ignacio). El choque de ambas posiciones produce ambigüedad y dramatismo, y nos insta a clarificar aspectos relevantes de la vida humana. En verdad -como escribe el autor al frente de la obra-, «toda problemática encierra enorme dramatismo, si se sabe ver con ojos penetrantes. Cualquier forma de limitación humana, de disminución de la dignidad y la libertad humanas, merece subir a la escena y resulta siempre actual».

El proceso dramático se inicia al enfrentarse dos "ámbitos" de vida: por una parte, el ámbito de la seguridad, la autoconfianza y autoestima, la alegría de vivir, el afán de superación; por otra, el ámbito de la depresión, el pesimismo, la convicción de que una carencia física grave anula toda posibilidad creadora y bloquea el impulso vital. Si la obra se redujera a un choque de caracteres y personas, no afectaría a todo tipo de espectadores en lo más hondo; no se elevaría, por tanto, al plano de lo "clásico"; quedaría reducida a la expresión de un "argumento" circunstancial. Al presentar el conflicto de dos actitudes diversas ante un problema vital que, de una forma u otra, puede afectarnos a todos, nos adentra en nuestra propia historia y nos ayuda a descubrir su sentido cabal. Este descubrimiento constituye el "tema" profundo de la obra.

Una vez realizado el análisis de la obra, el intérprete debe responder a la apelación que le hace a colaborar con ella, para sacarle el mayor partido posible en orden a la formación humana. Sabemos que las obras literarias no tienen por cometido presentar un argumento y extraer de él una moraleja. Presentan una situación compleja, sugestiva, y la ofrecen como una fuente de luz para clarificar el enigma de la existencia humana.

Al bajarse definitivamente el telón de esta obra, el espectador se plantea sin duda dos preguntas concatenadas: «¿Quién de los dos protagonistas enfrentados tiene razón? ¿Quién de ellos yerra?». La respuesta es clara: Los dos. Ambos destacan un aspecto de la verdad. En ambas posturas hay una parte de falsedad. Lo que encierran de verdad los afirma en su posición. Lo que tienen de falso los enfrenta entre sí. Aquí radica su gran error: enfrentarse, en vez de colaborar en la búsqueda de la verdad plena, la que los hubiera llevado a la alegría sin vanas ilusiones. Colaborar con el que se nos opone es la quintaesencia de la tolerancia, actitud que no se reduce a conceder al otro la posibilidad de hablar; implica un rasgo positivo: aceptar y estimar su posible capacidad de encontrar la verdad; pensar que su opinión puede ayudarnos a descubrir una vertiente de la verdad que tal vez nos pasó inadvertida.

Con esa actitud de tolerancia hubieran podido Carlos e Ignacio advertir que una grave carencia como la ceguera implica una pérdida considerable de posibilidades de todo orden, pero no aleja totalmente de la realidad a quien la sufre. A través de cualquier sentido podemos acceder a la realidad, y, una vez en contacto con ella, llevar una vida creativa muy valiosa. La pequeña Hellen Keller no veía, ni oía, ni hablaba. Se hallaba en un pozo de incomunicación. A través del tacto, su profesora, Ana Sullivan, le hizo descubrir el lenguaje, y, a través del lenguaje, la realidad. Este descubrimiento fue el inicio de una asombrosa vida creativa: Hellen Keller cultivó la estética, escribió libros sobresalientes, dio conferencias muy instructivas...

 

6. Cuestiones para autoevaluación

 

  1. Un torero sufrió un accidente y, al verse imposibilitado para seguir toreando, se quitó la vida. En un congreso, un joven le preguntó a otro torero qué haría en una situación semejante, y él contesto: «¡Lo mismo!». ¿Qué hubiera dicho usted ante esta respuesta si hubiera estado presente?
  2. ¿Es realista afirmar -como el director del centro- que los ciegos pueden llegar «donde llegue cualquiera»? A pesar de su minusvalía, ¿pueden ser tan creativos o más que los videntes? ¿En qué sentido y en qué aspectos?
  3. Ante el que contradice lo que uno afirma ¿qué actitud se debe tomar: la de enfrentarse o la de colaborar? ¿Pueden estar indicadas ambas actitudes según las circunstancias y momentos.
  4. ¿Cuándo surge la alegría verdadera? H. Bergson afirma que «la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado»4. ¿Puede «triunfar» la vida, es decir: desarrollarse plenamente, incluso brillantemente, cuando hay carencias y sufrimiento? ¿Son incompatibles el sufrimiento y la alegría?

 

4. Cf. L'énergie spirituelle, PUF, París 1944, 32ª ed., p. 23.

 

 


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