Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 16ª: Análisis de «SIDDHARTHA. UN POEMA INDIO», de Hermann Hesse (1877-1962)

5. Valoración general

«Este libro extraordinario es, por el gran mensaje que encierra, mi libro favorito» (Henry Miller14).

En su noble afán de hallar una salida a la crisis de su época, Hesse lleva a cabo una acción decidida en tres frentes: el sociológico, el intelectual y el ético. Por lo que toca al primero, intenta evitar el autoritarismo -en sus diversas vertientes: familiar, escolar, política...- mediante una enérgica defensa de la libertad individual. En el plano intelectual, se preocupa por mostrar las nefastas consecuencias del racionalismo unilateral, que reduce las posibilidades del hombre y acaba entregándolo a los poderes de una técnica no domeñada por una correspondiente «Ética del poder». El efecto despersonalizante de esta primacía del pensar racionalista y tecnicista, que permitió racionalizar la matanza en masa de millones de inocentes en las dos guerras mundiales, sólo puede ser contrarrestado con una firme decisión de vivir personalmente la verdad y no contentarse con el incremento de un saber que tiene por única meta el domino de lo real. Las consecuencias que en el campo de la ética arrastran consigo el autoritarismo y el racionalismo reductor tienen como secuela ineludible la masificación de las personas y grupos y la pérdida consiguiente del yo, de la autonomía personal y la libertad.

Ante esta grave crisis del hombre contemporáneo, Hesse no ve otra vía de solución que instar a los hombres a realizar de modo cabal su personalidad, asumiendo su propia vocación y destino, recorriendo su camino personal en busca de la necesaria sabiduría, que ninguna doctrina puede transmitir de forma impersonal como si fuera un objeto. El mundo se presenta a Hesse como un campo de desconcierto, y en él debe cada persona alcanzar la unidad de su vida interior, su identidad personal, a través de las diferentes posibilidades, a menudo desgarradas, que pugnan por imponerse dilemáticamente en su espíritu.

Esta unidad no puede lograrla el hombre mediante la reclusión en sí mismo o la entrega a realidades que lo seducen y lo llevan a empastarse con ellas. La soledad del desarraigo y la unión fusional no engendran auténtica comunidad y, por tanto, plenitud personal. De ahí que los personajes de Hesse estén siempre en camino, renunciando a diversas formas de unión, para ver de alcanzar al final la verdadera, la que supera las delimitaciones del yo y permite abrirse nutriciamente a la vida del todo.

Hesse vio claramente que las diversas formas de vértigo o fascinación no instauran la necesaria unidad con lo real y no confieren al hombre la ansiada sabiduría. Ésta se revela y se alcanza por vía de «éxtasis», de ascenso a planos donde el yo abandona su cerrazón egoísta y se entrega a modos de comunión generosa. El problema está bien planteado: el hombre debe ser sí mismo, configurar una personalidad bien definida, pero ello sólo lo consigue abriéndose a realidades que, aun siendo distintas de él, tienen con él soterradamente una enigmática afinidad y conexión. El autor no se detiene a precisar de qué tipo de conexión y afinidad se trata. Se entrega a la intuición difuminada de que cada realidad es todas las realidades, como el río es a la vez su principio, su decurso y su fin. Ello explica que no haya logrado una exposición aquilatada de la experiencia de éxtasis, que aúna diversas formas de inmediatez con diversas formas de distancia, y no fusiona al hombre con ninguna realidad sino que lo une a distancia de perspectiva15.

El largo camino de Siddartha hacia su perfección personal culmina en una forma de unidad con lo real que es más bien fusional que mística, en el sentido riguroso del vocablo16. En la década del 20 al 30 se exaltó profusamente esa forma de vinculación a lo real como la vía regia para lograr modos auténticos de relación del hombre con los demás hombres y con la naturaleza. La historia posterior dejó claro que tal convicción inspiraba formas de conducta que no conducían a la plenitud y, por tanto, a la felicidad, sino a la destrucción espiritual y la extrema amargura. La causa profunda de tal desconcierto radica en la confusión de las experiencias de vértigo y las de éxtasis. La unión fusional es justamente la que subtiende todas las experiencias de vértigo, que no unen al hombre con la realidad, antes lo escinden de ella.

Para lograr -como intentaba noblemente Hermann Hesse- la superación del tecnicismo racionalista, la masificación envilecedora de la persona y el autoritarismo opresor del individuo, se requiere evitar de raíz la caída del hombre en las experiencias fascinantes de vértigo. Para ello no hay otro camino que la práctica constante y lúcida de las experiencias de éxtasis rectamente entendidas. Esta comprensión requiere la puesta en juego de un estilo de pensar que no se opone a la experiencia, antes se integra con ella y da lugar a un modo fecundo de «pensamiento experiencial», tal como fue postulado, entre otros, por Gabriel Marcel.

Lo que Siddhartha y otros personajes de Hesse buscan incesantemente es, en definitiva, clarificar a fondo la idea de éxtasis. La «vuelta al Oriente», a las experiencias de fusión en el todo y al vaciamiento del yo, encierra una gran fecundidad en cuanto contrarresta la actitud prepotente del pensamiento dominador, fascinado por las falaces promesas del racionalismo tecnicista, pero presenta una grave laguna a la hora de concretar el tipo de unidad que debe lograr el hombre con lo real en torno17. En este punto concreto, el misticismo occidental más equilibrado -San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, singularmente- puede servir de gran ayuda a esta búsqueda de una vía de salvación para el hombre que ha vivido el fin de la Edad Moderna y no ha logrado todavía poner las bases sólidas de la era que está pugnando por surgir y consolidarse.

A la luz de una teoría bien articulada del vértigo y el éxtasis, se comprende nítidamente la lógica interna de Siddhartha, la que rige las diversas transformaciones que va sufriendo el protagonista hasta la experiencia de unidad que realiza al lado del río.

  • En la primera fase de su vida, Siddhartha, como joven brahmán, lleva una vida noble, disciplinada, ajustada a las normas de su sociedad, pero actúa de modo frío, distante, como obedeciendo a un molde impuesto por su casta. Su bondad se le antoja un don, algo que se recibe del todo hecho como un bello vestido. Siente desazón ante tal actitud poco creativa y se decide a buscar su verdadero «atmán»18.
  • La segunda fase constituye una búsqueda de la sabiduría desde la misma perspectiva espiritual que había orientado su vida anterior: la actitud objetivista. Por eso toma el río como un objeto más que le sale al paso en su peregrinaje. Pero la voz de la sabiduría encarnada en Vasudeva, el barquero, le enseña a cambiar la forma de mirar las realidades del entorno.
  • Este giro da lugar a la tercera fase de su existencia. En ella se transforma el modo de relacionarse con cuanto le rodea: Kamala y su hijo, Vasudeva, los caminantes que desean atravesar el río, Gotama, Govinda, su propio «atmán», el misterio de su interioridad. Obviamente, se da aquí una valiosa conversión, el paso de la actitud espectacular, incomprometida, objetivista, a la actitud lúdica, comprometida, existencialmente dialógica. Pero no cabe decir que Siddhartha logre dar el salto a una relación verdaderamente dialógica de encuentro con alguna realidad. Iba a la búsqueda de su alma, y tras muchos avatares llegó a comprender por propia experiencia que su alma es el mundo entero (11, 160). Pero la unidad con este mundo reviste formas muy diversas que Hesse no parece haber acertado a precisar.

Siddhartha fue acogido entusiásticamente hace unos años por una generación ávida de vida auténtica, de fidelidad a la naturaleza. Esta aceptación multitudinaria se debió, sin duda, al afán del protagonista de buscar la autenticidad a través de la propia experiencia, áspera y arriesgada. Este camino de búsqueda culmina en una forma de unidad con el mundo entero que el autor considera «extática». El mero considerar la experiencia de éxtasis -altamente prestigiada ya desde antiguo- como una meta en la vida supone un avance. Pero nosotros, a través de nuestro análisis, hemos considerado necesario perfeccionar la idea del éxtasis. Con ello, asumimos el mensaje de esta bella obra, y colaboramos a otorgarle todavía mayor precisión y eficacia.

El peculiar modo de vitalismo que Hesse profesa, en conexión con Nietzsche y diversas corrientes filosóficas de la postguerra, halla un vehículo espléndido en su perfecto lenguaje, siempre dúctil, plegado a los mil pormenores del pensamiento y a las sutilezas de un sentimiento que vibra ante todas las experiencias que va posibilitando el trato con lo real.

6. Cuestiones para autoevaluación

1. ¿Por qué abandona Siddhartha su casa paterna y qué sentido tiene que le acompañe Govinda?

2. ¿Cuál es la razón por la cual Siddhartha camina solo cuando renuncia a las enseñanzas del sabio Buda?

3. Siddhartha vive la intensa experiencia del vértigo del erotismo y la riqueza, pero se siente insatisfecho. ¿A qué se debe esta frustración?

4. Determinar el tipo de unidad con el entorno que crea Siddhartha al imitar a Vasudeva, el barquero, en la forma de contemplar el río. ¿Qué características tiene el río para que su contemplación nos libere del individualismo y nos vincule con todas las realidades del universo en una forma de «éxtasis» singular?

5. Tal forma de unidad ¿es la más perfecta que puede el hombre instaurar con la realidad circundante? ¿Significa una auténtica liberación del egoísmo y un perfeccionamiento definitivo de la vida personal?

Ciertos movimientos de vuelta a la naturaleza, como el movimiento «hippie», proclamaron el amor a las flores, atacaron la sociedad de consumo, defendieron el amor libre... ¿Fue esto suficiente para garantizar una auténtica unidad con las demás personas y con la naturaleza? ¿Podía haberse previsto su fracaso?


14 Cf. H. Hesse, Escritos sobre literatura I, Alianza, Madrid 1983, p. 53.

15 Amplias precisiones sobre esta importante cuestión se hallan en mi obra El triángulo hermenéutico, BAC, Madrid 1971.

16 Véase, al hilo de la lectura del capítulo de Siddhartha titulado «Om», el tipo de unión que logra Siddhartha con el río y con todas las realidades del universo. Se advertirá que es abismalmente inferior a la unidad propia de la experiencia de «éxtasis», entendida como una forma de encuentro riguroso, tal como lo expuse en mis obras ya citadas Vértigo y éxtasis. Bases para una vida creativa e Inteligencia creativa. El descubrimiento personal de los valores.

17 Esto no indica que el pensamiento oriental, visto en toda su profundidad, sea incapaz de ello.

18 En la metafísica brahmánica, «atmán» significa la intimidad de cada uno, el aliento vital, el alma individual.


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