Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 16ª: Análisis de «SIDDHARTHA. UN POEMA INDIO», de Hermann Hesse (1877-1962)

1. Argumento

Siddhartha, noble joven brahmán, abandona su casa por el deseo de alcanzar la perfección personal. Busca la vía de la plenitud con los samanas o ascetas del bosque y con el buda Gotama. Renuncia al empeño de buscar la sabiduría siguiendo el camino trazado por las doctrinas de los sabios e intenta hallarla a través de la propia experiencia. Se despide de su fiel amigo Govinda, que ingresa en la escuela del buda Gotama. Se entrega a la vida mundana, bajo la guía de dos expertos: Kamala, la bella cortesana, y Kamaswami, un hombre de negocios. Hastiado de esa vida de vértigo, vuelve al río, y, a ejemplo del barquero Vasudeva, hace la experiencia de la unidad de todos los seres, tras haber renunciado al apego que sentía hacia su hijo.

2. Tema

Búsqueda de la autenticidad humana
en la experiencia de la unidad con el todo

En esta obra, H. Hesse nos presenta a un joven noble que desea perfeccionarse. Tras dos intentos de hacerlo por vía de adoctrinamiento a cargo de personas muy experimentadas, «profesionales» por así decir de la sabiduría espiritual, prueba a hacerlo a través de la propia experiencia. Cae en el riesgo del vértigo, que supone un empastamiento con el propio yo y sus apetencias. Defraudado, sigue el ejemplo de un hombre del pueblo, un barquero dotado de gran intuición para las cosas del espíritu, y aprende a contemplar el río y todas las realidades del mundo. Este aprendizaje le permite descubrir la profunda unidad que nos vincula a todo el universo. Esta forma de contemplación tiene cierto carácter extático. Pero ¿se trata de un verdadero «éxtasis», que une sin fusionarse, amplía los propios límites, supera la cerrazón del egoísmo que provoca la caída en el vértigo, o estamos ante una forma generosa de pérdida en el todo, que desdibuja los límites de la propia personalidad y en cierta medida nos aliena? Contestar a esta pregunta supone una tarea ética de gran fecundidad formativa.

3. Contextualización

Hermann Hesse, que ya en 1916 había sufrido una aguda crisis nerviosa, vivió con dramática intensidad los cambios espirituales provocados en Occidente por la primera guerra mundial. Esta hecatombe física y moral mostró claramente que el «mito del eterno progreso» era una vana ilusión, dejó a la humanidad occidental sin un ideal firme, puso de relieve el peligro del cultivo unilateral de un pensamiento tendente al dominio de objetos y marcó un punto culminante en el proceso de deshumanización de la vida en diversos órdenes y del ascenso de las «masas» a la vida pública. Ante el panorama inquietante de los años veinte, Hesse no consagró su talento literario a la salvación de la cultura occidental, fecunda en cuanto a la producción de artefactos y al logro de una vida confortable, pero muy parca en auténtica capacidad creativa personal; intentó rescatar al hombre del secuestro al que le había sometido una civilización alejada de las fuentes de la verdadera cultura, del cultivo de la vida del espíritu.

Tal liberación implica la revalorización de lo espiritual frente a lo intelectual y la integración de las diversas tendencias, a veces antagónicas, que pugnan por obtener la primacía en el interior del hombre. Influido por diversas doctrinas adversas al entendimiento y al saber racional, e impresionado por las consecuencias del pensamiento tecnicista que había hecho posible el montaje del cataclismo bélico, Hesse no vio otro medio para el logro de su tarea que la exaltación de la vida y el alma humanas, entendidas de forma un tanto borrosa, al modo romántico nietzscheano.

Con estos presupuestos, para liberar al hombre de la crispación espiritual producida por el pensamiento racionalista y las conmociones sociales a él debidas, Hesse creyó necesario recurrir a las doctrinas orientales de la anulación del yo y a las teorías psicoanalíticas del mito y el inconsciente colectivo, temas que conocía de cerca por haber vivido numerosas sesiones de cura psicoanalítica, realizadas por un discípulo de Jung, y haber realizado un viaje a la India, tras leer diversas obras de misticismo budista y zen.

La crítica a la cultura occidental la realizó Hesse en Peter Camenzind (1904) y Demian (1919). Esta última obra causó gran impacto. En ella muestra el autor con nitidez impresionante las dos vertientes de la vida humana: la noble y la plebeya, la brillante y la sórdida, la ordenada y la caótica, la constructiva y la destructiva. Bandeándose entre ambas formas de concebir y realizar la existencia, el ser humano debe configurar su modo de ser y su identidad personal.

En diversas obras -Demian, El lobo estepario, Alma de niños, Klein y Wagner, Siddhartha...-, Hesse plasma la oposición de un mundo de luz y otro de tinieblas, un ámbito angelical y otro demoníaco; mundos que se enfrentan en el interior mismo del hombre. Emil Sinclair, Harry Haller, Klein y Siddhartha sienten añoranza por algo elevado y noble que confiera sentido a su vida. Para lograrlo, han de luchar contra su entorno, renunciar a lo confiado y amado y oponerse tenazmente a las fuerzas internas que se oponen al ideal.

Siddhartha. Un poema indio (1922) significa un paso positivo hacia la recuperación de la vida personal. No se trata, como a menudo se piensa, de una narración en tono menor, exótica y esteticista, sino del intento de mostrar una vía de salvación para el Occidente desorientado. No es un azar que esta obra haya sido tomada en diversas ocasiones como breviario ideológico por grupos afanosos de abrir nuevas rutas a la humanidad de forma no tanto intelectual cuanto experiencial. Los grupos que hicieron del retorno a la India un modo de vida encontraron en Siddhartha un guía espiritual de excepción. El mismo Hesse incluyó la experiencia «Siddhartha» en el radio de acción de lo que él denominó «Mi credo»1.

En El Europeo, breve narración publicada en 1917, Hesse muestra, en tono irónico, que los pueblos europeos, al elegir una vía de conocimiento e investigación unilateral, consiguieron llegar muy lejos en su intento de elaborar una cultura del poder y el dominio, pero tal éxito los llevó a una situación de extrema pobreza espiritual. La ambición de poder provocó la hecatombe bélica de 1914. Ello movió a Hesse a plantearse la cuestión de si vale la pena estar dotado de inteligencia. Todas sus obras se esfuerzan por trazar vías de salvación para el hombre que se apoyen menos en la inteligencia que en el sentimiento y en la voluntad de integrarse en el cosmos. En qué consiste exactamente esa integración no consiguió verlo con claridad el autor, pero una y otra vez insiste en que el camino verdadero es aquél que conduce a la unión con el entorno, no el que aleja de él. ¿De qué tipo de unidad se trata? Esta obra nos insta a responder a esta decisiva pregunta.

Hesse sabía por experiencia que el ser humano tiende a pensar que dicha unión con la realidad en torno puede lograrse mediante la relación más bien fusional, empastante, que nos procura la pasión erótica. Pero una voz interior nos advierte que este empastamiento debe ser superado por una forma de vinculación más creativa: el amor personal. El esfuerzo del hombre por integrar ambos modos de unión tensiona de parte a parte todas las obras de Hesse, y vincula, por tanto, dos ámbitos espirituales tan aparentemente dispares como el de Siddartha y el de El lobo estepario.

«Comencé Siddhartha en el invierno de 1919 -escribe Hesse-; entre la primera y la segunda parte hubo un intervalo de casi año y medio. Hice entonces la experiencia -naturalmente no por primera vez, pero con más dureza- de que es absurdo querer escribir sobre algo que uno no ha vivido, y en aquella larga pausa, cuando había desistido ya de escribir Siddhartha, tuve que recuperar un trozo de vida ascética y meditativa antes de que el mundo del espíritu indio, sagrado y afín desde mi adolescencia, pudiese ser de nuevo una patria real. Que no me quedase en ese mundo, como un converso en la religión elegida, que abandonase una y otra vez ese mundo, que a Siddhartha siguiese El lobo estepario, es algo que a menudo me reprochan con pesar los lectores que aman Siddhartha pero no han leído a fondo El lobo estepario. No tengo nada que decir, respondo tanto de El lobo estepario como de Siddhartha; mi vida y mi obra constituyen para mí una unidad natural, que me parece innecesario demostrar o defender»2.

 

1 Cf. Mein Glaube, Eckart, Frankfurt 1931. Versión española en Edit. Bruguera bajo el título Mi credo (Barcelona, 1976), volumen que reúne diversos textos filosóficos y religiosos de Hesse.

2 Cf. H. Hesse: Epílogo a «Weg nach Innen», en Escritos sobre literatura I, Alianza, Madrid 1983, 53-54.

 


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