Barreras y filtros
Como
nuestros primeros antepasados aparecieron en África
y hoy ocupamos toda la tierra firme, salvo la Antártida,
no cabe duda de que hemos tenido una historia muy movida:
quiero decir que somos unos mamíferos muy "viajados".
Por otro lado, nuestra distribución geográfica
casi universal indica que también somos una especie
afortunada.
Todas las especies con éxito amplían su área
de distribución a partir de su lugar de origen, y se
esparcen por la Tierra. Ya que las especies están formadas
por poblaciones, para que una especie se extienda sólo
hace falta que sus poblaciones crezcan de una generación
a otra. Una población demográficamente estable
no aumenta de tamaño, y si las cosas van mal y cada
pareja reproductora no es sustituida por otra en la siguiente
generación, se termina por extinguir. Eso es lo que
está ocurriendo por desgracia con muchas especies de
la fauna española: cada vez sus poblaciones son menos
numerosas y ocupan áreas más y más reducidas,
hasta que llega un momento en que las poblaciones pierden
todo contacto entre sí y quedan fragmentadas y aisladas,
con pocos efectivos cada una. Éste es el principio
del final para una especie en nuestro país, y si sólo
vive en él, como en el caso del lince ibérico
o del águila imperial, también será el
final de la especie.
Además del aumento del tamaño de las poblaciones
también es necesario para la expansión de una
especie que ninguna barrera se oponga a su avance. No existen
en realidad barreras totalmente impermeables, que no dejen
pasar a ningún ser viviente, sino más bien filtros
de especies: algunas pasan y otras no. Un filtro de especies
puede ser climático, como el desierto del Sáhara:
hay plantas y animales diferentes al norte y al sur de esta
gran mancha amarilla de los mapas. Otras veces el obstáculo
es una gran cadena montañosa. Finalmente, el filtro
puede ser el mar: es de esta barrera de la que vamos a hablar
ahora.
Marineros
a la fuerza
El grupo zoológico al que pertenecemos los humanos,
junto con los monos, es el de los primates. No se trata precisamente
de unos animales aficionados a la natación, sea en
aguas dulces o saladas. Por poner un ejemplo, el río
Congo separa dos especies diferentes de chimpancés:
los comunes al norte y los bonobos al sur. No sólo
son incapaces los chimpancés de franquear el río
en la actualidad, sino que el Congo ha sido la causa de que
se diferenciaran las dos especies al incomunicar las poblaciones
de una y otra orilla durante millones de años. Por
ese motivo los primates han cruzado pocos mares en su historia.
Sin embargo hay dos grandes excepciones: los monos sudamericanos
y los humanos.
Cuando se estableció el istmo de Panamá, hace
entre tres y tres y medio millones de años, los mamíferos
de Norteamérica entraron por ese pasillo de tierra
en Sudamérica (y viceversa). Al llegar se encontraron
con una fauna de mamíferos de características
muy peculiares, fruto del aislamiento en que había
permanecido Sudamérica durante muchos millones de años,
como los osos hormigueros, los armadillos, los perezosos y
otros grupos que no tienen representantes vivientes. Todos
los carnívoros sudamericanos eran marsupiales, y hoy
no queda ninguno: fueron sustituidos por los carnívoros
venidos del norte. Pero entre los mamíferos del continente-isla
había dos grupos que no eran autóctonos: el
de los monos y el de los roedores. ¿Cómo habían
llegado hasta allí? Este es un misterio ante el que
difícilmente podemos hacer algo más que especular.
La única vía posible es a través del
mar, cruzando el océano Atlántico desde África
en una navegación forzosa. En las grandes tormentas
tropicales, árboles enteros de la jungla caen a los
ríos. Es como si un trozo de la selva, con animales
y todo, fuera arrojado a la corriente fluvial y por ahí
llegase hasta el mar. Tal vez eso fue lo que les ocurrió
a los primates y a los roedores. Si luego soplaron vientos
favorables y las corrientes marinas empujaron la isla flotante,
si llovió durante la travesía para que los naúfragos
tuvieran agua dulce que beber, y si en los árboles
tronchados y trabados formando una gigantesca almadía
había hojas y frutos que comer, entonces es posible
que se produjera esa milagrosa versión natural del
arca de Noé. Porque sólo de prodigiosa puede
calificarse tal acumulación de circunstancias favorables.
Aunque Sudamérica y África no estaban tan separadas
como ahora (el óceano Atlántico se está
abriendo poco a poco), la travesía debió de
durar al menos una semana.
La larga marcha
Pero
todo esto ocurrió hace mucho tiempo, unos 35-40 millones
de años, mucho antes de que surgieran los humanos en
África. Los primeros humanos en abandonar ese continente
pertenecen a la especie Homo erectus, que llegó
hasta la isla de Java. Siempre se pensó que el
ATLAS
GEOGRÁFICO UNIVERSAL
GARNIER HERMANOS. EDITORES
viaje se había producido en un remoto pasado, hace
más de un millón de años, pero ahora
hay dataciones que llevan hasta casi dos millones de años
(1'8 para ser más exactos) el poblamiento humano de
Java. Para visitar esta isla indonesia los humanos no tuvieron
que mojarse los pies, porque África está conectada
con Asia por la Península del Sinaí, o lo estaba
antes de que la construcción del canal de Suez separase
artificialmente África de Asia. Llegar hasta el sudeste
asiático continental, hasta la Península de
Malaca, era sólo cuestión de tiempo y de hacer
camino.
Pero Java es una isla, y para alcanzarla es preciso pasar
desde la Península de Malaca hasta Sumatra atravesando
el estrecho de Malaca, y luego desde Sumatra hasta Java cruzando
el estrecho de la Sonda. La clave de cómo llegaron
los humanos hasta Java nos la da cualquier mapa que traiga
las profundidades marinas. Vemos en él que las grandes
islas de Sumatra, Java y Borneo se elevan sobre una plataforma
continental poco profunda, llamada plataforma de la Sonda,
que las conecta con la Península de Malaca. En las
épocas frías, en las glaciaciones, es tal la
cantidad de agua que se congela que el nivel del mar desciende,
en ocasiones hasta 120 m, lo que hizo posible la llegada del
hombre, andando, hasta Java. Más allá, sin embargo,
es imposible seguir a pie, porque la plataforma de la Sonda
se acaba, y el mar se hace muy profundo, incluso durante las
glaciaciones.
La línea de Wallace
Los biólogos se sirven de las grandes barreras geográficas,
las más impenetrables, para diferenciar regiones biogeográficas.
El gran naturalista Alfred Russell Wallace pasó muchos
años de su vida en las Indias Orientales estudiando
el límite entre dos de los tres grandes reinos en que
se dividen geográficamente las faunas de vertebrados
terrestres. Estos dos reinos son la Arctogea, que incluye
Eurasia, África y Nortemérica, y la Notogea,
con Australia, Nueva Guinea y Tasmania (el tercer reino es
la Neogea: Sudamérica y Centroamérica). La Notogea
es el paraíso de los marsupiales. Wallace trazó
en 1863 la frontera natural entre la Arctogea y la Notogea
haciéndola pasar al este de las islas de Mindanao (en
Filipinas), Borneo y Bali. Así, Sulawesi (o Célebes),
la Molucas, las islas menores de la Sonda y Timor quedaban
del lado de Nueva Guinea, Australia y Tasmania. Alfred Russell
Wallace fue co-descubridor con Charles Darwin de la teoría
de la evolución por medio de la selección natural
y Thomas Henry Huxley, el célebre paladín de
Darwin, nombró esta divisoria biogeográfica
la línea de Wallace en su honor.
Sin embargo, en 1910, tres años antes de su muerte,
Wallace se dio cuenta de que en Sulawesi vivían muchos
mamíferos de origen asiático y pocos procedentes
de Australia y Nueva Guinea, y dudó de si la divisoria
no pasaría después de todo al este de la isla
de Sulawesi. Posteriores estudiosos como Weber y Lydekker
llevaron la línea cada vez más hacia el oriente.
Ya está dicho que no hay filtros impenetrables y que
los límites entre regiones biogeográficas siempre
son difusos. Al conjunto de islas que contienen una mezcla
de faunas del sudeste asiático y de Australia y de
Nueva Guinea se las conoce en su conjunto en biogeografía
como Wallacea. Al oeste de Wallacea queda la plataforma de
la Sonda, con Borneo, Sumatra, Java y Bali, y al este la plataforma
del Sahul, que contiene a Australia, Tasmania y Nueva Zelanda.
Para llegar hasta las islas de Wallacea hay que cruzar el
mar volando, nadando o en una balsa, ya sea natural o fabricada
por manos humanas.
Al llegar Íñigo Ortiz de Retez a Nueva Guinea
en 1545 encontró allí seres humanos de piel
de color oscuro y cabello rizado, que le recordaron a los
habitantes africanos de Guinea. Así que la pregunta
que surge de inmediato es: ¿cuándo cruzaron
por primera vez los humanos la línea de Wallace y cómo
llegaron hasta Nueva Guinea y a Australia? Que es lo mismo
que decir: ¿cuándo navegaron los humanos por
primera vez, y cuándo lo hicieron más allá
del horizonte?
CONTINUARÁ...
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Copyright Juan Luis Arsuaga
