Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 17ª: Fecundidad y exigencias del método lúdico-ambital de análisis literario

4. La obra literaria presenta un realismo peculiar

La obra literaria es una ficción en cuanto a su argumento, pero no en cuanto a su tema. Los hechos que tejen la trama argumental pueden no haber sucedido nunca. La trama de ámbitos que se crean o se destruyen al hilo de la historia narrada nos revela la "intrahistoria" de los personajes, la "lógica" que rige su actuar, los procesos que sigue cada personaje en su existencia. El conflicto entre Creonte y Antígona tal vez no se haya dado nunca en la vida griega. Pero el conflicto entre la ley y la piedad (o, si se prefiere, entre la ley escrita y la ley no escrita) acontece a diario. Por eso nos afecta todavía tan íntimamente la obra de Sófocles.

Ninguno de nosotros puede identificarse hoy día con el argumento de La tragedia de Macbeth. En las condiciones actuales nadie puede tener la tentación de asesinar a un rey para usurpar su trono. Pero todos podemos dejarnos llevar del vértigo de la ambición de poder en un aspecto o en otro, y considerar como propia la historia trágica de Macbeth. Lo que intentó en realidad Shakespeare no fue transmitirnos un suceso histórico, sino poner ante nuestros ojos el proceso de vértigo, que es inspirado por el egoísmo, desea poseer lo que encandila los instintos, produce euforia, pero inmediatamente causa decepción, tristeza, angustia, desesperación y destrucción. La verdadera tarea del dramaturgo consistió en plasmar en imágenes las distintas fases de un proceso espiritual de ambición desmedida. Esas imágenes no representan objetos; plasman ámbitos. Ser rey es una fuente de posibilidades; constituye un "ámbito". El ser humano es también un ámbito, una fuente de iniciativa, de deseos, proyectos, actitudes... Desear ser rey indica querer asumir los campos de posibilidades que entraña esa condición. Matar al rey significa un conflicto entre dos seres ambitales, no un mero choque. Todo choque es un hecho real. Ese conflicto ambital presenta un modo de realidad distinto, pero no inferior. Se da en un nivel más elevado, más difícil de captar en su plenitud de sentido. Su sentido no lo ven los ojos; lo entrevé la imaginación, que no es la facultad de lo irreal sino de lo ambital.

No pocos autores, desde Platón a Sartre, proclamaron la condición irreal de las obras artísticas14. La teoría de los ámbitos nos permite descubrir el carácter eminentemente real de las creaciones artísticas y literarias15. Recordemos La metamorfosis de Kafka y el sentido de la transformación de un hombre en insecto. Kafka no tergiversa la realidad; intuye los acontecimientos que tienen lugar tras las apariencias sensibles, y los traduce en imágenes. Este poder de plasmación literaria de grandes intuiciones resalta en forma espléndida cuando Kafka anota, con mordaz ironía, que a Samsa, tras su reducción a insecto, se lo dejaba en entera libertad, modo de libertad vacía que no surge en el momento de plenitud existencial propio del juego sino en el desamparo de la asfixia lúdica.

Las grandes creaciones literarias no operan nunca con meras ficciones sino con realidades nucleares que a una mirada superficial aparecen como extrañas e irreales. La buena literatura aviva en el hombre el sentido de lo esencial, lo que vertebra la vida humana. De ahí su gran poder formativo. Cada obra literaria valiosa expone en imágenes diversos temas éticos, los engarza entre sí, les hace entrar en juego, los somete a las múltiples tensiones de la vida, los clarifica. El juego es fuente de luz, y la buena literatura plasma el juego de la existencia en sus múltiples vertientes. Analizada con el método lúdico-ambital, cada obra literaria de calidad se convierte en una espléndida lección de ética impartida por autores de gran prestigio entre la juventud. El análisis literario es una cantera en buena medida inexplorada e inexplotada de formación humanística, por cuanto lo es de creatividad.

5. La lectura de obras literarias de calidad fomenta la capacidad creativa del hombre

Por creatividad ha de entenderse, en rigor, la capacidad de asumir activamente diversas posibilidades con el fin de dar origen a algo nuevo valioso. Para crear una relación de amistad hay que recibir las posibilidades de vida que otra persona nos ofrece -afecto, proyectos y deseos compartibles, experiencia vital...-, y ofrecerle las posibilidades de que uno dispone. Para crear de nuevo una obra musical, hay que ser capaz de asumir activamente las posibilidades de configurar formas musicales que nos otorgan una partitura y un instrumento.

La vida cotidiana nos presenta múltiples posibilidades para ejercitar la creatividad. Depende de nuestra actitud el recibirlas activamente o el rechazarlas. Ambas posibilidades las refleja vivamente la literatura. Constantemente encontramos en las obras literarias actitudes creativas y actitudes no creativas, destructivas, que despiertan en nuestro ánimo una profunda nostalgia de las primeras. Recordemos esquemáticamente algunos casos muy significativos.

  • Yerma, en la obra homónima de Federico García Lorca, ansía vivir creativamente, crear encuentros con su marido, Juan, y, consiguientemente, con los hijos que se deriven de esa relación como fruto natural. Juan es una persona bondadosa pero carece de sensibilidad para la vida creativa. A lo largo de la vida matrimonial, Yerma observa que su vida matrimonial se halla vacía de creatividad: no se da el encuentro con el marido, ni viene el hijo añorado con el cual ella hubiera podido encontrarse. Yerma acaba enfrentándose a la "ley de la dualidad", según la cual el hombre y la mujer no pueden ser fecundos a solas, tanto en el aspecto biológico como en el espiritual. Imagen de tal enfrentamiento crispado es el acto en el cual Yerma asfixia biológicamente a Juan, que, sin querer, la había asfixiado espiritualmente a ella por su falta de creatividad. Con ese gesto quiso indicar que una vida sin creatividad no es plenamente humana, es una apariencia de vida, una farsa que debe ser anulada para que la verdad resplandezca.

Pudiera parecer que el "tema" de Yerma es la infecundidad propia de quienes no crean relaciones de encuentro personal. Según testimonio del mismo autor, esta obra quiere ser un canto a la importancia de la creatividad en la vida humana: "Yo he querido hacer, he hecho, a través de la línea muerta de lo infecundo, el poema vivo de la fecundidad. Y es de ahí, del contraste entre lo estéril y lo vivificante, de donde extraigo el perfil trágico de la obra"16.

Juan Salvador Gaviota, protagonista de la conocida obra homónima de Richard Bach17, no se resigna a moverse en el estrecho círculo de vivir para comer y comer para vivir. Quiere perfeccionar al máximo su capacidad de volar. Esta voluntad de excelencia le vale el desprecio y el rechazo por parte de sus compañeras de bandada. Una vez que domina el arte de volar, no guarda para sí ese tesoro; vuelve a los suyos, para compartir la felicidad que le proporciona la perfección que ha alcanzado. Intuye que el "perfecto e invisible principio de toda vida" es compartir los descubrimientos que uno ha hecho y la riqueza que ha logrado atesorar. La recomendación que había recibido de la Gaviota Mayor había sido: "Sigue trabajando en el amor". Por eso consagra su energía a convencer a las restantes gaviotas de que pueden ser tan libres como él, con un tipo de libertad creativa, tan exigente como fecunda.

En La perla, John Steinbeck destaca de modo inigualable la contraposición entre la actitud creativa del pueblo humilde que acompaña en silencio afectuoso a los padres del pobre niño enfermo y la fría repulsa de quien se niega a prestarle la atención urgente que necesita. La tristeza del pueblo abatido por tal rechazo nos resulta inmensamente bella, porque en ella resplandece la virtud de la piedad compasiva18.

La ardiente oscuridad, de Antonio Buero Vallejo, parece terminar de forma desconsolada, debido a la muerte física de uno de los dos protagonistas (Ignacio) y la muerte espiritual del otro (Carlos). Pero, sobrevolando esta tragedia, se alza el verdadero mensaje de la obra: la necesidad de ser tolerantes, buscar la verdad en común y adivinar que ciertas posiciones aparentemente opuestas son en realidad complementarias, pues crean, al confrontarse colaboradoramente, un campo de luz en el cual resplandece la solución al problema planteado -en este caso, cómo ser creativo en la vida a pesar de la grave minusvalía de la ceguera-.

El protagonista de El viejo y el mar, de E. Hemingway19, vive la soledad amarga del fracaso. Parece que todo es negativo en su torno y le invita a la desesperación. Pero él responde de forma positiva renovando en su interior la unión con el añorado muchacho, que le esperaba lleno de angustia por su tardanza. La imagen del buen Manolín velando, al final de la obra, el sueño del anciano desvalido nos eleva a un nivel de muy valiosa creatividad, que nos redime del tragicismo al que parece abocar la miseria y el fracaso. Recordamos la confesión que hace un personaje de una obra dramática de Gabriel Marcel: "No hay más que un dolor en la vida: estar solo".

14 Cf. Platón: República, libro X; J.P. Sartre: L´imaginaire, Gallimard, París 1948, págs. 239-246.

15 Sobre las realidades artísticas, véanse mis obras La experiencia estética y su poder formativo, Verbo Divino, Estella 1990; La formación por el arte y la literatura, Rialp, Madrid 1993.

16 Cf. F. García Lorca: "En los umbrales del estreno de Yerma", en Yerma, Alianza Editorial, Madrid 1981, p. 133.

17 Cf. Juan Salvador Gaviota, Pomaire, Barcelona 1972; Jonathan Livingston Seagull, Pan Books, Londres 1972.

18 Cf. O.cit., págs. 20-26.

19 Ed. G. Kraft, Buenos Aires 1959; The old man and the see, Penguin Books, Harmondsworth 1952, 1966.


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