Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(P.N.T.I.C.)
 

Unidad 17ª: Fecundidad y exigencias del método lúdico-ambital de análisis literario

7. Aplicación de este método a obras cinematográficas

La película Pinocho25 permite al educador introducir al niño y al adolescente en un ámbito pedagógico del mayor interés. Pinocho es un muñeco de madera, una marioneta; no tiene capacidad de actuar por su cuenta. Pero el hada le ofrece la posibilidad de llegar a ser "un niño de verdad". Le basta para ello comportarse bien, seguir la voz de la conciencia, encarnada en Pepito Grillo. Justo en el momento de iniciar su proceso formativo en la escuela, recibe el asalto de la tentación, encarnada en el zorro. Éste lo aleja de la escuela, con el señuelo de conseguir fama, gloria y riquezas. "Tendrás mucho dinero para gastar", le dice. Pinocho se entrega, fascinado, a la vida teatral, que representa el modo de existencia espectacular. "Voy a ser un artista", exclama. Llevado de la primera euforia, canta enardecido: "¡Soy libre y soy feliz, nadie me maneja a mí, viva la libertad, esto se llama vivir!" Pinocho ignora que el zorro tentador, al que llama inocentemente "el honrado Juan", lo ha entregado a un empresario dominador, el gordo Farinelli, que lo reduce a mero medio para obtener ganancias. Cuando Pinocho manifiesta su deseo de "volver a casa", lo encierra en una jaula (que se tambalea para indicar la inseguridad que produce el vértigo), y le advierte duramente que, cuando deje de ser un recurso económico, le sacará todavía un poco de provecho alimentando durante un rato el fuego con la madera de que está hecho. Pinocho, asustado, llama en su auxilio a Pepito Grillo, que intenta en vano liberarlo. Pinocho desoye una y otra vez la voz de la conciencia y reduce a Pepito Grillo a una especie de tabla de salvación en momentos desesperados. Entonces acude el hada. Pinocho siente vergüenza ante ella, por su conducta desviada, pero intenta salir de la situación no mediante el arrepentimiento sino mediante la mentira. Con ello se le deforma el rostro, porque le crece la nariz, para indicar que la mentira nos impide ser auténticos.

Una vez liberado, vuelve pronto a caer en manos del tentador, que lo envía a la casa de los juegos, en la que "todos los días son domingos". Lo fascina con la promesa de que encontrará lo que más le halaga. "¡Pasen pronto -les dicen a los niños en esa casa-. Helados, pasteles y dulces. Todo gratis!". "Aquí está la casa de las peleas. Peleen para divertirse". "Aquí se fuma; se regalan cigarros y cigarrillos. Fumen hasta empacharse". Pinocho y su amigo Polilla juegan al billar mientras fuman grandes cigarros. "Puedes hacer lo que quieras -le dice Polilla-. Nadie te dice nada, no se estudia, hay mucha comida, mucha bebida, todo de balde". En un momento le pregunta Pinocho "dónde están los otros". Polilla responde indiferente: "Estarán por ahí. ¿A ti qué te importa? ¿Te diviertes?"

Al llegar Pepito Grillo a la casa de los juegos, exclama: "Parece un cementerio". Y le advierte a Pinocho: "Así no serás nunca un niño de verdad". La decepción no tarda en llegar, porque los niños se han ido envileciendo y acaban por no saber hablar. Al que sabe decir su nombre (por ejemplo, "Alejandro") lo rechaza el amo porque "no está hecho". Esta degeneración se patentiza en la deformación de su figura corpórea: se convierten en asnos. Ya lo había indicado el amo gordinflón: "Cuanta más libertad se les da, más se portan como asnos". Al ver sus grandes orejas y el rabo, Polilla se enfurece y grita: "Me han engañado". Pepito Grillo propone a Pinocho escaparse antes de que se envilezca del todo. La liberación de este proceso de vértigo consiste en volver a la casa del padre, es decir, al lugar de encuentro del que se había alejado.

Cuando se entera de que su padre, Geppeto, se halla en situación angustiosa dentro del vientre de la ballena Monstruo, corre desalado para salvarlo. Esta generosidad encamina a Pinocho por la vía del éxtasis o la creatividad, que va a permitirle llegar a ser un niño verdadero. Por eso empieza a amanecer, en contraste con las densas tinieblas que envolvían las situaciones de vértigo. El paisaje del fondo marino es atractivo y colorista; numerosos peces acompañan a Pinocho amistosamente. Al encontrarse Pinocho y Geppeto, se unen en un común deseo de salvarse. Cuando, tras muchos avatares y peligros, llegan a tierra, Pinocho yace, ahogado, sobre la arena. Quien ha muerto, en definitiva, es el muñeco sin personalidad, incapaz de desoír la voz halagadora de los manipuladores que deseaban reducirlo a mero objeto. Una vez trasladado a casa, el hada buena le dice: "Prueba que eres bueno, sincero y generoso, y llegarás a ser un niño de verdad. Despierta, Pinocho...". La transfiguración está hecha: Pinocho ya es un niño que piensa, siente y quiere por sí mismo, guiado por su conciencia. El hogar se convierte en una fiesta, como corresponde a la situación de encuentro que se ha creado entre todos, y Pepito Grillo recibe el galardón que merece por haber guiado con éxito a Pinocho en su proceso formativo.

Esta obra ofrece múltiples ocasiones al profesor para subrayar la importancia de ciertas ideas básicas e ir configurando la mente, la voluntad y el sentimiento de niños y adolescentes en orden a la realización de un Humanismo de la unidad. Tal modo de configuración ha de estar años luz alejado de toda forma de manipulación. Orientar a una persona hacia los valores, adentrarla en su área de irradiación no es manipularla; es guiarla, realizar una labor de maestro. Uno puede equivocarse al hacerlo, porque es humano el errar. Pero, si lo que intenta es convencer y no sólo vencer al discípulo, no es un manipulador sino un guía. La utilización de películas y narraciones presenta la ventaja de que el niño y el adolescente se sumergen en situaciones corrientes de la vida, las viven, captan el sentido del lenguaje, y en ese campo de iluminación se establece un diálogo fructífero entre ellos y el formador. Este no habla en abstracto; no dice nada que caiga en vacío sobre los discípulos; analiza las cuestiones en las que ellos están ya participando. Este es el método adecuado: Hacer experiencias que los discípulos puedan comprender y vivir por propia cuenta, y luego analizarlas, articularlas, clarificar su auténtico sentido.

En el film El doctor, un cirujano reduce a los enfermos a meros "casos clínicos", a los que identifica con el número de la cama hospitalaria y considera como pura materia de manipulación quirúrgica. Pero he aquí que el médico enferma y es sometido a ese mismo tratamiento. Al principio se revela contra semejante envilecimiento, indigno de su posición social. Mas poco a poco va tomando nota de la lección que le está dando la vida. Al reintegrarse a su trabajo profesional, no tolera que a los enfermos se les trate de la forma deshumanizada de la que él mismo había hecho gala anteriormente

Uno de los sucesos más impresionantes de esa joya cinematográfica que es Ben Hur tiene lugar cuando el cónsul que manda la flota advierte que le ha salvado la vida uno de sus galeotes, a quien él llamaba fríamente "48", el número del remo al que solía estar encadenado. Sus primeras palabras son éstas: "Oye, 48, ¿y tú cómo te llamas?". Una lección fecundísima de vida se desprende de esta escena. Cuando se mira y trata a alguien como persona, se desea saber su nombre propio. Al pronunciar el nombre propio de alguien, se hace vibrar todo lo que éste es; no se le reduce a alguna de sus características. En cambio, sustituir el nombre propio por alguna condición accidental de la persona - un rasgo físico, una función social humilde, un defecto...- equivale a reducirla de valor. Por eso es un acto envilecedor y humillante.

Recuérdese, a este respecto, que el protagonista del film de Bertolucci El último tango en París manifiesta que no desea saber el nombre propio de la protagonista cuando ésta, tras cierto tiempo de convivencia íntima, le pregunta cómo se llama. Ello indica que quiere mantenerse en un nivel de pura relación corpórea, y no crear relación personal alguna. Esta forma de plantear las relaciones en un plano infracreador, puramente pasional, explica el desarrollo de la acción y, sobre todo, su final descorazonador.

En El silencio, de Ingmar Bergman, una joven comunica entusiasmada a una hermana suya que está sosteniendo relaciones íntimas con un extranjero, y, como él no conoce su lengua ni ella la suya, no pueden hablar... Sabemos que el lenguaje auténtico, el que es dicho con verdadero afecto, crea paulatinamente relaciones de convivencia. Alegrarse de no poder hablar, al tiempo que se mantienen relaciones corpóreas íntimas, significa que no hay voluntad de crear vínculos personales.

En las obras de Charles Chaplin ("Charlot") y de Mario Moreno ("Cantinflas") se hallan múltiples episodios extraordinariamente ricos en valor pedagógico. Ambos producen hilaridad porque están constantemente bajando del nivel de personas normales a uno inferior, el nivel de muñecos que actúan mecánicamente (Charlot) y de personas que se ven reducidas a condiciones menesterosas (Cantinflas). En ambos casos se trata de "antihéroes", que actúan de forma desmañada y, cuando parecen caer a niveles casi infrahumanos, se alzan a un nivel de máxima dignidad porque nos dan una lección sencilla, nada prepotente pero espléndida, de conducta virtuosa, constructiva, regocijante para el espíritu. A la risa provocada por sus caídas de nivel, se une el gozo interior que produce la bondad, la ternura para con el desvalido, la voluntad de ayuda incluso en las condiciones más duras.

8. Aplicación de este método a la actividad de las tutorías

Por su poder de promocionar la capacidad creativa, este método de análisis de obras literarias y cinematográficas produce óptimos resultados en la tarea de orientar a niños y jóvenes en su camino hacia la madurez.

En más de una ocasión, el análisis en clase de la obra de R. Bach Juan Salvador Gaviota provocó en algunos falsos líderes estudiantiles un verdadero cambio de actitud. De modo análogo, la consideración atenta de las diversas aventuras de Pinocho abrió los ojos de muchos niños y adolescentes para comprender la falacia de quienes nos halagan con promesas vanas pero nos lanzan al vértigo y, con él, a la infelicidad.

La lectura meditada de un cuento o un poema sugestivos graba a fuego en el ánimo de los niños y jóvenes las claves de interpretación de la vida que necesitan para saber orientarse. Hágase la prueba, por ejemplo, con la breve narración Los siete tarros de oro, reproducida por Anthony de Mello en su libro El canto del pájaro26. Se comprobará que es posible suscitar en niños y adolescentes una idea clara, por sucinta que sea, de lo que es el proceso de vértigo y la peligrosidad que encierra. El discípulo vive la peripecia del buen barbero. A la luz que alumbra tal experiencia, el educador le pone nombre a tal proceso: "vértigo". Y este término se carga de sentido para el niño y el adolescente. Posteriormente, ese primer esbozo de sentido irá cobrando cuerpo, adensándose, ampliándose, hasta ganar una gran madurez. Ese ir llenando de sentido cada término y cada concepto es la tarea básica de la educación.

Es muy importante advertir que la meta de estos análisis no es tanto subrayar los peligros inherentes a los procesos de vértigo cuanto destacar la riqueza de vida que suscitan los procesos de éxtasis. Aunque se trate de una tragedia, en la que todo parece diluirse en un puro horror, hemos de ver, al trasluz de las desgracias, la inmensa felicidad que se hubiera conseguido de haber orientado la vida por la vía opuesta, la del éxtasis. De esta forma, la tragedia resulta "catártica", purificadora, como sugirió tempranamente el gran Aristóteles.

25 Versión cinematográfica de la obra de Carlo Collodi Las aventuras de Pinocho, Alianza Editorial, Madrid 1995.

26 Editorial Sal Terrae, Santander 1982, p. 173.


Internet


Internet
Netscape Communicator - Resolución 800x600 - Fuentes grandes

Última modificación: